[Antes que nada, les pido que por favor lean todo con detenimiento, así lo comprenden mejor.
Y que por favor comprendan que escribí esto desde lo personal, ya que quería desahogarme de alguna manera y esto salió. Al principio no estaba convencida de si debía publicarlo o no, ya que, como dije, es muy personal y reciente, pero finalmente me decidí por hacerlo.
Sin más que decir espero que les guste <3]
Hay cosas que son inevitables.
Por mucho que uno lo intente, la mayoría de las decisiones que tomamos son irreversibles. Nos arrepentimos de haberlas tomado mientras nos planteamos qué hubiera pasado si hubiéramos hecho las cosas de otra manera, si se hubieran desarrollado de forma diferente. Ese "y si..." que todos decimos constantemente y que nos deja con la duda por el resto de nuestra vida.
Son esas ocasiones en las que lo único que realmente deseamos es poder construir una máquina del tiempo, volver al pasado y así poder arreglarlo todo en un abrir y cerrar de ojos, como si nada hubiera pasado... y hacer que todo estuviera bien. Pero la máquina del tiempo no es siempre útil. No podríamos estar retrocediendo en el tiempo constantemente por querer evitar lo inevitable, lo natural.
Hay ocasiones en las que uno no puede controlar lo que sucede a su alrededor. Y menos puede controlar sus reacciones o sus emociones reflejadas sobre ello. Hay ocasiones en las que nos suceden cosas que nos cambian la vida por completo. Nos hacen cambiar nuestra forma de ser, de pensar, de sentir; nuestra forma de ver y vivir la vida.
Explicaré esto de una manera un tanto distinta. Imaginemos que en el fondo de nuestro corazón se encuentra una playa.
Sí, una playa.
Una en la que todas y cada una de las personas que se cruzan en tu vida dejan sus huellas plasmadas en la arena.
Algunas huellas son pequeñitas y con el paso del tiempo las olas las borran, sin dejar rastro. Pero otras se quedan y conforme pasa el tiempo, más grandes y profundas se hacen, más perduran en la arena. Algunas crecen tanto, que terminan por dejar una marca muy profunda. Tan profunda, que ni siquiera con el paso del tiempo las olas serían capaces de eliminarla, porque dejan marcas permanentes.
Además, estas huellas también tienen forma, por supuesto. No son todas iguales.
Hay muchas que son feas. Aquellas que, las mires por donde las mires, siempre te parecerán feas. Aquellas que quisieras que se desvanecieran entre la arena y el mar, como una más de las que será olvidada más adelante, aunque no siempre sucede.
Hay muchas huellas que son bonitas. No... hermosas. Tan hermosas que uno desea con todas sus fuerzas que no se las lleven las olas, porque decoran la playa creando la obra de arte más bella del mundo. Porque le dan color y sentido a la playa. Aunque no siempre sucede.
Imaginemos que, en esa playa, en tu playa, el tiempo cambia constantemente. Es decir, un día está soleado, pero puede que al día siguiente comience a llover.
Puede que un día de repente una de las huellas más hermosas desaparezca, así, sin más.
Y no puedes hacer nada para que la huella vuelva a dejar su marca porque el mismo pie que la dejó no podrá dejar huella en ninguna otra playa... Porque la persona portadora de ese pie, la que elegía por cuál playa caminar y por cuál no, se marchó y no de manera voluntaria. Su propia marea se la llevó hasta el fondo del océano, el cual se quedó vacío. Sin peces, sin mamíferos ni plantas marinas.
Sin vida.
Es en ese entonces cuando tus condiciones atmosféricas cambian drásticamente. La marea comienza a subir y a perder el control. Todos tus sentimientos van a la deriva, perdidos entre la espuma de mar, y no sabes cómo detener esa horrible tormenta que se ha formado con tanta rapidez. Esa que, sin quererlo, borra huellas que no deberían ser borradas, alejando de tu playa a aquellos que las dejaron.
O puede suceder lo contrario. Que, aunque el mar esté descontrolado, se aferre a algunas huellas e incluso trate de hacerlas más profundas, porque tiene miedo de que se desvanezcan de la misma manera que lo hizo la que alteró el tiempo y puso el cielo gris cuando se marchó.
Con el tiempo, tratas de controlar la marea -cosa que ahora es mucho más difícil que antes-, aunque ahora tu playa suele verse más nublada y, por ende, menos bonita; más triste. Llueve más seguido y las olas se alteran constantemente, es un no parar.
Puede que, como en mi caso, algunos de los causantes de las huellas bonitas te ayuden a mantener la marea en calma más a menudo, de manera que el sol se permite aparecer y, poco a poco, volver a hacer de tu playa un colorido y bello lugar. Como solía ser.
Aunque llueva de vez en cuando, como en todas las playas, ahora tienes la certeza de que siempre volverá a salir el sol, porque después de la tormenta, siempre viene la calma.
Y esto te lo dedico a ti, mejor amiga. Gracias por haber sido una de las más grandes y hermosas huellas que han dejado rastro en mi costa, por haber estado siempre ahí, incluso cuando había tormentas. Simplemente gracias por todo. Te llevo en mi corazón hoy y siempre. Te amo.