Una vida juntos

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-Miren esto, tanto que se molestaron en apresurarme y ustedes ahora son los que nos harán llegar tarde. Solo les recuerdo que ya son las once y media.- Miranda los interrumpió mientras se llevaba un pedazo de pan a la boca.

-¡Es cierto! El evento empieza en veinte minutos. 

-Hijo, con calma, recuerda que más vale llegar tarde que nunca. 

-Sí, lo sé papá.

-Niñas, suban al coche o a su papá le dará un ataque de estrés, yo subiré justo detrás de ustedes.

En menos de cinco minutos los cuatro estaban dentro del auto. 

-Edgar, por favor llévanos al evento, vamos un poco tarde para el lanzamiento del nuevo carro, así que puedes tomar el atajo de la carretera tres.

-Entendido señor.

-Papá, sigue con la historia. - De la nada comento Miranda.

-Pensé que no estabas poniendo atención y que solo tu hermana me ponía atención. 

-Es que…

-Está bien, continuare con la historia antes de que lleguemos. Luego de que me regañara ella comenzó a alejarse de nuevo. Algo dentro de mi quedo realmente fascinado por ese carácter fuerte, fue ahí que decidí que quería conocer más sobre aquella muchacha del bosque. Entonces le dije que quería invitarla a comer al día siguiente cerca del rio a orillas del bosque, quedaba a unos cuantos metros de donde nos encontrábamos. 

Solamente me respondió, “¿Por qué saldría contigo? Ni si quiera sé si eres algún tipo de loco, no te conozco”.

-Tengo que admitir que mamá tenía razón.- Dijo Leonora.

-Cierto, solo piensa, un hombre alto de un metro ochenta, con un hacha, en medio de un bosque…Oye, no lo sé. - Miranda le hizo segunda a su hermana. 

Ambas hijas se quedaron mirando a su padre por un par de segundos. 

-Lo admito, no fue la mejor manera de querer conocer a alguien, pero le jure que no le haría daño, que tuviera algo de confianza en mí. De alguna forma logre convencerla y al día siguiente ahí estábamos los dos, comiendo y charlando a lado del rio. 

Tres años después le pedí que fuera mi esposa, acepto, el día de la boda le entregue ese collar con el pájaro azul, haciendo recordatorio de aquel libro que su madre me lanzo, también por su gran pasión por las aves. Al año de casarnos ella se embarazo y cuando cumpliste los cuatro años nació tú hermana, Miranda. 

Nos prometimos que pasaríamos toda la vida juntos a la par que ustedes crecían. 

El hombre agacho un poco su mirada con algo de nostalgia, con un gran suspiro siguió hablando.

-Sin embargo el destino tenía planes diferentes al de nosotros, luego de seis años después de tener a Miranda, ella falleció por una complicación de pulmonía.

-Si no fuera por ustedes su padre hubiera tomado una muy mala decisión, pero le prometió a su madre que nunca las dejaría y haría lo posible por cuidarlas dándoles una buena vida, hasta ahora lo ha estado cumpliendo.- Dijo el abuelo mientras ponía su mano sobre el hombro de su hijo como una forma de darle consuelo.  

-A pesar de que Elena no era mi hija, le llegue a tener tanta estimación y cariño que también le hice la promesa de cuidarlas, incluso si su padre o yo llegáramos a fallecer, ustedes no se quedarían sin nada.

-No digas eso abuelo, no me gusta hablar sobre eso.

Siempre que en su familia llegaban a tocar ese tema, Leonora sentía como si alguien le apretara el corazón. 

-Entiendo que no te guste pero es la verdad, algún día tendremos que morir, es el ciclo de la vida, pero antes de que eso pase, más vale tener todo en orden.- Respondió el padre con cierta seriedad.   

-Lo entiendo, pero no es que le tenga miedo a la muerte, si yo muero algún día por alguna circunstancia estará bien, aceptare ese momento sin problemas, lo que no me gusta es pensar que ustedes dos se irán de nuestro lado. 

-No digas eso, ustedes aún tienen una vida por delante y aunque físicamente no nos puedan ver, siempre estaremos ahí al igual que su madre lo hace desde hace tiempo. 

-Además… ¿Qué se supone que haga? ¿Quién se hará cargo de nosotras o de la empresa?

Contrario a su hermana mayor, Miranda prefería reservar su participación en esa pequeña charla, para ella era mejor distraerse en su celular por temor a dar una mala opinión, sin embargo, una idea cruzo por su cabeza la cual hizo que inmediatamente hablara.

- No quiero quedarme con la tía Isabel, en ese caso prefiero vivir en la calle que soportarla.  

Ante aquel comentario toda la atención se dirigió a la menor.

-¿Por qué mencionas a tu tía en estos momentos?- Pregunto extrañado el abuelo.

-Sería lo más natural, al fallecer ustedes ella se encargaría de nosotras y de la empresa, después de todo mamá era hija única y tú solo tuviste a papá y a nuestra tía. 

- Tienes razón pero no pasará, ella puede ser muy inteligente y hábil en muchos aspectos, incluso más que su padre, pero había varias razones por la cual no le deje el puesto.

-¿De verdad?- Preguntaron al mismo tiempo Leonora y Miranda.

-Sí, era demasiado dura con los empleados, por ejemplo, si llegaban a tener algún problema de salud prefería que se murieran en el trabajo antes de que faltaran, como era de esperar ese año la mitad de nuestros trabajadores comenzaron a renunciar y demandar, quejándose también de que trabajaban más horas de lo que debía ser con un sueldo miserable, incluso estuvieron a punto de tomar las oficinas.

Otra razón fue que para ahorrar más dinero empezó a meter material barato en los automóviles, resultado de eso lamentablemente tres personas perdieron la vida, los frenos dejaron de funcionar y el esqueleto del carro no fue lo suficientemente duro como para aguantar los impactos y proteger así a los usuarios.    

Conforme iba relatando las cosas, ambas jóvenes pudieron notar como la cara de su abuelo se tornaba de un tono rojo y una de sus manos se apretaba en forma de puño, claramente guardaba cierto enojo hacia su hija mayor por todo lo que había hecho en el pasado. 

- Y como si no fuera poco, esta ese bueno para nada de Forel. 

-¿Forel? ¿Quién es él papá?- Miranda pregunto con gran interés. 

El vuelo del ave Donde viven las historias. Descúbrelo ahora