La luz me despierta muy temprano. Me cuesta conseguir abrir los ojos. Estoy demasiado cansada. Todo parece normal hasta que me doy cuenta de que no he dormido en casa. Me asusto y rápidamente intento buscar una respuesta. Salgo de allí con mis cosas e intento buscar la puerta de la calle para escaparme de allí lo antes posible. Paso por el salón intentando no hacer ruido pero una voz hace que geite del sobresalto. Un chico joven y alto me mira fijamente con su mirada color café.
—Eh tranquila...no voy a hacerte nada.
—No te acerques a mi ¿quién eres? Y ¿por qué estoy aquí?
—Lo siento no pretendía asustarte, soy Jonatan, te traje a mi casa porque anoche estabas sola cuando te desmayaste. Yo solo quisé ayudarte.
—Despertarse en casa de alguien que no has visto nunca, asusta y mucho.
—De verdad que lo siento, no podía llevarte a casa ya que estabas inconsciente, así que opté por traerte aquí y cuando despertases llevarte a casa.
—Muchas gracias Jonatan.
—No me las des, ¿cuál es tu nombre?
—Me llamo Andrea.
—Vamos Andrea, tus padres estarán preocupados. ¿Será mejor que los llames no?
—Si es verdad. Gracias por preocuparte.
Le explico el trayecto, el mientras me hace preguntas a las que prefiero no contestar, no me apetecía decirle por qué estaba sola anoche o por qué estaba llorando. No le conocía de nada como para contarle mis problemas. Prefiero mantenerme callada y distanciada ya que la situación me parece muy extraña y no me transmite nada bueno.
-Bueno una vez más, gracias Jonatan por lo que has hecho está noche por mí.—¡Andrea! ¡Espera!— Oigo que me dice cuando estoy a punto de entrar a casa.
—¿Qué?
—Espero volverte a ver.
—Adiós, encantada.
Se que he sido fría y borde con él, pero tendrá que entender que así soy yo. Además me cuesta demasiado confiar en la gente y la mayoría de las veces me critican por mi comportamiento poco cariñoso hacia los demás.
—ANDREA!!!— Dice mi madre gritando y malhumorada.
—Mamá, papá, estoy bien, solo salí a dar una vuelta anoche y me perdí, un amigo me encontró y me llevo a su casa. Ha sido muy amable y también ha querido traerme a casa.
—Estábamos muy preocupados y papá está muy enfadado. Has tenido suerte de que te encontrara tu amigo.
—Ya lo supuse. Tranquilos que no me ha pasado nada.
-Podría haberte pasado algo.
La conversación se baso en la bronca de mis padres durante 10 minutos. Estoy cansada de tanto grito así que es mejor que me suba a mi cuarto y ponga la música alta para no tener que soportarles más.
Entro en la habitación y en lo primero que me fijo son las fotos que Sergio y yo nos hicimos juntos. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Creo que lo mejor será quitarlas de la pared ya. No he querido quitarlas antes porque sabía que me dolería, pero ya ha llegado el momento.
Los días eran más bonitos cuando mirar a esas fotos no producía dolor.
La primera foto que quito es del día en que llevábamos una semana saliendo, llevaba su pelo rubio alborotado, una sonrisa le iluminaba la cara y sus pupilan estaban dilatadas y brillantes mirando hacia la cámara. Tenía los brazos rodeandome la cintura detrás de mi, mientras yo le besaba la mejilla. Ha pasado mucho tiempo desde ese día pero lo sigo recordando como si fuera ayer. Las siguientes fotos las quito sin mirarlas. No quiero recordar nada más. Solo quiero que vuelva.
Suena el teléfono. Es Beatríz, mi mejor amiga, tiene los ojos verdes y un pelo rojizo que combinan perfectamente con las disimuladas pecas de su cara.—¿Sí?—Respondo con miedo a que ella también este enfadada.
—¿Andrea?¿Estás bien?¿Donde has estado? Tus padres me llamaron muy preocupados, pensaban que estabas conmigo.
—Estuve dando una vuelta.
-¿Quién da una vuelta a las 03:00 de la mañana?
— como ves yo.
—¿Por qué?
—Bea estaba muy mal por Sergio, solo tenía ganas de marcharme.
—No lo vuelvas a hacer y no nos vuelvas a asustar así.
—Tengo que colgar, la pesada de mi madre está llamándome.
—Vale, hablamos luego, no olvides que te quiero.
—Y yo a ti.
Mi madre entra a la habitación algo más tranquila aunque por su expresión parece preocupada. Agacho la cabeza y me dice:
-Ha llamado la psicóloga. Mañana tienes que volver a ir.—No quiero volver a ir.
—Tienes que hacerlo.
— Mamá por favor no...-respondí intentando convencerla para no tener que ir.
—Andrea es por tu bien ¿vale?
—Tu no lo entiendes.
Salí de mi cuarto casi llorando y miles de miedos empezaron a recorrer mi cuerpo. La última visita al psicólogo no fue nada bien. Me detectaron depresión y tuve que recordar una serie de momentos en mi vida que me hicieron entristecer.
El rumbo de mi vida cada día baja más en picado y no hay ninguna ilusión por la que tenga que seguir luchando, además tengo muchos límites desde que me detectaron la enfermedad, y yo odio los límites. Odio tener que estar controlada las 24 horas del día. Odio que me obliguen a comer. Odio que apenas me dejen salir. Odio muchas cosas.
Son las diez de la noche. No me apetece seguir despierta además mañana tendré que despertarme temprano para ir a la cita con mi médica. Me pongo el pijama y me tumbo en la cama. Pronto noto como mis ojos se empiezan a cerrar.