CAPÍTULO 1

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Hay algo extraño y complejo que hace que las noches de diciembre nunca sean frías en El Valle, por muy fríos que sean los días, y por muy fuerte que choque el mar contra el rompe olas del puerto.

Los zapatos de tacón de las marcas mas exclusivas y los trajes más delicados de los más jóvenes se aprovechan de ello, y todos van en una misma dirección, acompañados de una delicada brisa que hace que todos se vean envueltos en un aura de excesos y glamour. Al final de la avenida principal, la cual rodea una pequeña montaña a las afueras de la ciudad, todo son vicios, música y gritos. Y es ahí donde los mas jóvenes se reúnen esta noche vieja, en la casa mas alta de la montaña. Una casa de grandes ventanales y cortes modernos, sin ninguna cortina echada e infestada de humo y adolescentes sedientos de mas. Si alguien les preguntara de qué quieren más, la respuesta de todos, absolutamente todos los alumnos del Constantí Llombart sería: "de todo". La casa, esta rodeada por un inmenso jardín que abarca parte del bosque de pino carrasco, y que aunque por la entrada, esta delimitada con un gran muro de piedra adornado con pequeños faroles propios de una casa de campo victoriana, en dicho bosque no existe ninguna limitación que separe el exceso de la bizarra naturaleza. Todas las plantas, las tres, están abarrotadas de gente bailando, fumando o bebiendo, e incluso, ajenos a ellos, relacionandose de forma más intima en alguna de las muchas habitación o rincones que esconde la casa. Todos cantan, aplauden, gritan, se abrazan en un arrebato de euforia producto del alcohol, se miran, se enfadan por haberse perdido entre tanto cuerpo o se controlan. Control. Dentro de todo este caos, y aunque ninguno se reprime en exceso, se controlan. La opinión publica, a nivel estudiantil siempre es importante, incluso para el chico solitario que se limita beberse un vodka con limón sentado en la piscina, con las piernas del traje arremangadas, mientras juega con el agua agitando los pies delicadamente. Posiblemente el único movimiento delicado que esta teniendo lugar en este momento en toda manzana.

Cristian observa fríamente los hielos que poco a poco se van derritiendo en su copa de coctel, intercalando las miradas entre la hora, la puerta del jardín y la misma copa. 

- Por dios Cristian, déjame meter los pies en el agua. Dime que está fría.

Lorena se apoya en el hombro de Cristian para quitarse los zapatos y sentarse junto a el, mete los pies en el agua y le quita la copa de la mano, catapultando sus pensamientos, estuvieran donde estuvieran, de vuelta a la realidad.

- Hemos tenido que subir toda la calle desde abajo.- Suspira agotada mientras se masaje el pie derecho.- ¿Sabes la de cola que había?, si mi padre no nos llega a dejar llegamos el año que viene.

- Por favor Lorena, dime que no acabas de utilizar un chiste de padre.- Interviene Elisabeth.

- Lisa por favor, no me toques los ovarios y siéntate con nosotros.

Lisa se levanta el vestido para poder sentarse, pero no mete los pies en el agua. Lleva un vestido de lentejuelas moradas, que brilla con las luces de neón que parpadean en el salón de la casa. Se lleva las manos a la cabeza y deshace el lazo que antes sujetaba su pelo cobrizo, sacude la cabeza y usa sus manos para arreglarse los rizos.

- Haberte puesto unos zapatos de verdad y no esas torres gemelas.

- ¿Y venir en deportivas como tú?, no gracias.- Sonríe con sorna.- Para lucir hay que sufrir.

- Si el precio es que me amputen los pies no sé si quiero pagarlo. 

Ahora es Cristian el que capta la atención, saca los pies del agua y apoya la cabeza en el hombro de Lorena, sin quitar la vista del fondo de la piscina.

- ¿Y a ti que te pasa?

- Nada.

- ¿Seguro?- Preguntan las dos chicas a la vez, y sin quitar la vista de Cristian hacen chocar su dedo indice.

DESDE ABAJO TE DEVORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora