Epílogo

739 69 43
                                    

Según una creencia tradicional oriental, todos nacemos atados a un hilo rojo, el cual nos conecta con el amor de nuestras vidas. Este hilo puede estirarse, acortarse, doblarse y dar la vuelta al mundo, pero jamás se corta. Esta bonita manera de graficar el destino de nuestras vidas, nos explica que tan fuerte son los poderes del amor. Dos personas entrelazadas por el destino, llámese hilo rojo o no, siempre terminarán encontrándose y permanecerán ligadas para siempre.

La primavera estaba llegando cuando ingresó a la cafetería con una expresión de cansancio, estornudando contra su bufanda mientras soltaba un quejido bajo.

A pesar de que hubiera sol, se seguía sintiendo un viento helado que obligaba a todas las personas a salir abrigadas para no terminar con un resfrío, y él no iba a ser la excepción, porque siempre había tenido un sistema de salud algo delicado; por otro lado no podía enfermarse porque tenía que seguir trabajando, no le gustaba dejar sus cosas tiradas por algo tan mínimo como un resfriado.

Odiaba esos primeros días de primavera, cuando esos días era una mezcla de calor y frío imposibles de combatir.

- ¿Qué va a querer, señor? -preguntó la cajera.

- Un capuchino de vainilla para llevar - pidió extendiendo los billetes para pagar.

-Lo llamaremos cuando esté listo, ¿cuál es su nombre?

-Nakamoto Yuta.

La chica asintió y Yuta caminó para sentarse en la barra, mirando por el ventanal de la calle.

El día anterior, Taeil le había enviado un mensaje diciéndole que ya no podía seguir en una relación con él, así que Yuta volvía a estar "oficialmente" soltero, aunque si era honesto con todo el mundo... Tampoco es como si hubiera tenido una relación estable luego de su fallido matrimonio, cinco años atrás.

Cinco años desde la última vez que vió a Mark, llorando en la puerta cerrándola para luego solo existir el silencio.

Una vez que Mark se marchó, Yuta terminó su relación con Sicheng, que le miró con una frialdad enorme y desprecio en sus ojos, pero a Yuta no podía importarle menos, no cuando se sentía vacío, perdido por dentro, como si algo no estuviera bien a su alrededor.

Había vivido más de trece años con la constante presencia de Mark a su lado, ya sea como amigo, novio o esposo, y las cosas sin él se sentían extrañas, pero sobretodo, desconocidas.

Luego de eso no tardó en ir a la oficina del gerente de la empresa, presentando su carta de renuncia para luego vender el departamento en donde había vivido con Mark por diez años, mudándose a un lugar más pequeño, con una cama individual donde no sintiera esa constante soledad que le había invadido ese último tiempo desde que Mark se marchó sin mirar atrás, siendo contratado unas semanas después en una pequeña empresa mobiliaria, donde nadie lo conocía ni lo juzgarían.

Aunque eso no evitó que rompiera a llorar cuando estaba guardando unas cajas y encontró ciertos papeles que Mark había abandonado: eran esos papeles de adopción que nunca le mostró a Yuta, porque cuando lo iba a hacer, comenzó al principio del fin.

Yuta lloró, desesperado, leyendo los trámites, recordando todas esas veces en las que hablaron sobre adoptar, sintiéndose más miserable que nunca por no haber pensado un poco más en el corazón de Mark. Luego guardo los papeles del fondo del cajón, prometiéndose que, algún día los, volvería a leer.

De esa forma comenzó una nueva vida como soltero, aunque siendo sincero, nunca se quitó el anillo de matrimonio aunque las actas de divorcio ya estaban firmadas, así como Mark lo hubiera querido.

Hubo un breve instante donde pensó no seguir llevando a cabo el divorcio, después de todo, Mark se había marchado, ¿cómo iba a saber él que los trámites nunca se llevaron a cabo? Así, si Mark volvía, podría insistir en ello, podría...

~𝙰𝙿𝙴𝙶𝙾~    𝚈𝚄𝙼𝙰𝚁𝙺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora