Catecismo parte 1

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Recuerda con inusual claridad aquel sábado de primavera en el que su madre lo llevó por primera vez al catecismo, el olor a cera y a viejo lo hacían querer vomitar, los otros niños lo incomodaban y los sermones del padre... pocas veces llegaron a hacerlo reflexionar más de 2 minutos, la biblia, tan mística; tenía tan poco significado para él, como el de un montón de cuentos de terror de los que se usaban para hacer que los niños se comportaran por la noche.

Un par de meses, tal vez incluso menos, fueron suficientes para dejar claro el hecho de que jamás, incluso si realmente ponía ganas en ello, iba a recibir a Dios en su corazón; o lo que es lo mismo, comprender de la misma manera que sus compañeros las intrínsecas enseñanzas dadas cada sábado en el templo, esas mismas que su católica madre insistía en que aprendiera.

Siendo un niño de pensamiento más simple, Frank terminó evidenciando su completa falta de fe y su nula devoción a Dios tras sólo un par de preguntas, los rostros sorprendidos del catequista y del sacerdote hicieron que se preguntara si había dicho algo malo, pero de todas formas, simplemente había contestado con su propio punto de vista al claro intento del padre de llamar su atención, que se había enfocado en una mancha en la alta pared del salón.

Ese día, cuando su madre pasó a buscarlo, el catequista le pidió que entrara y hablaran un momento mientras Frank esperaba afuera. Ahí sentado en una de las escaleras, se quedó observando a dos hormigas que caminaban por el suelo del patio cargando el cadáver de otra hormiga más pequeña. Cuando entonces, un tenis converse, ya muy gastado, se posó encima de los insectos. Inconscientemente exclamó un pequeño -Ohh- por lo bajo y subió su mirada hacia el dueño de los zapatos.

Llevaba un pantalón azul de segunda mano, y una playera roja descolorida; sobre ella, una chaqueta que le quedaba grande lo cubría hasta la mitad de los muslos. El niño, que no podía ser mayor que él, reaccionó ante su pequeño susurro e inclinó su cabeza ligeramente de forma extraña, tenía puestos unos lentes oscuros algo cuadrados y en su mano sostenía un bastón muy largo, por lo que de inmediato Frank supo que aquel niño, de centelleante cabello rojo, era ciego.

-Tú... eres el que le dijo al padre Lantom eso ¿no?  "¿Qué no los hombres con carácter siempre están malparados en la biblia?" en el catecismo de hoy ¿verdad?- su voz sonaba curiosa, aunque no pudo evitar escuchar en ella algo de molestia también.

-Sí... tú... ¿Cómo me reconociste? - el chico simplemente se encogió de hombros y como si recordara que tenía algo que hacer, siguió su camino a pesar de que él había iniciado la conversación, Frank lo detuvo -¡Espera!

El sonido del bastón rasgando el concreto se detuvo abruptamente y su cabeza roja se giró, esperando. Frank supuso que no quería desubicarse, y por ello sus pies se mantuvieron en su lugar -Tú... yo nunca te había visto, ¿también estás en el catecismo?- A pesar de que había impedido su partida para observarlo bien dado que lucía bastante singular, Frank no mentía, nunca lo había visto antes y aún así, él había recitado sus palabras casi de memoria, por lo que se sintió extrañado.

El otro sólo respondió con simpleza - Sí, pero me siento atrás de todos.

-Ohwn- Como haciendo un gesto de "¿ya me puedo ir?" el niño volteó hacia adelante y luego a él dos veces, -Bueno... ehhh ¿Cómo te llamas?

-Matt ¿Tú?

-Frank.

-Me dio gusto conocerte Frank, pero me tengo que ir- con la facilidad de palabra propia de un adulto, Matt se despidió y después salió a paso acelerado hacia quién sabe donde.

Frank susurró un adiós imperceptible y se quedó mirando al piso de nuevo, no mucho después, su madre salió con cara como de irritación y lo llevó a casa entre regaños. Pero él no pensó mucho en ello, su mente estuvo ocupada por Matt todo el tiempo, había algo del muchacho, tal vez, como un aura, una sensación de falsa parsimonia y un sentimiento como de rabia contenida que lo llamaban hacia él.
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