Tantas son las injusticias en el mundo y tan pocos nos dedicamos a estropearlas, pero, ¿cómo no temerle a hacerlo? A veces, el injusto hará lo más macabro que puede idear con tal de vengar las falacias que metió en las bocas de muchos. Me llamo José Ruiz, un periodista que lleva mucho tiempo en la búsqueda de mentiras escupidas por aquellos que dicen luchar por Dios y la Patria, para así sacarlas a la luz y hacer que el gobierno de Lithuan caiga pedazo por pedazo —O al menos eso creía yo.
Fue hace apenas dos semanas que ocurrió. Me encontraba escribiendo mi nuevo artículo "Iudicat", una pieza que desvelaría todo lo que se ha escondido por años y, técnicamente, el pico de mis capacidades periodísticas. El principal tema de aquel artículo era la deshonra que muchas veces traería el que alguien se llame "juez", puesto que suelen haber farsas y confabulaciones que llevan a miles de pérdidas humanas. Mi investigación y narración iban bien, como dije, esa tarde silenciosa yo me encontraba escribiendo "Iudicat" y estaba emocionado por mostrarle mis avances a mi esposa y compañeros del diario. Recuerdo que el sol se escondía y el viento era fresco y fuerte ―incluso un zumbido venía de la vieja ventana frente a mí. Sí, dije vieja ventana, la ventana que llevaba ya cuatro años sin poder cambiar aun y cuando no se podía cerrar del todo, pero qué culpa tenía yo si los periodistas honestos no es que ganáramos la gran cosa, de hecho, el apartamento en el que vivía era muy pequeño: Una salita del tamaño de una bodega de jardín, una cocinita con una estufa de cuatro hornillas Electric General, una pequeña nevera ―que sonaba como aire acondicionado― y una mesita con dos sillas de metal y cojines. Del cuarto ni siquiera voy a hablar.
Me encontraba en mi silla favorita ―plástica, parte del set "tan caro" que tenía― y, al instante en que me levanté para traer más galletas y té, sentí cierto pinchazo en mi nuca, un pinchazo similar al de una hormiga con cabeza negra picándote en el pie. Me toqué la nuca y apenas sentí
algo como plástico cuando un ardor penetrante recorrió mi cuerpo y caí desmayado.
Desperté en la oscuridad. Solo se escuchaba una llovizna y goteras que provocaban eco en toda la estructura en la que me encontraba. Mi primera impresión fue de algún almacén ya que una vez unos delincuentes me habían metido en uno ―me salvé gracias al constante monitoreo de mi andar por parte del diario. Traté de moverme, pero algo más ocurría, algo que me asustó de verdad; no sentía mis piernas, ni mi brazo derecho y, para colmo, mis labios estaban húmedos y muy adormecidos. Con mi mano izquierda, usando el dedo índice, acaricié mis labios para darme cuenta de que estaban costurados y llenos de sangre.
Mi corazón comenzó a palpitar muy rápido y sudé mucho al darme cuenta de la atrocidad a la que me enfrentaba; labios costurados, un brazo tan bien atado y posicionado que no le sentía y unas piernas casi clavadas en el piso. Me desesperé y moví mucho, pero parecía que algo había logrado con ello. Una luz tenue apareció frente a mí ―como una bombilla desgastada―, revelando una hojita de papel en una mesita. Inspeccioné el papelito y, para mayor terror, éste no contenía más que un "Sí" en un lado y un "No" en el otro. Parecía haber sido arrancado de algún cuaderno viejo. Esos son los únicos detalles que sobresalían de esta misteriosa hoja de papel.
Me la pasé temblando, sudando y llorando un poco mientras observaba mis alrededores e inspeccionaba más la hojita cuando la luz se apagó y se encendió otra. Esta vez la luz estaba a unos veinte metros frente a mí y revelaba un texto debajo de ella... "¿Brazo?". Cuando leí eso, realmente no se me ocurrió nada y los sonidos de las goteras y lluvia no cooperaban con mi concentración. Pasé otro rato analizando e inspeccionando hasta que se me ocurrió algo; la nota me hacía elegir.
La nota, al momento en que la revisé, quedó en otro sitio de la mesa, mostrándome así un pequeño espacio marcado para ponerla. Supuse entonces que, al tener mi boca costurada y piernas atadas, lo más probable es que esa nota debía ser para yo poder elegir sin decir nada ni tratar de escapar. La manera en la que intentaría esto sería la siguiente: Dependiendo de la pregunta ―si es que todas iban a ser preguntas― yo pondría el lado "Sí" o el lado "No" en el espacio descrito anteriormente, así se haría lo que yo eligiera para lo que fuera que debía hacer cada pregunta. Por miedo a lo desconocido, giré el papelito a "No" y, en efecto, nada pasó. La luz se apagó y me esperaba que algo ocurriera, pero parecía que mi decisión hizo absolutamente nada.
Otro rato en el sitio infernal ese y otra luz apareció, ahora me preguntaba por "la ventana" y, para mí, no había ninguna ventana cerca. Al saber yo que mis decisiones por medio del papelito no hacían nada si elegía un no, preferí entonces poner la hoja en sí. Elegir un sí a la interrogante hizo que se escucharan varios chillidos por todo el edificio, por lo que miré a todas partes y noté cómo luces de la carretera a lo lejos se podían ver por fragmentos, también cómo, detrás mío, había una silueta de un árbol moviéndose bruscamente con el viento; alguien había corrido las cortinas de las ventanas, pero ¿quién?
La situación ahora me era más clara; he sido secuestrado y tengo que huir, pero el gracioso que me tomó está jugando conmigo y mi salud mental. Debía, entonces, seguir tomando decisiones hasta que llegara algún punto en que una de ellas me fuera beneficiosa para huir.
Me dormí un rato, tenía un poco de hambre y ganas de orinar cuando otra luz apareció, la pregunta era "¿Piernas?", a lo cual, sin pensarlo dos veces, dije que sí. Sentí otro pinchazo en mi nuca y tal como en mi apartamento, logré medio sentir una pieza plástica cuando mis párpados se cerraron y quedé inconsciente. Al despertar logré identificar dónde había piso y dónde no, ¡Mis piernas habían sido desatadas! Moví mis piernas arriba y abajo reiteradas veces, lleno de alegría y esperanzas de salir. Intenté mover la silla en la que estaba sentado para ver si tal mueble estaba pegado al piso y resultó que no; yo podía mover la silla, solo que mi brazo derecho seguiría atado a ella. Con la libertad de moverme a lo largo del lugar, fui avanzando lentamente, arrastrando la silla hacia la ventana que estaba detrás mío. La silueta del árbol ya estaba quieta y fue allí que me percaté del silencio, lo cual quería decir que la lluvia había parado y que, tal vez, ya llevaba más de dos horas en el lugar.
Me la pasé imaginando cómo era el sitio tal y como narraba Edgar Allan Poe en "El pozo y el péndulo", hacía aproximados de las medidas del lugar por medio de qué tanto caminaba mientras tocaba una pared y usé otros pequeños métodos, pero, al parecer, la vida no es así de sencilla o al menos el sitio en el que yo estaba no era un pozo. Lo que sí logré descubrir es que, sin duda alguna, el edificio era de bloque con algunos detalles de madera de guayabo ―algo que me recordaba mucho al edificio del diario. También me era obvio que había orificios en el techo ―puesto que las goteras eran muchas― y que el amueblado del lugar estaba intacto ―ya que podía tropezar de vez en cuando con mesas y sillas. Con todos esos detalles llegué a la conclusión de que el lugar en el que estaba no llevaba mucho abandonado y que solía ser un edificio muy bonito.
Mientras el ruido de la silla siendo arrastrada molestaba, una luz nueva apareció en dirección a las 10 de la mesita y donde estaba la silla originalmente, a unos veinte metros al igual que antes. Esta vez me acerqué a la luz para ver más a detalle qué era lo que me permitía elegir mi destino. Al ver la luz de cerca me fue claro que aquello eran bombillas Edison y que los textos estaban escritos en la pared con la típica pintura resistente al moho. La pregunta de ahora era, de nuevo, "¿Brazo?" e inmediatamente corrí, arrastrando la silla hacia la mesa y puse la hoja en Sí. Ya me esperaba lo que ocurriría y, una vez más, un pinchazo en mi nuca acompañado de un ardor y caí desmayado. Ahora la silla no estaba y mi brazo derecho se movía. Lo primero en lo que pensé fue la libertad, cosa que me hizo correr como loco, agitando mis brazos y tropezando una y otra vez con muebles del lugar. Mi alegría, sin embargo, no duraría mucho; ahora tocaba moverme a lo largo del edificio y tener una idea más clara de lo que acontecía. Fue a partir de allí que las cosas se hicieron verdaderamente macabras.
La siguiente pregunta era acerca de mi esposa, lo cual me pareció preocupante. No es necesario que le resalte qué decía el texto, puesto que usted ya se lo podrá imaginar. Al ver que mi esposa estaba involucrada en esto me alarmé y no sabía qué decir, considerando el hecho de que responder "Sí" solía traer un desenlace agradable, pero, ¿qué tal que este no fuese el caso con mi amada? Digo, podría ser que la pregunta fuera sobre secuestrar a mi esposa o incluso matarle. No podía arriesgarme a tal cosa. Debía tomar una decisión y mi corazón palpitaba muy rápido, el hecho de que mi laudo con ese papelito podía acabar con la vida de mi compañera me era horroroso. Puse un rotundo "Sí".
Me quedé arrodillado, llorando. Quizás había hecho algo mal. ¿Qué tal si la maté? Me pregunté eso mucho en aquella hora, pero no era tiempo de llorar sobre la leche derramada y tocaba esperar por la siguiente pregunta ―la cual anhelaba con ansias.
Ya me había hecho una idea de que mi decisión final se acercaba ―podía moverme y escapar fácilmente― y así fue. Cuando intentaba abrir la ventana trasera vi en la silueta del árbol otra bombilla y otro texto, el cual decía "¿Puerta?". Esta vez corrí con toda mi energía restante, con sed y hambre, adolorido y preocupado. Corrí y puse la nota en "Sí". Un sonido de varios pasos se escuchó en lo que parecía ser un pasillo no muy lejano de donde estaba. Se encendieron varias bombillas y yo las seguí para darme cuenta de que éstas llevaban a la salida. ¡Fui liberado!
Salí del edificio y justo cuando di mi primer paso en la calle, las luces de un rótulo se encendieron sobre mí. Éste decía "Diario Xatruch" ... El diario en el que yo trabajaba. Allí caí de rodillas de nuevo, viendo cómo ahora comenzaba a arder en llamas el edificio donde trabajé hace un día por última vez. También vi cómo cadáveres eran aventados de una ventana por el costado derecho de la construcción. ¡Habían atacado el Diario!
Me tocaba huir del sitio y ver si mi esposa estaba bien. Gracias a Dios mi apartamento no quedaba lejos de mi sitio de trabajo ―A unas cinco cuadras― y pude usar otro poco de energía para ir a toda velocidad hacia el complejo. Corría mientras humo salía de mi boca gracias a los nueve grados Celsius, las calles estaban vacías por la oscuridad de la madrugada y uno que otro carro con posibles delincuentes pasaba a lo lejos. Llegué al complejo y estaba vacío, desordenado y lamentable en general. Subí por las gradas al tercer piso, buscando mi apartamento y allí estaba mi posada con su puerta abierta, forcejeada y, justo en la salita, mi esposa muerta. Mi esposa tenía unos papelitos alrededor de su cadáver, uno decía "¿Piernas? Sí", otro decía "¿Brazo? Sí", y otro "¿Puerta? Sí" ... Me duele recordar esta escena, pero debo decirle para que se dé cuenta. Mi esposa yacía muerta, sin sus piernas, sin su brazo derecho, con sus labios costurados y la puerta de su habitación destrozada. Lloré mucho sobre su cadáver y salí con toda mi ira al pasillo para buscar a quien estuviera detrás de esto, pero me llevé otra ingrata sorpresa... Con mi morada invadida, mi lugar de trabajo destruido y mi esposa asesinada, ahora estaba en la pared de aquel pasillo el texto "Iudicat" en color rojo, sobresaliendo y diciéndome "Tu vida ahora corre peligro".Mejor morir luchando por lo correcto que vivir siendo cómplice de aquello impuro y maquiavélico.
"Porque el que quiere salvar su vida, la perderá; pero el que pierde su vida por mi causa, la salvará"Lucas 9:24
ESTÁS LEYENDO
Iudicat
Short StoryEl segundo cuento de nuestro libro, "Mis pensamientos son un cuento". ¡Disfruta de esta narrativa gore de suspenso, llena de crítica y reflexión! ¡Adquiere el libro completo para disfrutar de las siete narrativas!: https://www.amazon.com/dp/B08VJLF1...