Enséñame a luchar.

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— ¿Crees en Dios? — la pregunta salió de mis labios sin aviso alguno. Supongo que llevaba tanto tiempo pensando sobre ello que mi mente había decidido soltarlo en el momento en el que hubo un poco de silencio entre nosotros.

—Es difícil de explicar—dijo, me miró a los ojos— Creo en dioses demasiados ajenos a todo lo que pasa en el mundo y en diablos que hacen la vida de las personas un infierno.  Supongo que es cuestión de perspectiva, pero es lo que pienso.

Me quedé impactada ante esas palabras, él tenía una percepción de la vida bastante negativa.

Se me vino a la mente la imagen de Eloisa siendo controlada por el. Un escalofrío recorrió mi espalda. Romynah tenía razón, Áyax era peligroso. Pero mi cuerpo no parecía reaccionar ante él como debería. Lo único que me invadía cuando estaba cerca de él era una sensación de seguridad plena.

Y me estaba acostumbrando a ella.

Me gustaba la forma en la que Áyax se comportaba conmigo. Con el paso de las semanas los dos habíamos ido adquiriendo mucha confianza entre nosotros. Además había descubierto facetas suyas que nunca me habría imaginado que tendría. Por ejemplo, le gustaba leer. Más bien le apasionaba leer. Lo más curioso de todo aquello es que le gustaban los mismos libros que a mí, nos pasábamos horas hablando sobre libros.

— ¿Pasa algo Adaiah? —tenía el ceño fruncido.

—No—me apresuré a decir—solo me había quedado pensando.

Él sonrió.

—Últimamente  pasas mucho tiempo pensando—me dio un toque en la nariz y se levantó del banco en el que estábamos. — ¿Vamos?

Le encantaba hacer eso, ponerme nerviosa con cualquier contacto. Creo que desde que se dio cuenta de que mi corazón aumentaba su ritmo cuando me tocaba, no paraba de hacerlo. Aprovechaba cada oportunidad que tenía.

No pienso mentir. Me gustaba que hiciera eso, de alguna forma me hacía sentir especial.

—Vamos—afirmé y me puse detrás de él.

Como todas las mañanas, habíamos salido a correr. Normalmente íbamos a un parque que quedaba bastante lejos de la casa, nos sentábamos en un banco para descansar y hablar un poco y un rato después volvíamos.

Cada vez que salíamos a correr Áyax se ponía delante de mí y miraba a todos lados. Cuando le pregunte por que lo hacía su contestación me aturdió un poco.

“Estoy asegurándome de que no te pasa nada, no quiero que de repente estés tirada en el suelo sin alma. No podría perdonármelo jamás”

 

Prácticamente me derretí al escuchar eso. Porque nadie nunca se había preocupado de esa manera por mí.

Mi madre me quería, pero con Áyax era una sensación distinta. Muy distinta.

Al llegar a la casa todo era normal.

Cris y Ezra peleaban, como siempre. Aún no entendía por qué a Ezra no le perseguía la mala suerte, si estaba todo el día molestando a Cristina.

Akra estaba en el salón leyendo un libro. Al principio me pareció un poco extraña, poco a poco me fui dando cuenta de que su poder la había hecho así, me parecía injusto que su habilidad la condicionara tanto pero aún no sabía controlarlo y eso era peligroso. Todos en la casa lo eran.

Romynah no estaba. Desde nuestro encuentro la vi en contadas ocasiones y sin conversación alguna. Su intento de echarme de la casa me dejo bastante confundida. Su mensaje era contradictorio. ¿Le caía bien pero me pedía que me fuera?

Forget meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora