Ropa Sucia.

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Hoy era día de limpieza y Shen Qingqiu por más flojera que le daba, sabía lo que significaba, tenia que— si o si— ayudar a que el hogar fuera totalmente apacible. Sin embargo no se lamentaba por el hecho de tener que poner todo su esfuerzo en la tarea mundana como lo era aquella necesidad doméstica, se quejaba porque era sábado y se suponía por supuesto que era el único día donde su cuerpo reposaba, podía hacer lo que se le daba la gana. No obstante desde que Luo BingHe recibió un nuevo ascenso en su trabajo tenía que trabajar los fines de semana por las tardes, a lo que la rutina de los sábados que constaba de hacer las labores hogareñas eran pasadas a Shen Yuan.

Por lo general estaba totalmente perfecto tener la casa sola, ¡al menos de esa forma podría escuchar todos los openings de Naruto en un loop entero e intentar cantarlos con su mal acento nipón-chino!

Pero que justamente cayera en una mañana...

Afuera era soleado, los pájaros cantaban entonando una armonía dulce. El hombre de cabellos cortos se removió de la cama y con la boca abierta saliva profiriendo de su cavidad bucal, descansaba plácidamente con la almohada pegada a la mejilla pero sentía algo de frío. No lo malinterpreten, cada noche la cobija le llegaba hasta por el cuello y se encontraba firmemente cálido allí, sin embargo la falta de calor temporal se debía a un segundo cuerpo faltante. Éste mismo se arreglaba suavemente del cuello de la camisa como así también se colocaba guantes negros para el frío, la mañana era fría pero no tanto para congelarse, aún así era mejor ser precavidos. Después de arreglarse y colocarse la corbata fue cuando finalmente se acercó al bulto de sábanas.

"A-Yuan," el hombre de hebras azabaches y ondulados, que llegaban hasta por su nuca, dijo suavemente, "A-Yuan."

La mano gentilmente llevó hasta el hombro para moverlo sin hacer mucha fuerza, Shen Qingqiu sintió esto a lo que curvó los dedos de sus pies y se hundió más en la almohada de algodón. Se frotó varias veces contra la tela y dejando escapar un ronquido nasal bajo, se volteó para darle la espalda a Luo BingHe.

La reacción provocó que risotada soltara el menor, eran las ocho de la mañana por lo que normal resultaba ser que su pareja no se despertara aún. No obstante siguió intentando un par de veces más, no importándole mucho que después de su partida se quedara dormido un rato más. Se acercó con cuidado pisando con una de sus rodillas el colchón, su pecho se apoyó el hombro y aprovechando la cercanía; se inclinó para belfos plantar en la piel de la mejilla, fue casto pero lo suficientemente profundo como para despertar a medias al chico inconsciente.

"A-Yuan."

La gruesa pero melodiosa voz llegó a sus oídos, abrió sus ojos y los cerró luego sin poder acostumbrarse a la luz que emanaba de las cortinas, tuvo que girarse y cubrirse con la manta muerto aún del sueño. Se enrolló hasta la cabeza no obstante otra carcajada suave se escuchó, el hombre más grueso retiró de la sábana de algodón descubriendo así a la figura dormida en el colchón. El azabache de largas y perfectas pestañas se quedó estoico, únicamente fluyendo a través de su sangre un sentimiento de amor; su pareja estaba acostada boca abajo mientras sostenía firmemente abrazada la almohada a su pecho, la camisa verde que portaba como pijama estaba ligeramente alzada exponiendo así la piel lisa y blanca, el contorno de las piernas esbeltas también fueron muy bien examinadas por el par de pupilas propias: Luo Binghe soltó una exhalación silenciosa y corta, casi como si hubiera suprimido un jadeo en su garganta, la vista era asombrosa y lograba quitarle todo el aire de los pulmones a una sola persona quién lo mirase. Su parte inferior era cubierta por un bóxer corto que encajaba perfectamente con su cintura pero no estaba prestando atención a esa parte de su cuerpo, sino a los gordos montículos de carne que apreciaba y adoraba tocar, pellizcar y morder.

No supo cómo describir éste sentimiento mixto entre pasión y amor, sentía que un incendio empezaba a dar lugar y si le ponía más leña al fuego lograría quemarse. De la forma más factible que se le hubiera ocurrido dejó de lado esos pensamientos enfocándose en el reloj, ya era hora de partir, se inclinó una última vez hacia la persona dormida y plantó otro beso en su mejilla; frotó su nariz contra su piel y después de alejó.

Dirty Laundry.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora