· Capítulo Único ·

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Un rubio ojiverde, de veinticuatro años de edad, se encontraba en la sala de estar de su departamento.

Estaba sentado en el sillón que había allí, mientras observaba completamente hipnotizado el anillo guardado en su respectiva cajita de terciopelo que sostenía entre sus manos. Pasaba detenidamente la mirada por toda la joya viendo hasta el más mínimo detalle que pudiese encontrar. Era un anillo de plata con un diseño entrecruzado en la parte superior, adornado con pequeños diamantes, pero lo que era el verdadero centro de atención de la joya que él mismo había mandado a hacer, era el zafiro que lo coronaba como pieza central.

El color azul del mismo, con solo quedarse viéndolo, lo hacía sentir una sensación de paz y de tranquilidad, sensación parecida a cuando se quedaba viendo los grandes ojos azules de su novia.

Soltó un suspiro mientras dejaba sus recuerdos volar, al igual que su imaginación.

Marinette y él habían sido novios desde muy jóvenes, más o menos a la edad de dieciséis años habían empezado su relación. Muchos habían dicho que por ser muy jóvenes, esa relación no iba a durar mucho, que sólo era un noviazgo de la adolescencia y que más adelante en el futuro ya se verían con otras parejas.

Pero tanto él como Marinette sabían que esas sólo eran las voces de gente envidiosa que no tenía más que hacer con su vida que criticar las de otros; gente que no tenía idea de lo mucho que ambos habían estado consolidando su amor, con todo lo que tuvieron que vivir gracias al hecho de los múltiples secretos que tenían que guardarse al ser Ladybug y Chat Noir, los grandes héroes de París.

Y si bien al conocer sus identidades en un principio las cosas fueron bastante tensas, supieron manejar la situación e iniciar una bonita relación.

Llevaban ya ocho largos años de noviazgo, y Adrien ya estaba visualizando un futuro más allá, queriendo dar el siguiente paso: El matrimonio.

Se aseguró y meditó bastante si estaba completamente seguro y preparado para concretar el paso del noviazgo al matrimonio, y cuando las luces se iluminaron en verde, empezó a sentirse emocionado.

Aún así, durante al menos un mes, tuvo pequeñas pláticas discretas sobre el matrimonio con Marinette para estar seguro de que ella no tuviese ningún problema con el tema, ya que siempre podría existir la posibilidad de que ella no estuviese lista o tuviese alguna incomodidad que al final hiciesen que cuando se diera la proposición ella tenga dudas al respecto. De igual forma tuvo cuidado de que no se notara también que él tenía intenciones de pedirle próximamente su mano.

Afortunadamente, Marinette no parecía tener ninguna duda con respecto al matrimonio. Y allí fue cuando Adrien se dio la tarea de buscar un anillo de compromiso adecuado para la Dupain-Cheng, siendo el resultado final el bellísimo anillo se zafiro y diamante que ahora estaba en sus manos. No era demasiado extravagante, pero tampoco era tan simple; conservaba una sencillez pero a la vez elegancia que lo hacía ver maravilloso.

Adrien notó cómo Plagg, quien llevaba un queso en sus manos como de costumbre, salía del pasillo e iba donde él.

—Marinette sigue durmiendo pero creo que no tardará en despertar, deberías esconder el anillo—. Informó el kwami de la destrucción.

Adrien asintió y cerró la cajita que guardaba el anillo para luego dejar la misma en un bolsillo interior de la chaqueta que llevaba puesta. Revisó la hora, siendo las 10:30 de la mañana. Había ido a recoger el anillo hacía tan solo hora y media atrás, pero sentía que había pasado más tiempo.

Estaba por ir a la cocina para prepararle algo de desayunar a su novia cuando escuchó su teléfono sonar. Lo había dejado dejado en la mesita ratona de la sala de estar, así que tuvo que retroceder en sus pasos.

Cómo pedir matrimonio según Adrien AgresteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora