Todas las pinturas tienen su historia detrás, algunas representan escenas importantes en la vida de las personas dignas de inmortalizar, otras representan los paisajes más hermosos, esos que añoramos tanto con revisitar que sentimos la necesidad de retratarlos para transportarnos momentáneamente a aquellos lugares que tanta felicidad y paz nos han traído.
Otras pinturas en cambio, representan personas que no queremos olvidar, a las que queremos mirar a sus ojos de óleo todas las noches y recordar cómo solían brillar cuando te miraban.
Una de esas pinturas era la de ella. Llevaba más de 100 años decorando la pared de la habitación de Aleksander y para él, era su objeto más preciado. No le importaban las joyas preciosas, los muebles caros y los demás cuadros de autores de renombre que adornaban el palacio, a él solo le importaba aquel pequeño cuadro, ese sutil recuerdo inmortalizado de lo que fue la única mujer a la que él amó profundamente y le trajo un poco de luz a su vida de oscuridad. Su nombre era Vida Muller, y tal como su nombre lo indicaba; era una muchacha llena de vida, que alumbraba cada rincón que recorría, llenándolo de su contagioso carisma y alegría.Vida y Aleksander se conocieron cuando ella tenía diecinueve años, hacía ya más de cien años, pero él recuerda ese día como si hubiera pasado hacía instantes. Había llegado al Palacio de polizón, sintiéndose perdida, atemorizada y ansiosa por lo que esta nueva vida de palacio significaría. Resulta que Vida era oriunda de Ketterdam, sabía que era una grisha mortificadora pero había ocultado sus poderes durante toda su vida por temor a lo que le podían hacer en su ciudad natal por tenerlos y cómo se podrían aprovechar de ella, entonces decidió abandonar la isla y emprendió viaje, cruzó la sombra y caminó durante meses hasta llegar al palacio, queriendo reclamar la vida que le correspondía.
Cuándo llegó, su aspecto era deplorable: vestía un vestido azul que se encontraba totalmente raído, sucio y húmedo por la nieve, sus cabellos dorados como el sol estaban grasientos, opacos y enredados bajo el chal que cubría su cabeza, su piel estaba pálida, ligeramente quemada por el frío, al igual que sus labios, pero nada de eso le importó. Ignoró las miradas de asco de las grishas coquetas y vanidosas y caminó por los pasillos del palacio con la frente en alto y orgullo en su pecho.
La primera vez que Aleksander vió a Vida, no estaba para nada impresionado por su aspecto, seamos honestos...¿Quién podría estarlo cuando la joven parecía que había tenido un combate cuerpo a cuerpo con un volcra en algún terreno de nieve sucia de Fjerda?. Sin embargo, una vez que la joven abrió su boca lastimada, habló con aquel peculiar acento de su natal Kerch y se expresó con su humor ácido que hizo ablandar hasta al más serio Grisha, él sintió su instinto decirle: "Este es el comienzo de algo mágico", y no se equivocaba.
Aleksander fue el encargado de hacerle el test Grisha, le pidió permiso para tomar y arremangar su brazo, petición que fue concedida por la despreocupada joven.
-Solo dolerá un segundo, descuida-Le advirtió él.
-Oh, no te preocupes. He pasado por tanto dolor físico en estos meses de viaje que un pinchazo ya no significa nada-Vida le guiñó.
Aleksander pinchó su brazo y efectivamente, la chica de Ketterdam era una Grisha mortificadora. Él sonrió y le dio la bienvenida al palacio, su nuevo hogar.
-Dolió más la pelea que tuve con un borracho en el bar anoche que el pinchazo-Bromeó despreocupada mientras caminaba junto a él por los pasillos del palacio hacia sus aposentos-El muy idiota intentó tirarme su vaso de cerveza y se lo terminó tirándose a si mismo porque estaba tan borracho que no distinguía ni a quién se enfrentaba.
Él se rió del relato y también de su inocencia, no podía entender cómo ella podía bromear con tanta facilidad con una de las personas a las que Ravka más temía, sin ningún tipo de temor. Aleksander rápidamente aprendió que Vida no era una chica inocente, simplemente prefería olvidar los "decorados" y tratar a la gente como los seres humanos que eran bajo esos títulos, prejuicios y reputaciones que los disfrazan. Ese fue el primer aspecto de Vida que le enamoró, el primero de muchos.
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Latidos [One Shot de The Darkling]
Short StoryA Aleksander solo le importaban dos cosas en este mundo: el poder y el pequeño cuadro que colgaba en su habitación, que retrataba a aquella mujer que tanto amó. Esta es la historia jamás contada de Vida Muller, la grisha que llegó al palacio cien a...