El beso en el carro.

3 0 0
                                    

Miré el reloj, eran las 5:45 p.m. y aún no sabía que ponerme, era un fastidio
¿Debería llevar jeans o ponerme un vestido? Aunque la mayoría de mis vestidos no me quedan como desearía o no me gustan directamente. Entro al baño para lavar mi cara.

El pasará por mi en 15 minutos y todavía me falta vestirme y maquillarme. Quisiera explotar. Veo en mi teléfono, tengo un mensaje de él. Lo abro rápidamente para leerlo mientras me labo los dientes.

—Mira cariño, llegué a oro... Y aún no salgo de casa, lo siento 😬 Te aviso cuando salga.

Dos cosas: Me relajó saber que aún no venía en camino por mi. Pero maldita sea ¿¡Viene tarde por mi a nuestra segunda cita por jugar videojuegos!? Bueno, supongo que una cosa por otra.

Miré por encima del hombro el vestido que me quería poner y la verdad... Me sentí completamente frustrada. Caminé de vuelta a mi cama, me senté al borde y le escribí.

—No tengo ganas de arreglarme.
—Sabes que luces bien con lo que te pongas, cariño.

Le sonreí al teléfono, el siempre diciéndome que luzco bonita, siempre intentando subir mi autoestima. Creo que en gran medida eso fue lo que me enamoró de él. Siempre tan cuidadoso.

Caminé hacia el armario, tomé los primeros jeans que estaban a la mano, una blusa beige y listo. No entiendo porqué quería incomodarme para verme linda, si puedo estar cómoda y ya.
Bajé a la sala para esperarlo mientras revisaba mi Instagram.

No me había dado cuenta pero el subió la primer foto que nos tomamos juntos. Sin descripción, sin explicaciones. Toqué dos veces y justo cuando iba a a guardar el teléfono en la cartera, recibo su mensaje.

—Estoy a una cuadra.

Mi corazón papitó dentro de mi pecho. Qué ganas de verlo. Me acerqué hacía la puerta de mi casa y escuché su auto acercarse.

Me miré en el reflejo del teléfono, y salí de mi casa. Y ahí estaba el, vestido completamente no-informal con una camisa blanca, su pantalón de vestir caqui y... Una gallina en brazos...

—Hice una nueva amiga...

La gallina lo picoteó en el brazo y el la soltó, entonces dirigió su mirada y una sonrisa traviesa hacia mí que me encantó ver, pero no iba a responder porque pudo haberse venido como en otra ocasión, casual y justamente hoy... Ahhh.

—Tienes suerte que no te haya ensuciado.
—Ya sabes lo que digo...

Abrió la puerta de copiloto para que subiera, y cerró la puerta. Entonces dio la vuelta al auto, subió y arrancó.

No sé bien si le gusto o desde cuándo. Solo recuerdo que las veces antes que salimos juntos el conducía con una mirada firme al frente, pero ocasionalmente me miraba de reojo.

—Me hubieras dicho que te ibas a venir así para arreglarme también.
—Dijiste que no tenías ganas de arreglarte.
—Pero mira como vengo yo y como vienes tú, al menos te hubieras venido más casual.
—Tu no te querías arreglar, yo sí– Dijo mirándome de reojo y con ese tono burlón con el que siempre discutimos de broma. –Además, te ves bien.

Dijo mientras volteaba a verme directamente.
Estoy casi segura que me sonrojé. Porque lo dijo de una forma tan serena, casi sin otra expresión en su rostro más que de seriedad. Salvo una ligera sonrisa cuando volteo al frente para seguir avanzando.

Pensándolo, el había cambiando desde que lo conocí. Se había vuelto más inexpresivo y serio con los demás, pero conmigo parecía ser igual o más tierno que antes. Tanto así que nuestras amigas decían que el solo sonreía de verdad cuando estaba conmigo.

Cuando llegamos al mirador, pasó de mi lado y abrió la puerta para que bajara. Sentí su mirada recorrerme, así que me dí media vuelta y lo miré frente a frente, sin saber qué esperar. Entonces el extendió su brazo al lado de mi costado y cerró la puerta tras de mi.

—¿Vienes?– Dijo con la mirada clavada en mis ojos, mientras que sus ojos relucían con el sol del atardecer. Sus ojos parecían algo mágico.

Esbocé una sonrisa y el me tomó de la mano. Caminamos alrededor del mirador, apreciando la vista de la ciudad, comimos algodón de azúcar. Y cuando el sol ya se ocultaba, nos sentamos juntos a mirarlo descender en el horizonte.

Solo recuerdo suspirar profundamente, y mirar de reojo su rostro, mientras el recorría el cielo de lado a lado como buscando algo.

Justamente antes de que pronunciara algo, el volteo a verme y sonrió cerrando sus ojos y se levantó. Había sido una tarde agradable pero había que volver a casa.

Subimos al auto nuevame, está vez estábamos en silencio, las luces de la calle nos alumbraban intermitentemente, el sonido del motor me arrullaba. Voltee a verlo, se veía tan apuesto mientras conducía.

—Gracias, todo estuvo muy lindo.

El me miró de reojo, sonrió y respondió.

—Fue más bonito gracias a ti.

No sé en qué medida estaba coqueteando o estaba siendo cortés conmigo, pero era agradable.

Llegamos a mi casa. El apagó el auto. Y todo el interior se había vuelto oscuro a excepción de lo que se alcanzaba a iluminar por las luces de la calle. Voltee a verlo y el se volteó hacia mí.

Puso su mano en mi mejilla y vi sus ojos, está vez oscuros, mirarme detenidamente. Mi corazón se aceleró y comencé a respirar muy profundamente. Entonces lo escuché:

—¿Qué si lo hago?– murmuró lentamente.

Se inclinó delicadamente hacia mí y me besó tiernamente en los labios. Paró, me miró con los ojos entrecerrados. Yo quería decirle que sí, que lo hiciera, que no se detuviera, pero mis palabras se quedaron volando en mi cabeza. Solo pude hacer lo mismo que él y poner mi mano en su mejilla.

Entonces el volvió a besarme, juraría que mi corazón salió de mi pecho en ese momento, dió una vuelta por toda la ciudad y regreso a mi, latiendo desde el estómago hasta la cabeza.

El sonrió finalmente, bajamos del auto y me dejó a la puerta de mi casa. Mi corazón latía fuertemente todavía. Solo lo abracé para despedirme, sentí sus brazos y su pecho, su corazón parecía latir tanto o más que el mío.
Lo miré irse recargada en la puerta y fuí a la cama.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 07, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Historias cortas de amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora