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Jungkook jamás pensó que el querer lo iba a lastimar tanto como ahora. Amaba, con todas sus fuerzas y lo único que conseguía era empañarse los ojos y agrietarse un poquito más el corazón.
Lo observó desde su sillón, con el ceño y los labios medio fruncidos. Enfocado en ese libro que le regaló por su cumpleaños pasado. Era la tercera o tal vez cuarta vez que Taehyung lo leía. Jungkook sabía cuanto deseaba obtenerlo, aún recuerda el brillo en la mirada del contrario cuando le quitó el envoltorio y una tarjeta de feliz cumpleaños cayó sobre la alfombra.
No sabe si en algún momento la habrían recogido para leerla, esa tarde se la pasaron viendo películas y jugando video juegos. Tal vez Taehyung ni siquiera se dio cuenta de aquella pequeña nota, probablemente. Porque si lo hubiera hecho tal vez estarían en otras circunstancias. De tan sólo pensarlo a Jungkook se le aceleró el corazón, ese día le emocionaba que por fin el mayor se enteraría de sus sentimientos. Pero, ahora solo le aterraba. Por otra parte, le aliviaba que jamás haya llegado esa nota a sus manos.
Es que era mejor dejarlo como estaba, ya estaba acostumbrado. Le era rutinario el despertar con su sonrisa rondando en su cabeza, también cuando lo invitaba a pasar el rato y Jungkook se le quedaba mirando embobado desde lejos cuando el mayor se encontraba concentrado en algo más. Si, definitivamente ya estaba acostumbrado a ahogarse en sus propias emociones.
Habían momentos en los que cuestionaba su cariño, ¿era eso realmente sentir amor por Taehyung? Porque cada vez, cada maldita vez que le daba un subidón de adrenalina e intentaba confesarle sus sentimientos las palabras quedaban atoradas, como si su propia lengua le impidiera el paso. Dejándolo mudo y con el pecho inflado de tantas cosas que pudo decir pero quedaron atascadas en sus costillas. Y le dolían, porque las sentía tan fuerte que pensaba en ocasiones que comenzarían a perforarle la piel.
Entonces tal vez eso no era amar, era ocultar y machucarse por dentro. Eso no era lo que quería darle a Taehyung, su silencio nunca iba a demostrarle cuanto lo quería.
Taehyung se removió en su lugar y cerró el libro dejando el marcador de página sobresalido.
-Tengo hambre.
El pelinegro siguió sus movimientos, Taehyung le esquivó la mirada y la dirigió hacia el estante que se encontraba a sus espaldas. Jungkook se paralizó cuando el castaño comenzó a caminar en su dirección. Y cuando se inclinó sobre su cabeza el aire en sus pulmones quedó retenido, la tela del cárdigan que llevaba el mayor le rozaba la nariz.
Sentía que moría.
-¿Desde hace cuánto tiempo que tienes esto ahí? - preguntó Taehyung moviendo entre sus manos la barra de chocolate que sacó del estante.
Jungkook volvió a respirar.
Levantó los hombros y le hizo un gesto de no tener idea. Aún así Taehyung se sentó en el piso enfrentándolo para desenvolver el dulce y comenzar a comerlo. Y el pelinegro no hacía nada más que observar y escuchar los ruidos provenientes del paquete entre las manos de Taehyung.
