❝ Día de Mierda ❞

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❝ Día de Mierda ❞

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Jack llegó a su departamento estando agotado, eran casi las once de la noche, había cenado un sándwich de mierda en la comisaría y había estado de turno desde las seis de la mañana. Hacía mucho tiempo que Volkov, su pareja, había salido de trabajar y, la verdad, lo único que quería hacer era echarse en la cama y dormir hasta hartarse.

Se dirigió a la isla de la cocina y se sentó en uno de los banquillos altos que la rodeaban, cerrando los ojos y soltando un suspiro por millonésima vez en el día. Se quitó los lentes de sol y se frotó los ojos, que le dolían junto a su cabeza por leer las letras inentendibles de su malla, pues tuvo que hacer más papeleo de lo que había hecho en bastante tiempo, además de tres atracos, un QRR y otro atraco a licorería con un casi secuestro con Código 1 por parte de unos gilipollas que creían que podían secuestrar a Horacio saliendo existosos e ilesos y sin que Gustabo se metiera con uñas y dientes dispuesto, literalmente, a matarlos. La gente más ilusa que había visto en un buen tiempo.

Escuchó pasos detrás suyo, volteó la cabeza levemente sólo para confirmar su seguridad de que era su pareja quien estaba tras de él. Las manos del ruso se posaron en sus hombros, comenzando a hacer un masaje que le quitó una buena parte del estrés del día.

—Te va a hacer mal trabajar tanto, Jack. —dijo con reproche mientras llevaba sus manos al cuello de este.

—Esos capullos no durarían dos días sin mí, no puedo parar, Volkov —suspiró con arrogancia el mayor, tomando una de las manos de Viktor y dejando un suave beso sobre esta antes de comenzar a juguetear con los dedos del otro—. Vengo muerto.

—Eso ya lo veo —murmuró el ruso con diversión, dejando un beso en el hombro de Jack mientras este seguía repartiendo besitos en su mano—. No es normal que estés así de cariñoso y sin insultar a los cuatro vientos como siempre.

—Cállate, mariconetti.—cortó con reticencia el azabache, mientras seguía mimando la mano de Volkov.

Sintió la otra mano de Viktor subir por su nuca y comenzar a acariciarle el pelo. Jack inclinó la cabeza, buscando más de ese contacto. Escuchó la suave risa de Volkov, que seguía con sus mimos y había comenzado a dejar besos en su cuello que muy lentamente se volvían más húmedos, además de que la mano que estaba en su cabello había bajado hasta posarse en su cintura. Jack soltó un suave suspiro al sentir los tibios labios del ruso en su cuello, por instinto había inclinado la cabeza para darle más espacio.

—Vik, no se si tengo ganas...

Sintió al peligris reír en su cuello de manera seductora.

—Tú tranquilo, tengo un plan, no accederías si no estuvieras tan cansado —dijo, mientras desabotonaba un sólo botón de la camisa de su marido, por la parte de abajo, y metía su mano para comenzar a acariciar su torso. Jack no pudo contener el escalofrío de placer que le provocó el frío tacto de su ruso—. Mire cómo se pone sólo con que lo toque, superintendente. Y luego dice que no tiene ganas.

—Joder, Viktor —suspiró, con algo de resignación al notar que ansiaba más de ese tacto—. Te voy a degradar a alumno, anormal.

Jack se levantó del asiento, dispuesto a dejar de mostrarse tan vulnerable frente al ruso y hacer que pagara por excitarlo de esa manera, pero lo único que pudo hacer fue quedarse perplejo cuando Viktor estampó sus caderas en el borde de la isla, aprisionándolo completamente. Automáticamente supo lo que el ruso quería hacer y algo de miedo lo invadió, hacía casi un año que no lo hacían de esa forma.