Sinner

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Antes de empezar, repito la advertencia:

*Temas religiosos musulmanes. Esta historia no pretende ofender a los creyentes ni ser un reflejo fiel de la religión representada. Ha sido utilizada solo con fines de fantasía y con el mayor respeto posible.

*Mención de infidelidad.

*Homofobia internalizada.

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No era una mujer.

Los largos cabellos rubios, los labios apetecibles y la silueta delgada.

No era una mujer.

La fina cintura, los hombros estrechos y la divina curva de su espalda.

No era una mujer.

Las largas piernas envueltas en torno a sus caderas, los dedos hundiéndose en su espalda y los deliciosos jadeos en su oído

No era lo que quería, aunque su cuerpo ardía en deseo cada vez que sus ojos vagaban en el hombre frente a él.

Su calor, su calidez, la dura seducción en su mirada verde.

Intoxicante.

Un solo gesto y caía presa de la cruda tentación que encarnaba Yuri. 

Yuri, que se envolvía en su cuerpo, se enredaba en su mente y no podía más que ceder a los instintos más primitivos, a aquellos que lo empujaban a tomar al hombre de apariencia adolescente.

“Soy lo que necesitas, Otabek”, susurraba en sus pensamientos y no podía negarse.

No podía negarlo.

La pasión desnuda, el placer descarnado y el vacío de la culpa.

Luego, él desaparecía y solo quedaba el oscuro pozo de la desesperación.

Fallaba a su familia, fallaba a su religión, a sus creencias. Le fallaba a Al-lāh.

¿Cómo explicaba su tormento sin que lo tomaran por loco?

La primera vez fue casi en su niñez, en la habitación que compartía con sus hermanos y algunos primos, justo a la medianoche, durante el mes de Ramadān.

Toda la familia había viajado a la casa del patriarca Altin. Ramadān era importante y una oportunidad en que podía encontrarse toda la familia; no había excusas para faltar y compartir, limar asperezas, conocer a los nuevos integrantes y orar por la prosperidad del rebaño Altin.

Con cinco hermanos y dos hermanas, Otabek estaba acostumbrado a estar apretujado, no le molestaba estar prácticamente sentado en un rincón envuelto en una delgada frazada. Las comodidades eran para los viejos y los enfermos,  a sus trece años podía resistir eso y más; su papá siempre le decía que a pesar de ser el menor, era el más fuerte de sus hermanos.

Todos los otros niños y adolescentes dormían profundamente; sin embargo, el calor de la habitación no le dejaba conciliar el sueño. Ni siquiera podía pensar en salir a caminar un momento o pensar en abrir la ventana un poco, la gruesa protección de madera mantenía la ventana inconvenientemente cerrada.

Otabek suspiró y apoyó su cabeza contra la dura pared, queriendo creer que estaba más fresca que el resto de la habitación. Su madre le decía que si quería conciliar el sueño, recordara sus pasajes favoritos de Al Qor’ān, que allí encontraría paz y podría descansar.

Uno de sus Sura favoritos era el de Ibrāhim: “Acaso no ves cómo Al-lāh compara la buena palabra con un árbol bueno cuya raíz es firme y cuyas ramas están en el cielo? Da su fruto en cada época con permiso de su Señor. Al-lāh pone ejemplos a los hombres para que así recuerden”

Sinner [OtaYuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora