Esta historia lleva mucho tiempo en mi computadora así que decidí publicarla en esta plataforma. Los personajes pertenecen a otro original que subo aquí, sin embargo, no es necesario haberla leído para comprender esta, ya que el relato es completamente independiente. Prácticamente un mundo alterno.
Disfrútala.
____________________
Demasiado lindo como para resistirse.
Adrián tenía curiosidad por aquella casa que se veía tan enorme y sin embargo, resultaba tan pequeña para los adultos. Para entonces, contaba con ocho años y ya caminaba como Pedro por su casa en aquel lugar desconocido. Miró las escaleras y solo bastó un segundo para considerar apropiado subirlas; sus ojitos grandes y verdes miraron cada escalón y empezó a subirlos, dando saltitos como el niño que era.
No se suponía que debía de andar de curioso. Esa no era su casa. Era la casa de la vecina que su madre había venido a conocer, después de todo acababan de mudarse y a aparte de su hermano gemelo, Adrián no tenía más amigos. Ese día tuvo que quedarse junto con su madre por el repentino dolor de estomago que sintió en la mañana, ya estaba mejor, pero se aburría sin su gemelo, quien debía estar riendo y jugando en la escuela.
Cuando llegó al segundo piso, viró la vista hasta las escaleras, considerando la idea de volver a bajarlas tan solo para entretenerse. Además, su madre se encontraba en la sala de estar con la vecina y se preocuparía mucho si no lo tenía a la vista. Pero Adrián no quería estar entre los adultos, él quería encontrar algo para divertirse. Miró a su derecha y luego a su izquierda, alternando la mirada entre los pasillos que daban a las habitaciones.
Se decidió por el pasillo izquierdo, caminando y mirando con curiosidad cada puerta que se le presentaba. Debían de ser cuartos de la gente que vivía allí. Se preguntó si habría niños de su edad con quienes jugar, pero los cuartos parecían silenciosos y la verdad era que los niños no eran silenciosos. Abrió la primera puerta por pura chiripa, asomando su cabecita llena de hilos rojizos dentro del cuarto.
No había nadie.
Aun dubitativo, entró sin ser invitado, observando cada objeto de aquel cuarto tan ordenado. Sus ojos verdes se posaron en la cama y sin pensarlo dos veces se subió a ella. Rió con la sutileza de la tela y con la pomposidad de la cama; era suave y esponjosa. Su instinto travieso pudo más que el respeto ajeno, así que se quitó las zapatillas y empezó a brincar, saltando cada vez más fuerte, desordenando la cama.
De repente, alguien entró a la habitación donde él se encontraba. Al parecer se trataba del dueño; un chico joven, con ojos del color de la miel y tan alto como para parecerle un adulto. El joven se detuvo a medio camino, tomado por la sorpresa de un invitado inesperado.
—Tú debes ser el hijo de la señora que habla con mi madre, ¿Cierto? —el niño subió y bajó su cabeza, asintiendo. El muchacho continuó mirándolo, a él y a su cama desordenada—. ¿Por qué estás brincando en mi cama?
—Me gusta saltar — respondió sin cohibirse, fijándose en que aquel joven miraba sus ojos. Eso solía pasarle a mucha gente que conocía, según ellos, él tenía ojos bonitos, ojos verdes—. ¿Te gustan mis ojos?
—Por supuesto que sí. Es agradable ver a personas con ojos de colores.
—¿Agradable?
—Bastante agradable, son bonitos, ¿No te gustan?
—No — la verdad era que sus ojos eran la cosa que menos le gustaban, eran demasiado verdes. Demasiado intensos. Él creía que sus ojos eran feos—. No me gusta el verde. Me gusta más el amarillo, como los tuyos.

ESTÁS LEYENDO
Demasiado lindo como para resistirse
ContoDecirle no a esos ojazos verdes resultaba imposible. A él le gustaban esos ojos que se parecían al verde de la primavera, lo hechizaban y Adrián lo sabía. Por eso se aprovechaba de eso. Después de todo, él era demasiado lindo como para que resistirs...