Capítulo #4

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–Déjeme a mí, yo lo voy llevar–, le dijo a la sirvienta que traía un plato de puro cristal con el almuerzo.

–Espere eso no es…–, Allis ni dejó que la sirvienta hablara y se lo llevó.
Cuando ella llegó a la entrada del cuarto del joven, tocó la puerta, su respiración era intensa, comprimía sus labios y miraba la comida que no le parecía ser una delicia, era un puré con vegetales, a Allis le resultaba desagradable e inapropiado para alguien que se muestra ser muy exquisito.

–Adelante–, dijo Bing.

Cuando la chica entra al aposento pudo observar que un libro estaba forrando el rostro del joven, que se encontraba sentado en una orilla de la cama.

–¿Potts? –, preguntaba con el libro en su cara. Allis caminaba a su lado con el plato mientras bajaba la cabeza. –Es una broma no te emociones, ya que no hablas–, dijo el joven que miraba al frente bajando el libro y dejándose ver, Allison hizo una expresión que mostraba que su saliva se cortaba, era un muchacho muy apuesto sin dudas, de cabellos azabache, pero Allis no veía más de eso porque este tenía su cara cubierta de vendas y solo sus ojos, boca y nariz quedaban al desnudo.

–¿Eres tú Potts? –; vuelve a preguntarle Bing que parecía inclinarse ligeramente para escuchar sin dejarse ver más que su lateral.

–No–; dijo la chica que buscaba ver más allá de los vendajes.

–Hasta que por fin decide hacer su trabajo–, el joven no quería treguas.

Allison quería aventarle el plato de puré a su cara, pero sabía que su preciada vida no podía ser destruida por un puré con brócoli. Allis dejó el almuerzo al lado de Bing y se fue conteniendo su furia, odiaba que ese tonto se creyera una estrella cuando en realidad era un minúsculo meteorito. –¿A dónde vas?–, pregunta el chico que sentía como la joven se iba alejando.

–Ya tienes tu almuerzo ahí, es qué no ves–; la joven que estaba de espaldas y apretando su puño, detestaba ser criada, enfermera y todo lo que se relacionara a ser esclava, ser esclava de la realeza no era una opción.

–Parece que tú sí ves la comida, ven a dármela entonces–; este hombre al parecer le daba placer molestar a las personas o será qué es solo con Allison. Ella se dio la vuelta y sin pensarlo fue a lanzarle el plato, nadie le diría qué hacer, ella siempre controló a su antojo a los hombres y este no iba a ser diferente, en el minuto cero que el joven sintió que Allis venía veloz, además de tener la sensación de que habían levantado el plato de su lado provocó que este girara la cabeza instantáneamente a la dirección de la chica. Cuando Allis lo vio con tanta frialdad, se desvaneció la suya y quedó impregnada de su mirada perdida, y se perdió también en ella, su emoción de verse reflejada en la marea de sus ojos la hundía y en lo profundo estaba su corazón que concebía esos ojos azules familiares, pero ahora miraban distinto sobre otra pupila, el hecho de verlo le provocaba mucha seguridad en aquella cárcel que no tenía fin. Aún levantaba el platillo, pero ya no era ella quien lo hacía.

–Estoy esperando mi almuerzo–; dice el joven que con la palma de su mano tocaba un lugar cerca de él, con la intención de que de que ella se acomodara ahí. La chica hacía descender el plato con su cuerpo, ambos estaban cayendo en el sitio que le había marcado el mozo Bing; ¡esos ojos!, se decía todo el tiempo.

–¿Para cuándo? –, dijo el berrinchudo que ya comenzaba a impacientarse. Allis no podía frenar su deseo de mirarlo en lo que tomaba una cucharada de ese puré con vegetales y se lo hace llegar a la boca, boca que no paraba de observar con tanta llaneza, notó que el joven ni realizó el intento de inclinarse a tomar el bocado, sus sospechas empezaban a ser verdad, Allison movió la cuchara a todos lados y el chico ni parpadeó, esos ojos azules estaban completamente ciegos.

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