Mitsuki

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Estaba tomando café en la cocina pensando en las palabras que podría decir. No era como que el rubio fuera un estúpido ignorante en este tema, pero no estaba de más recordarle algunas importantes cosas.

Katsuki ya iba para mucho más del año de ser pareja de Todoroki, ambos estando cerca de complir los dieciocho.

Quizás estén cerca de terminar la adolescencia y empezar con la adultez. pero antes estaban demasiado ocupados con la academia que no tenían tanto tiempo para pensar en otras cosas.

Pero a finales de primer años la Yuei decidió convertirse en un internado para formar a mejores generaciones, elevando también su seguridad.

Aunque había un profesor al cuidado y viviendo con cada grupo, al final seguían siendo adolescentes.

Mitsuki no creía que su hijo fuera un puerto hormonal, Shoto parecía muy decente para algo así; igual estar prevenida nunca estaba de más.

—Que bueno que ya despiertas, ven rápido —le dijo a su único hijo cuando este entró a la cocina listo para desayunar.

—¿Ahora qué hice?

Tomó una tostada con café para escuchar la que sea que su madre tenía que decir.

—Espero que nada. Como sabes, ya no eres un niño.

—Vaya revelación —ironizó sirviendo su taza y sentándose.

—Cállate y escucha —regañó jalando la oreja del otro—. Tienes pareja y por lo que veo vas en serio con Shoto, ¿no?

Se concentró en su desayuno para no mirar directamente a la mujer mientras respondía de manera afirmativa.

En serio le ponía nervioso hablar de su novio con varias personas.

—Bueno, que ambos sean chicos no quiere decir que no haya cosas que no deben hacer.

El cenizo se dedicaba solo a comer, lo que sea que fuera a decir su madre no parecía de tanta importancia.

—Hablaremos de sexo, mocoso —demandó totalmente decida.

Casi se atraganta con el bocado que tenía en la boca.

—¡Me largo de aquí! —gritó levantándose.

—¡Te quedas! —demandó tomando su hombro para regresarlo a su lugar— No te estoy preguntando, te estoy avisando

—¡Lo que sea que vayas a decir ya lo sé! ¡No soy estúpido!

Dejo de levantar la voz cuando su madre tomó un maso, el cual lo tenía listo para prevenir alguna huida.

Usando la cabeza y apreciando no tener ningún dolor, dejó de replicar.

—Estúpido te voy a dejar del golpe que daré —amenazó tomándo asiento.

Si hubiera sabido que la mujer saldría con esto se habría quedado en su dormitorio de la academia.

—Como decía, ambos son chicos, cualquier idiota sabe que ninguno puede quedar embarazado; pero podrían contagiarse algo.

—¿Esto es necesario? —se lamentó, preguntando más para el cielo que para su madre.

—Que sí, ya cállate —pidió terminando su taza—. Sigo, para evitar eso deben usar preservativos.

—No me digas que- Maldición —se interrumpió a sí mismo cuando Mitsuki sacó un sobre.

—No está de más, idiota —excusó dándoselo.

Se levantó solo para ir en dirección al frutero y agarrar un plátano.

—¡Oh, no jodas!

Ignoró la queja del muchacho y solo le extendió la fruta para sentarse frente a él.

—Ahora, Katsuki, ponle el condón al plátano.

La vida tenía un entretenimiento y era joderlo.

Lentamente, y bajo la atenta mirada ajena, abrió el sobresito sacando ese plástico largo y elástico.

Difícil no era, así que a los pocos segundos terminó su tarea.

—Ya, listo.

La rubia miró con una ceja alzada lo que había hecho.

—Como que tienes experiencia.

—¡Cualquiera puede hacerlo, no quiere decir nada! —reclamó sintiendo su rostro caliente.

La Bakugo tomó el plátano para revisar que estuviera perfecto.

—Está bien, solo cuida de no romperlo al abrirlo. Ahora-

—¿Ahora qué? Maldición —soltó recargándose en su silla cruzando los brazos.

—¿Ya lo has hecho con Shoto? —cuestionó.

—...

—...

—No —respondió.

—¿No?

—¡No!

—No —dijo repiendo lo que dijo en rubio.

—Sí.

—¿¡Sí?!

—¡Que sí no! —explicó.

Durante un minuto solo se miraron el uno al otro, ella buscando leer a través del chico y este peleando por no desviar su mirada.

—Viven en el mismo lugar, ¿seguro que nada?

—Vivimos bajo el ojo de un profesor —corrigió buscando darle fin a esto.

—Son jovenes, solo digo.

—Podré estar joven pero no pendejo.

—Me parece prefecto —dijo soltando un suspiro aliviada—. Ante todo la precaución, mocoso. Pero-

—¡Ya suéltame!

—Una última cosa y si quieres lárgate.

—¿Qué? —preguntó desesperado.

—¿Sabes cómo hacerlo? Para que no les duela y lo disfruten.

—Sí, sí sé —reveló rodando los ojos.

—¿Y cómo sabes? —cuestionó, ahora ella cruzándose de brazos.

Es que no podéis tener una pregunta sin que esa tuviera otras dos con ella.

—Porque lo investigué.

—¿Porqué lo investigaste?

—Para saber —contestó obvio.

—¿Porqué quieres saber?

—¡Porque sí! —dijo exaltado— ¡Porque es parte de mi sexualidad!

¿No podría arrojarse por la ventana y terminar con esto de una vez?

Ah, cierto, no serviría de nada porque su madre lo estaría cazando hasta que hablaran.

—Parece que no tengo que preocuparme. Si ya te quieres ir, lárgate.

Ni cinco segundos pasaron cuando el ojirubí abandonó corriendo la cocina. Quedando solo Mitsuki, quien sonrió una vez estando sola.

Sí, su propósito era asegurarse de que su hijo no hiciera algo indebido; pero eso no significaba que no pudiera molestarlo un poco.

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