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“𝗟𝗮 𝗹𝘂𝘇 𝗱𝗲 𝘂𝗻 𝗮𝗺𝗮𝗻𝗲𝗰𝗲𝗿 𝗽𝘂𝗲𝗱𝗲 𝘀𝗲𝗿 𝗰𝗲𝗴𝗮𝗱𝗼𝗿𝗮 𝗮𝗹 𝗽𝗿𝗶𝗻𝗰𝗶𝗽𝗶𝗼

 
La televisión estaba encendida nuevamente, no recuerda exactamente cuándo fue que se le permitió estar sentado en el piso de la sala para jugar con sus cochecitos, pero ahí estaba. Sabía aquello porque sentía los cochecitos en sus manos, sin embargo no podía verlos.
Sus ojos extraviados miraban algún punto fijo sin lograr enfocar nada en concreto.
Sin ser previsto, un sonido agudo pareció salir dentro de su propia cabeza, yendo de menor a mayor volumen hasta que se detuvo abruptamente, siendo esto lo único que le hizo volver en sí. No divagó su vista ya clara por el entorno nuevo, simplemente se dedicó a mover los pequeños autos plásticos de un lado a otro hasta que la conocida voz de la señora de las noticias hizo eco por la habitación.

– El día de hoy se encontró el cuerpo de una mujer que fue apuñalada diecisiete veces en el estómago. La policía nos informa que-

– YiBo, no veas esas cosas –la modesta voz del hombre interrumpió, apagando el aparato una vez tuvo el control en mano– la abuela está preparando el desayuno, ¿no te gustaría ayudar en la cocina?

Cocina, una palabra que el pequeño relacionaba inmediatamente con prohibido, así que negó efusivo con la cabeza como respuesta. El hombre soltó un "mn" que a YiBo le llamó la atención, haciendo que ladeara su cabeza en dirección del mayor, pero aún sin mirarlo por completo.
Trató de analizar su apariencia mientras le veía de reojo, pero su escaso, —o casi nulo—, conocimiento sobre los abuelos lo llevó a torcer los labios.

A día de hoy, YiBo estaba aturdido, no había otra palabra para poder describir su sentir. De un momento a otro se encontraba en una nueva casa, con unas nuevas personas que decían ser sus abuelos, en un inicio la confusión llenaba su mente, ¿se podía tener otra abuela?, al parecer sí, pero, ¿él tenía un abuelo?, otra vez parecía que sí.
Cuando se enteró del pequeño detalle de poder cambiar de abuela se impresionó tanto que dejó de respirar por un par de segundos, y cuando el hombre con arrugas le explicó el papel que llevaba como abuelo, —que era algo parecido a una abuela, pero en hombre—, quiso saber porqué no había tenido uno antes mas no preguntó.

El hombre mayor ya se había sentado de lleno en el sofá, sosteniendo lo que YiBo recordaba como un periódoco. La escena trajo consigo un recuerdo de su madre, recuerda que se sentaba ya bien vestido en el suelo a jugar, teniendo a la par a su madre que bordaba en silencio cerca de él.

– ¿Mamá? –preguntó imperceptible, provocando que su garganta doliera al hacerlo, y su rostro se deformara en una mueca.

Algo se había vuelto gris, pero había perdido el tino de qué era. Pasó saliva por su garganta, encontrándose con el sabor a dentífrico que le hizo cosquillas dentro de su barriga.

El desayuno había pasado dentro de lo que cabe como un desayuno normal. YiBo se mantuvo en silencio escuchando la conversación de sus abuelos sobre unas cosas llamadas tulipanes, que llegarían en mañana.
Al terminar su avena y leche, pensó en que le habría gustado seguir con la pijama puesta, era más agradable para él ya que lo que ahora vestía era algo totalmente diferente a lo que su anterior abuela le decía debía usar.

Todavía usaba unos pantalones cortos, pero los nuevos se sujetaban a sus hombros y se los quitaba constantemente para poder estar libre, pero su nueva abuela corría detrás de él para volver a colocarlos en su lugar.
– YiBo, si te quitas los tirantes se te caerá la jardinera y las personas podrán ver tus calzoncillos, ¿quieres que eso ocurra? –cuestionó con advertencia, sin embargo, YiBo no había captado qué eran los tirantes, ni mucho menos la nombrada jardinera, así que a los minutos ya estaba con las tiras de sus shorts por la cintura.

Su abuelo por otra parte, miraba la graciosa situación desde su asiento, comprendiendo después que el pequeño no tenía idea de lo que la mujer hablaba.

– Ven aquí, Bo –llamó al más jóven, acomodándose en su lugar para estar más cerca del borde mientras esperaba que su nieto se dirigiera hasta él.

– Estos de aquí –indicó tomando las tiras sobre sus hombros– se llaman tirantes y todo esto –señaló el traje de azul– se llama jardinera, ¿está bien?, a la abuela le gustaba ver a tu mamá en ellas cuando tenía tu edad. Todo el tiempo le ponía unas iguales a la que tú tienes ahora.

Los ojos del menor se movieron en todas direcciones sin saber a dónde exactamente ver, hasta que se detuvieron en sus pies con calcetines. Parpadeó buscando sentir sus pestañas contra su piel.
Sus piernas se movieron en automático hacia una esquina de la habitación, y pronto ya estaba con las rodillas en el piso y la frente pegada a la pared. Sintió los pasos de alguien que se le acercó y lo levantó en el aire.
– No hagas eso, no hiciste nada malo, Bo –fue acomodado de pie, obligado a ver a los ojos a su abuelo. El contacto visual le revolvió el estómago y quiso apartar la mirada de inmediato, pero los costados de su rostro fueron apresados por unas grandes manos– ¿Te dije que hiciste algo mal? –la voz a sus oídos había cambiado, siendo reemplazada por aquella que siempre doblaba sus líneas en turbulentos zigzag.

– Te estoy hablando, respóndeme –insistió, provocando temblores en el niño que tenía sus ojos abiertos en sorpresa.

– No le hables así al niño –su abuela había salido de algún lugar con el entrecejo fruncido, dándole un golpe con la mano abierta a su abuelo. YiBo estaba acostumbrado a tales actos, pero este en particular le había parecido demasiado leve. Aún así, le confundía el hecho de que su abuelo estaba siendo reprendido, siendo que el único que había hecho algo mal era él mismo.

– Tenme más respeto, mujer, que estamos frente a nuestro nieto –soltó a YiBo para acomodarse su suéter de lana– ¿Qué va a pensar de mí después?

– ¡Por eso mismo! –volvió a estampar su mano contra el antebrazo ajeno– asustarás al pobre con esos tratos y cuando sea grande terminará siendo drogadicto o en alguna pandilla.

– ¡Eish!, nadie que viva en esta casa será un pandillero ni mucho menos un drogadicto, ¡no en mi guardia! –se dirigió hacia YiBo, quien escuchaba la discusión en silencio– No consumas drogas, YiBo, ni te hagas pandillero –señaló con el dedo, y él había quedado en las nubes con las palabras que no conocía, pero asintió dándole la razón para que las cosas no se hicieran más largas.

YiBo podría admitir que el transcurso del día había sido de lo más extraño, sus abuelos seguían diciendo cosas que él no entendía e insistieron en preguntar si quería entrar a la cocina cuando hicieron la comida y la cena. ¡YiBo no puede entrar ahí, está prohibido!, pensó él, pero nada salió de su boca.

A la noche, su abuela lo envolvió entre cobijas verdes cuando estuvo acostado y con pijama. Las nuevas pijamas le agradaban más que las anteriores, al igual que la cama y sus nuevos juguetes, aunque seguía jugando con los que su mamá había comprado para él, temía romper los nuevos.

– ¿Quieres que te lea un cuento, YiBo?

El pequeño negó con la cabeza, cerrando sus ojos sin esperar respuesta. Los pasos alejándose y la puerta siendo cerrada fueron el indicativo de que ahora se encontraba solo.
Se sentó en la cama cuando los colores no aparecían, supo que sería otra de esas noches. Tomó una almohada y la puso con fuerza sobre su cabeza después de haberse vuelto a acostar, pasaron unos segundos antes de poder escucharlo.

Wangyi, ¿no recuerdas a tu mamá?
 
   
   

ꗃ﹟⛓️𓂃𝆹

Es difícil, (al menos para mí)
narrar desde la perspectiva de
alguien que no sabe mucho))):

Ustedes me dicen si voy bien con
la historia, ¿okey?, recuerden que la
idea no era que saliera esto kshdksb

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⏰ Última actualización: Jun 03, 2021 ⏰

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Mil y un colores. 𝙯𝙝𝙖𝙣𝙮𝙞.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora