Dee recordaba cada una de las habitaciones en las que había vivido.
Durante casi dos gloriosos años la pequeña habitación extra del departamento había sido solamente para él. Tal vez llamarla habitación era muy generoso, ya que solo tenía espacio para su cama, su caja de juguetes y su caja de libros, pero era su espacio y él lo apreciaba... tanto como un niño de dos años puede apreciar algo.
Okay, tal vez sus recuerdos de esta época eran demasiado borrosos. Pero con el paso del tiempo, echarle en cara a Heavy que por su culpa había tenido que renunciar a su tranquilidad se había vuelto casi un deporte.
Aunque, más allá de la exageración, esto no era del todo una mentira.
Dee siempre había sido un niño muy callado. Su llanto había sido apenas un gimoteo lastimoso y su primera palabra fue pronunciada en un tono tan bajo que si su padre no hubiese estado poniendo atención habría pasado desapercibida.
Hoy en día, Dee razonaba que tal vez no había encontrado la necesidad de hacer escándalo porque, durante ese primer año y medio, solo estaban papá y él.
Papá parecía tener un sexto sentido para anticipar todas sus necesidades y pensamientos. Con una mirada podía intuir si Dee tenía hambre, necesitaba un cambio o simplemente quería que le leyeran una historia. Por lo que el menor nunca vio el sentido en hacer mucho alboroto para conseguir lo que quería.
Pero todo cambió cuando Heavy nació.
Su hermano menor parecía haber llegado a este mundo para acaparar la atención de todos a su alrededor a como diera lugar.
Lloraba para comer, para ser cambiado o para que lo cargaran, lloraba cuando papá usaba la licuadora, cuando alguien cerraba muy fuerte la puerta o cuando escuchaba el ruido de la moto de mamá.
Durante el primer año de vida de Heavy, Dee comenzó a aprender a leer los pequeños matices en el comportamiento de su padre.
Empezó a notar cómo se formaba la tensión en sus hombros después del tercer o cuarto round de llanto de su hermano menor. La manera en la que su mirada parecía irse a un lugar muy lejano cuando revisaba papeles en la mesa de la cocina. Cómo su voz parecía hacerse más aguda cuando tenía que explicarle al tío Ches por qué no podían tocar en algún lugar.
Al mismo tiempo, parecía que papá ya no era capaz de leerlo. O simplemente había perdido el interés en hacerlo.
Con más y más frecuencia Dee se encontraba en la necesidad de recordarle a su padre de sus necesidades. Aunque no tuviera que alzar demasiado la voz para hacerlo, aquello se sentía como una especie de traición al vínculo que habían formado.
La tensión creada por todas estas cosas rompieron el espacio de tranquilidad de Dee, y pronto descubrió que el único lugar donde podía evadirse de la creciente sensación de ahogo que sentía era su habitación.
Cuando el estrés que irradiaba de su padre se hacía demasiado, Dee simplemente tomaba su libro de manera silenciosa y movía su hora de lectura del piso de la sala al piso de su habitación.
Con el paso de los meses, Dee encontró paz dentro de su nueva rutina. Los llantos de su hermano parecían ir disminuyendo y todo parecía ir encontrando un nuevo orden.
Pero claramente a la vida le gustaba retar a Dee.
Poco después del primer cumpleaños de Heavy se mudaron.
El viejo departamento era muy pequeño para una familia de cuatro. Así que, aunque el nuevo departamento no era una mejora impresionante, el espacio extra parecía dejar circular mejor la energía de todos. Incluso mamá parecía pasar más tiempo en casa ahora.
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It's a place where a wish will be granted
FanfictionDee recordaba cada una de las habitaciones en las que había vivido.