I

13 0 0
                                    

- Ahí viene.

- ¿Quién?

- "El lobo" - un coro de risas sobresaltó a Jessie. Ella dirigió sus ojos al chico, siempre melancólico, que estaba sacando sus libros del locker; sintió pena.

El grupo de chicas burlonas a su derecha lo habían apodado así porque decian que lucia aterrador, que con esa mirada bien podría ser un animal salvaje, pero ella sabía que solo querían su atención.

Jessie pensó para sí que Darien parecía más un dios, de esos que estudiaron en primer año, uno poderoso y hermoso, la mandíbula marcada, alto como un arbol, con el cabellos como el chocolate más oscuro, la hacia pensar en Hades, dios del inframundo y protector del tártaro, la misma aura de tranquilidad y su mirada intensa y diferente; es, pensó para sí, sexy. Pero, se dijo, tienen un poco de razón, cuando te mira no parece humano.

Su celular vibró dentro del abrigo que le había robado a su hermano en la mañana y tuvo que dejar de mirar a Darien para contestar.

- Hola - murmuró tomando sus libros con una mano tratando de no tirar ninguno, pero fue imposible cuando escuchó la voz rota de su madre pidiendo en susurros que viniera cuanto antes a casa, que algo había pasado. Nunca había escuchado a su madre de esa forma. No lo pensó y salió corriendo chocando con el grupo de chicas en el camino.

Su casa quedaba a veinte minutos a pie de la escuela; corriendo, con suerte, llegaría en diez. Su teléfono se había quedado sin batería luego de que su madre colgara de golpe, quedando inútil.

Su corazón golpeaba con fuerza en su pecho y sus piernas empezaban a fallar, a pequeños tropezones llegó a casa; la última al final de la calle, en la linde del bosque, una gran extensión verde de árboles que parecía no tener fin. Aterrada descubrió que la puerta estaba abierta, armandose de valor olvidó el cansancio y se adentró en la oscuridad de su hogar.

...

La casa de los Licarius no era especialmente grande, se dividía en cinco habitaciones, un living-comedor, una cocina, un baño y dos habitaciones.

Un lugar acogedor decorado en colores tierra; el cálido hogar de la familia recibió a los oficiales de policía con un frío silencio, los colores tierra fueron reemplazados por el rojo oscuro de la sangre seca y el orgullo de Tom Licarius, la cabeza disecada de un alce de un tamaño descomunal, los miraba desde el suelo con tristeza en sus ojos muertos, las figuras de porcelana de Sofia Licarius, los saludaron con pequeños chirridos al caminar sobre ellos y el cuerpo de Elias Licarius parecía estar apuntandolos con una mano ensangrentada desde la puerta de la cocina, acusador, lo primero que notaron fueron los zarpazos, largos y profundos, en la piel del muchacho. Avanzaron con la esperanza de encontrar algún sobreviviente, pero sólo  encontraron al mismo Tom, frío como un témpano, muerto en el suelo del baño junto a su esposa, ambos con los mismos zarpazos rasgando su piel; la última fue Jessie, fue encontrada en la habitación que compartía con su hermano, aún con vida. Trató con todas sus fuerzas de hablar cuando vio a los oficiales acudir a ella.

- Volvieron... ellos... - se detuvo con una sacudida, la sangre brotó de sus labios, pero continuó - se vuelve... realidad... otra vez... The hunt... ocurre...

Su voz se cortó por otra sacudida, pero no volvió a hablar, su cuerpo de repente inerte y sus ojos fijos en la pared de su cuarto.

...

Los oficiales describieron el caso como ataque animal, tal vez de un oso hambriento u otro animal semejante, que habria tomado a la familia desprevenida, el caso se cerró y la casa paso a manos de los familiares más cercanos.

The huntDonde viven las historias. Descúbrelo ahora