SWEET - [MINSUNG]

PRÓGOLO.

Han Jisung.

Cuando nació era un niño muy lindo, mejillas rellenitas y pintadas de un leve color carmesí, sus ojitos brillantes y llenos de vida resaltaban en el hogar, era animado y muy risueño por supuesto, su hermosa risa resonaba por cada rincón de la casa alegrando a los habitantes.

Pasaron los años, y el pequeño Han fue creciendo. Empezó a gatear, luego a dar sus primeros pasos, cosa que alegró y emocionó mucho a toda su familia, y así sucesivamente. Jisung empezó a hacerse un niño grande, era bastante simpático y hablador. Su familia estaba alegre de tener un niño tan alegre y feliz.

Jisung, como la gran mayoría de los niños, amaba los dulces, y sus padres no se los negaban. Claramente controlaban que no los consumiera, en exceso, ya que sabían que no eran sanos.

Al pequeño le gustaba ir con su mamá a hacer las compras y se encargaba de poner las cosas que su mamá le pasara en el carrito de compras, y su madre como agradecimiento por ayudarle le dejaba elegir 5 dulces, uno por cada día entre semana.

Al inicio, el pelinegro era demasiado tímido para pedir sus dulces al cajero, así que su madre lo hacía por él. Pero luego vio que no había nada que temer, y empezó a atreverse a pedir sus dulces él solo, como todo un niño grande.

Una de esas semanas, Han pidió sus dulces como normalmente lo hacía.

- También quisiera ese de fresa. - dijo empinado contra el mostrador señalando el dulce que quería.

- ¿Este? - preguntó el señor.

- ¡Sí, ese! - respondió con una sonrisa.

- Vaya niño, siempre que vienes acá compras muchos dulces. - dijo mientras empacada el resto de las compras en una bolsa - ¿Cómo tendré que decirte ahora? ¿El niño de los dulces? - rió burlescamente - Por eso estás tan gordito.

Han Jisung, el niño de los dulces...

Eso sonaba mal.

Jisung inmediatamente bajó su cabeza avergonzado, sintiéndose herido por el comentario del señor. Resignado se hizo a un lado del mostrador en lo que su madre volvía con los productos de limpieza que había olvidado.

- ¡Por fin los encontré! - se escuchó la voz de la señora Han llegando, con una sonrisa como siempre. - Hannie, ¿ya pediste lo que querías?

- Hmm - afirmó con un pequeño sonido.

- ¡Bien! Eso sería todo.

Tras haber pagado las compras, la señora Han y su hijo se abandonaron el lugar. El menor echándole un vistazo una última vez al lugar, porque de algo estaba seguro, y es que no quería volver a ver a ese señor y su negocio nunca más en su vida.

...

– Hannie, ve a bañarte. Debemos ir al mercado. – gritó la señora Han desde su habitación.

Inmediatamente un escalofrío recorrió todo el cuerpo del pequeño. Ya no quería volver a ver ese señor, y tal vez ese comentario había causado más estragos de lo esperado en el niño.

¿Debería decirle a su madre lo que le dijo aquel señor?

No, no era para tanto. Decidió que simplemente no iría.

El niño se dirigió al cuarto de sus padres, y abrió la puerta despacio viendo a su madre colocarse sus aretes.

– ¿Pasa algo, bebé? – el pequeño tragó duro.

– Hoy no quiero ir, mami.

– ¿Por qué no quieres ir? – dijo acariciando sus cabellos.

– Tengo pereza, y sueño.

– Hmm, ya veo. ¿Quieres que te traiga algo? – Han negó. – Bien, ¿prometes que te portarás bien en lo que mamá regresa?

– Por la garrita – dijo Jisung mostrando su meñique.

– Por la garrita – afirmó la señora Han, uniendo su meñique con el de su hijo, para luego darle un beso en la mejilla y salir de la habitación.

Poco después de que la señora Han saliera a hacer las compras, Jisung quedó solo en casa. Estaba aburrido, así que prendió la televisión y mirar que estaba dando.

Howl's moving castle pasaba por uno de los canales, emocionado subió el volumen de la TV y fue a la cocina por algo para comer mientras veía la película.

Se llevó consigo un pequeño paquete de papas, abrió el empaque poniendo cuidado a la película, llevándose la primera papa a la boca.

"¿Cómo debería llamarte ahora? ¿El niño de los dulces? Por eso estás tan gordito."

Sintiendose mal sacó aquel aperitivo de su boca.

Él no debería comer tanto, estaba gordo. No era bonito, y si seguía comiendo tampoco llegaría a serlo.