Hazlo saber.

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La gente que camina frente a él pasa e ignora su silueta.

Damian asegura que tres cuartos de los invitados, que rondan por el gran salón y buscan saciar sus apetitos, hasta los más oscuros, desconocen el origen de la reunión previa.

Solamente una mujer de bufanda de piel de zorro enredada alrededor de su cuello se ha acercado a él con la intención de felicitarlo. Es la única que le ha tomado sutil consideración. La mujer es atractiva. No al punto de definirla hermosa, pero sus ojos color miel le dan ventaja junto con el vestido de escote de corazón que acaricia sus curvas; sus rizos canelas caen por de bajo de sus hombros. No obstante, sus iris insatisfechos dicen más que su sonrisa enseñando los dientes. La mujer se va cuando su marido, que triplica su edad, la llama. Ella es joven y Damian piensa que podría haber tenido un futuro próspero si no se hubiera involucrado en el mundo de la avaricia demasiado temprano. Pero ahora es tarde.

Erecta sus hombros y entrelaza los dedos por detrás de su espalda cuando su padre le mira, analizador. Damian digiere que busca la explicación a su apático comportamiento desarrollado en una de las esquinas del evento. ¿No le ha interpretado demasiado bien su discordia a éste tipo de eventos? Con un cabeceo, Damian le deja en claro que todo está bien con él. No quiere ser un peso más a los hombros de su padre. Para su suerte, éste se entretiene con otro potentado, y hablan sobre el decaimiento así como el crecimiento de las ventas sobre sus empoderadas compañías.

Damian medita si la intención de Alfred acerca de intentar descuidar a su padre del trabajo con ésta conmemoración habrá llegado a su propósito, y que no le vea más bien como una asamblea del trabajo.

A diferencia de su padre, incluso el personal de servicio parece disfrutar de la velada.

A un lado, puede ver a Jason retando a Timothy en una competencia de bebidas, cerca de la mesa de licores y lejos de las miradas prejuiciosas. Una sonrisa indeseadamente tonta se refleja en el rostro enrojecido de Drake, muestra de su fracaso.

«Idiotas»

Damian cree que es demasiado temprano para sucumbir a los vicios o desenmascarar sus modales. Tal vez de que el apellido Wayne se vea manchado por sus idioteces. Sin embargo, es su celebración y ha decidido no interferir en su estúpida contienda con tal de que sus presencias no estorben en sus planes.

Por el otro lado, puede observar a un Richard siendo seducido por su propia amante. Richard imagina que sus movimientos obscenos son discretos, sutiles tanto significantes, sin ser consiente de que tiene más de un espectador cuyo interés viaja a la mujer que ahora recorre sus manos sobre su pecho.

Aparta la mirada.

Frunce el entrecejo.

Le parece incorrecto y repugnante sólo cuando las acciones no le pertenecen a él.

Se impacienta.

Quiere ignorar el hecho de que ninguno de los invitados ha hacho el intento de coincidir con él... pero desde el fondo lo agradece. Nunca fue muy comunicativo, en su vida las palabras sobran. Y como si la gente pudiera leerlo, no intervienen en su camino.

Lleva horas postrado en el mismo lugar, sintiendo sus piernas entumecer. El olor a vino es lo único que sale de su boca.

Hace unos cuantos minutos hubiera huido de las uñas sucias de la tacañería; de ser el blanco del anzuelo arrojado. Pero, ahora, que el tiempo se acaba, pide parar las manecillas del reloj antíguo de piso, que reposa a un lado.

Porque lo bueno de la noche aún no se ha manifestado y es la única razón por la cual Damian no ha escapado de las enredaderas que lo sacan de su quicio.

LimerenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora