Jeno odia a la gente. Son ruidosos, agresivos, molestos, y agotadores. Pasa su tiempo libre en casa, pirateando o programando. Le gusta cuando está tranquilo. Pero un día, un tipo de cabello rubio claro se muda a la casa de al lado. Un chico que sie...
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Las personas son todas iguales. Ruidosas, agresivas, molestas, agotadoras. No me gustaba la gente. Prefiero pasar mi tiempo en casa, en mi computadora, jugando, o viendo dramas en vez de pasar tiempo con mucha gente. Pero la mayor parte del día, cuando no estaba en la universidad, pasaba mi tiempo pirateando. Esa fue también la forma en que gané mi dinero para pagar el alquiler de este apartamento de una habitación. Era pequeño pero más que suficiente para mi. Cocina, baño, una cama, algunos armarios, una pequeña televisión y lo más importante era mi escritorio con mi computadora, que tenía dos pantallas y un teclado especial. También tenía una computadora portátil para la universidad, pero la usaba principalmente para hackear cuando no estaba en casa. Me mudé de la casa de mis padres porque ya no podía escuchar sus constantes quejas. Odiaban que estuviera estudiando informática y por eso se quejaban constantemente y en algún momento no pude soportarlo más. Hoy en día, solo los visitaba en días festivos especiales porque me había distanciado mucho con ellos. Simplemente no entendían que me gustaba estar solo, que me gustaban las ciencias de la computación, que simplemente no era social. Y ni siquiera era como si no tuviera amigos en absoluto. Estaba Donghyuck, que era una persona muy sociable y todos lo adoraban por su apariencia. Lo bueno de él era que también era callado y me respetaba por lo que era y no cuestionaba mi estilo de vida. Me dejaba solo cuando quería estar, pero también estaba allí cuando necesitaba a alguien, aunque no le dije que algo andaba mal conmigo.
Hoy empezó como de costumbre. Me levanté, me duché, me vestí, desayuné, empaqué mi laptop, me puse los audífonos para aislarme de todos los ruidos de la ciudad y salí de mi departamento. Asegurándome de haber cerrado la puerta correctamente, no quería que nadie robara mi computadora, era mi único amor verdadero, bajé lentamente las escaleras y comencé la caminata de cinco minutos hacia el campus. Afortunadamente, el edificio de apartamentos no estaba lejos del campus. El único inconveniente era que fue hecho especialmente para estudiantes universitarios. Y los estudiantes universitarios tendían a ser ruidosos. Mucho ruido, y muy fuerte. Mi último vecino invitó a su novia con demasiada frecuencia. Me estremecí ante los horribles recuerdos de todos los ruidos que hacían. Una vez, incluso hicieron que un libro se cayera de mi armario porque golpearon la pared con demasiada fuerza, pero afortunadamente, se mudó por alguna razón. No lo sabía y no quería saberlo. Me alegré de que se hubiera ido. Desde entonces, nadie se había mudado a la casa de al lado y disfruté del idílico silencio.
