Una dulce velada en el café de media noche.

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Nueva York, 1954

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Nueva York, 1954.

12:01 a.m.


Tras ubicarse en el asiento de la barra, junto a la mujer vestida de rojo, Arthur exhala el humo de su cigarro que termina por impregnar el local con su peculiar aroma.

-Un espresso con crema de vainilla, por favor -dice Betty, dirigiéndose al empleado.
-¿Desea algo más? -le pregunta el empleado.
-Un hombre que realmente merezca la pena -bromea la mujer, que luego da un leve suspiro.
El empleado ríe, pues comprende el motivo de tal petición.

Betty visita el lugar por segunda vez.
Sabe que puede acudir allí luego de un día agitado, un rechazo amoroso, o cualquier otro evento doloroso que requiera el consuelo que solo una taza de café y un acompañante sincero pueden brindarle.

Johnny, el empleado a cargo de cubrir el turno de media noche, es quien atiende a la mujer.

***

Vino por primera vez cuando Johnny apenas comenzaba su jornada, a las 12 en punto de la madrugada.

Solamente al cruzar por la puerta, la recién llegada ya había llamado la atención de todos los que se encontraban en el local. Su belleza era radiante, y los hombres del lugar no pretendían discutirlo.
Betty se percató de la escena y prefirió posarse en la barra más cercana al mostrador. Su rostro denotaba una profunda tristeza y Johnny, al darse cuenta de esto, no dudó en preguntarle.

Al principio, la mujer se mostró renuente, pero conforme el hombre le insistía con aparente amabilidad, finalmente logró convencerla.

Betty no estaba totalmente segura de querer contarle sus penas a un desconocido, aunque pensó en que ya no tendría nada más que perder, de todos modos, nadie más iba a escucharla. El hombre parecía tener la intención de querer ayudarla, pues su preocupación se notaba sincera.

-Si es que prefiere no decirme, yo lo entenderé. -dijo el hombre-. Quizá estoy tan acostumbrado a que las personas me cuenten sus historias que tiendo a pensar que todos harán lo mismo.

En ese momento, fue cuando la mujer decidió confiar en él. Comenzó limpiando el rímel de su rostro, que empezaba a derretirse por las lágrimas que ahora emanaban de sus ojos.

-No sé por dónde empezar. Sinceramente, no suelo desahogarme con una persona cuando recién he hablado con ella; sin embargo, usted me ha transmitido cierta confianza. -dijo Betty.

Johnny esbozó una sonrisa y le pidió a la mujer que continuase.

-Puede llamarme Betty, si así lo desea, ese es mi nombre. -continuó luego de aclararse la garganta.

What I call... Little stories [Lo que yo llamo...Pequeñas historias].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora