¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Kaine Parker no podía dejar de repetir esa cruda escena en su cabeza. Tampoco podía recordar la última vez que había perdido el control de esa manera, hace demasiado que no ocurría algo de ese tipo. ¿Cuándo había vuelto a sentirse así? Cómo si otra vez lo estuvieran manipulando, como si otra vez fuera un arma, un títere. Un asesino. Ni siquiera sabía cómo es que había llegado a eso, pero ya estaba hecho y la escena del crimen estaba plasmada por todas las partes de su cuerpo y alma. Y ese peso lo estaba comenzando a carcomer vivo.
Con su respiración agitada y perceptible ante el silencio sepulcral de la noche, Kaine apresuró su paso por entre las sombras con la esperanza de no ser visto. No estaba cien por ciento consciente de a donde lo dirigían sus pies, pero no paró ni un segundo en el trayecto hasta el final de su destino, fuera cual fuese.
Su cabeza seguía repitiendo sus pecados, haciéndolo sentir culpable y desesperanzado al ver cómo su progreso cayó en segundos y en picada, como si de una montaña rusa se tratase. ¿Ahora qué? Era todo lo que pasaba por su cabeza. ¿Cómo volver a compensar el daño? No fue hasta que se detuvo por fin, que dejó que el aire llenara sus pulmones, intentando ocultar las lágrimas (sin mucho éxito), para poder golpear la puerta que tenía frente a sus ojos.
No tenía claro cómo es que había llegado hasta allí. Su cabeza estaba más pendiente de sus actos pasados que de la dirección a la cual iba. Pero estaba agradecido, dentro de todo, que hubiera sido esa su opción y no otra. Volvió a tomar un poco de aire, y con el temblor en el cuerpo, golpeó lo más suave que pudo contra la madera blanquecina.
Cuando el rostro adormilado de la asiática se hizo visible a través de la poca luz y la puerta, Parker sintió cómo la culpabilidad volvía a ser parte de él y se odiaba un poco más por haberla ido a molestar a ella.
De el otro lado, Darling Cho cuando cayó en cuenta del extraño aspecto de Kaine, despertó de golpe. Abrió por completo la entrada y se apresuró hasta acercarse a él. Tocaba su rostro, mojado por la sangre fresca y por las lágrimas del mismo, sin importarle demasiado ensuciarse ella misma en el proceso. Le preocupaba encontrar alguna herida en el cuerpo de quien era ahora su ser más preciado.
—Hey, hey, Kaine, ¿qué pasa, porqué lloras? —Al escuchar sus palabras, su voz tan dulce, esa que no merecería oír jamás a su parecer, sintió como su cuerpo cedía su peso para derrumbarse junto con ella, hasta quedar de rodillas contra el suelo frío del departamento. Darling Cho rodeaba con sus finos brazos el cuerpo de Kaine, quien dejó descansar su cabeza sobre su hombro, sollozando nuevamente. La asiática entendió entonces que no era buena idea preguntar, y que era mejor quedarse así, con él entre sus brazos aunque fuese solo por unos momentos.
