CAPÍTULO 2

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UNA SEMANA DESPUES

- ¿Vas a ir a clase?- La voz de Lorena suena robótica a través del altavoz.

Lisa esta frente al espejo, sus ojos se mueven nerviosos en todas direcciones por encima del cristal, evitando en todo momento mirarse a sí misma. Lleva así diez minutos, observando el desorden de su habitación, una montaña de ropa sobre la cama, perfectamente hecha, que ha decidido que no era suficientemente apropiada para un día como hoy. Hoy es el primer día de clase, han pasado siete días desde la muerte de Laura y han sido siete días de cuarenta auto impuesta. Lisa ha evitado en todo momento el contacto con el mundo exterior, ha rechazado todos los FaceTime que sus amigos le han hecho, y prácticamente no ha entrado a ninguna red social. Tampoco ha bajado a cenar con su padre, el cual ha dejado cariñosamente cada comida y cada cena en la puerta de su habitación, avisando cada vez con unos cuantos toquecitos en la puerta. Vuelve a recorrer la habitación a través del espejo y repara en la cantidad de platos con restos de comida y botellas de agua tiradas por la moqueta de su cuarto.

- Tia, ¿me puedes contestar?

- ¿Que?

- Que sí vienes a clase.

- Si, si... claro, en cinco minutos salgo.

- Vale cari, hasta ahora.- Y cuelga.

La mirada de Lisa por fin se detiene y se observa a si misma. Se ha cambiado de ropa unas diez veces, y cada vez que creía estar lista encontraba algo malo en su ropa. Primero se ha puesto un jersey de cuello alto negro, con unos pantalones anchos de cuadros rojos y una gabardina oscura, pero justo cuando ha ido a salir de su cuarto ha recordado que ese jersey era de Laura y para cuando ha vuelto a su armario el jersey ya estaba hecho un ovillo en una esquina de su habitación. Luego se ha puesto unos vaqueros y una blusa blanca, ha juego con sus Dr. Martens, pero no le ha parecido apropiado para la ceremonia que va a tener lugar durante las primeras horas de clase.Y finalmente, cansada de no conseguir nada que no le haga pensar en Laura y que no refleje la tristeza que ha estado vagando por sus huesos durante la ultima semana, ha cogido una falda de cuadros Vichy beige y un suéter blanco de lana, demasiado ancho para una chica de su complexión. Y eso es justo lo que esta mirando ahora. Nadie diría que en este momento sus lagrimas la abrasan por dentro, y eso es justo lo que necesita. Quiere parecer fuerte, para poder serlo aun que sea sin querer. Recorre todo su cuerpo de arriba a abajo, y cuando llega a su cara, agita la cabeza para revolver su melena rojiza, coge su bolso con los libros de clase y abre la puerta de su habitación, por primera vez en siete días.

El Constantí Llombart fue fundado en 1943, durante la posguerra, y a día de hoy todavía mantiene ese aire soberbio y artificial, intentando imitar a los edificios neoclásicos de finales del siglo XIX. El campus del instituto cubre toda la manzana y esta dividido en tres amplios edificios, los cuales a su vez, se dividen en amplias aulas, departamentos de ramas y un gran salón de actos en el edificio principal. Los pasillos respiran tranquilos, recién encerados durante las vacaciones de navidad, y permanecen inmunes a todo el jaleo que resuena en el exterior. Los tres edificios están conectados por pasillos cubiertos que rompen el paisaje natural los patios, cubiertos de césped recién bañados por el rocío, brillantes y pulcros. Repartidos de forma simétrica, cada patio lateral cuenta con diez bancos de piedra en la zona interior, y otros diez cerca al borde de la acera, rodeados por arboles y algún que otro arbusto rebelde que se opone al paisaje tan artificial del recinto escolar. En cambio, el patio interior, esta mucho mas recargado, lleno de arboles bajo los que los alumnos se reúnen en los descansos, y varios bancos que rodean una pequeña fuente con la estatua de algún líder militar ya olvidado. Los pasillos que rodean el patio central, están delimitados por altos arcos de piedra que se mantiene sobre anchas columnas de aspecto clásico, aun que no antiguo, y son los encargados de mantener la fachada. Una fachada imponente, de tonos grises y algún que otro pequeño adorno dorado, llena de amplios ventanales, dando al edificio un aspecto demasiado serio. Durante la guerra civil, como siempre recuerdan los profesores de historia del Constantí Llombart, el instituto aun no estaba terminado, pero aun así, como fue utilizado como hospital de campaña, y es curioso ver como la construcción que cuatro años después finalizó, se asemeja tanto a lo que fue.

DESDE ABAJO TE DEVORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora