He ran into my knife... He ran into my knife ten times.
El sol acariciaba mi mejilla, a través de la ventana, mientras metía la llave en la cerradura. La puerta detrás mío se abrió y vi a Elsa salir de su departamento con una bolsa de basura en mano. Nos saludamos con una sonrisa, ella siguió su camino escaleras abajo y yo finalmente giré la llave entrando a mi hogar.
Colgué el abrigo en el sillón más cercano, dejando mi bolso sobre el asiento. El cuerpo me pesaba debido a la larga jornada que había tenido y sólo podía pensar en sumergirme en la bañera por una hora, al menos. Mis ojos se dirigieron al reloj que colgaba en la pared. No había tiempo para relajarme pronto, pero sí el suficiente para cambiar mi ropa y pasar por el baño unos minutos.
Nivelé el agua hasta que quedó en un punto cálido. Mis manos frías lo agradecieron, como así también mi rostro grasiento. Observé cómo el maquillaje se deslizó hacia mi mentón y luego cayó en el lavamanos.
Mierda, me había olvidado de atarme el cabello.
Varios mechones se me pegaron a las mejillas así que agarré mi cabello y le di forma hasta dejarlo en un moño en la parte superior de mi cabeza.
Mi reflejo no fue capaz de sonreírme. Mis ojos no se esforzaron en esconder el cansancio. El maquillaje me servía para cubrir aquellas horribles ojeras y el moretón cercano a la sien. Después de refregar un poco más mi rostro con jabón, enfrié el agua y agarré lo que pude con una de mis manos. Luego acerqué mi ojo a ella y dejé que el moretón reposara allí unos momentos. Cuando dejé de sentir el frío, fui hacia la cocina.
Un profundo suspiro abandonó mi pecho a la vez que observaba el interior de la heladera: Un par de cebollas, medio pimiento rojo que comenzaba a arrugarse, lo que parecía ser medio kilo de zanahoria, algo de queso, y medio pollo crudo y descongelado del día anterior. El yogurt a medio abrir no entraba en el menú, como así tampoco la leche, o un par de mermeladas, ni siquiera las frutas, salvo un limón que agarré con el resto de las cosas.
Sí saqué la leche y me serví un vaso, necesitando algo refrescante; luego la volví a guardar.
Tras lavar las verduras y prender una hornalla para que la olla fuera calentándose, tomé el único cuchillo grande de la cocina y me dispuse a cortar en piezas el pollo, llevándolo a la olla con un poco de agua para evitar que se pegara al fondo. Después procedí a cortar en tiras todas las verduras que había sacado de la heladera y las tiré al rededor del pollo, cubriendo la olla con su tapa.
Cuando me dispuse a cortar el limón, en rodajas, escuché la llave en la puerta seguido del giro del picaporte. Sin soltar el cuchillo, pues sólo sería un momento, llevé el vaso de leche a mi boca con mi mano libre.
"¿TE HAS ESTADO ACOSTANDO CON EL REPARTIDO DE LECHE?", escuché mientras unos pasos firmes se acercaban a la cocina.
Apenas había tragado la leche cuando el vaso fue arrebatado de mi mano y lanzado hacia la pared. Él me escupió en la cara, enojado, impulsivo. La rabia lo cegaba.
"¿Qué? ¿Qué demonios te pasa, Wilbur?", respondí intentando alejarme de su enorme cuerpo. Mis dedos se cerraron con fuerza al mango del cuchillo pero no era consciente de ello.
"TE HAS ACOSTADO CON QUIEN REPARTE LA LECHE, TU, MALDITA ZORRA INFIEL", me había agarrado con fuerza la mano que antes había estando sosteniendo el vaso, y luego guió su agarre a mi muñeca.
"NO, NO LO HE HECHO. DEJA DE DECIR TONTERÍAS", le imploré intentando soltarme, haciendo fuerza para que su agarre se aflojara al menos lo suficiente para que dejase de lastimarme.
Un par de insultos más salieron de su boca. Gritos que no podía entender, que el miedo no me dejaba procesar.
Escuché cómo el agua de la olla comenzaba su hervor.
"Wilbur, cálmate. He estado trabajando todo el día, estoy cansada, la cena estará pronto, tal como te gusta..."
Su pesada mano llegó a mi cara. Pronto la mitad de mi vista se oscureció y pequeños puntos de luz aparecieron después.
"TU, INFELIZ. TU, A QUIEN TODO TE LO HE DADO. ¿ASÍ ME PAGAS? ¿ACOSTÁNDOTE CON CUALQUIERA QUE SE ACERQUE?"
Sus palabras me desconcertaban. ¿De dónde había sacado aquellas ideas? Su voz continuaba elevándose por encima de mis pensamientos y yo seguía intentando soltarme de su agarre, con él acercándose en mis intentos de alejarme. No tardó en tirar hacia una pared cualquier otro objeto que estuviese a su alcance.
Entonces lo vi: mi fin. Sus ojos perdieron todo rastro de sensibilidad e intentó abalanzarse hacia mi, loco de rabia. Por instinto intenté frenarlo con la única mano que tenía libre, olvidando lo que ya tenía agarrado. El desconcierto atravesó ambas miradas. Él no entendía qué lo había frenado, y yo no entendía por qué se había detenido. Ambos bajamos nuestra mirada, encontrando el cuchillo clavado en su abdomen.
Pronto su agarre fue debilitándose y fui capaz de soltarme. Retiré el cuchillo pero no lo dejé caer. Me apresuré en ir por un teléfono, marcar con torpeza el número de emergencias y esperar a que el tono terminara con alguien atendiendo la llamada.
"Ya verás cuando llegue me libre de esta", escuché con dificultad desde la cocina, justo en el momento que una voz se abría paso desde el otro lado de la línea. El saludo quedó a la mitad cuando presioné el botón para cortar la comunicación.
Sabía que debería haberme quedado en el teléfono, dando los datos de mi hogar, intentando contar el accidente que había ocurrido; porque había sido eso, un accidente.
Sucedió tan rápido...
Fue un accidente.
Un tonto y descuidado accidente.
Sabía que debía detenerle la sangre y esperar a que llegara una ambulancia. Sabía que debía salvarle su vida, aunque él hubiera estado a punto de arrebatarme la mía.
Cuando estuve a su lado, lo observé arrodillado sobre el suelo, con sus manos en su vientre y la mirada perdida en la oscuridad de la sangre. Retiré sus manos con una de las mías. Él me miró, yo lo miré. Luego volví a clavar el cuchillo, ciertamente no en el mismo lugar aunque hubiese querido. Cayó de espalda y yo me subí a horcajadas sobre su cuerpo.
Tres... cuatro...
"Para...", me rogó.
Cinco... seis...
El cuchillo entraba y salía de su cuerpo; la rabia nublaba mi juicio.
No fue sino hasta la décima vez que me detuve, siendo capaz de notar que su vida ya no pertenecía a este mundo. No fui consciente de su muerte sino cuando pude recobrar mis sentidos y calmar mi mente, mi cuerpo entero.
Después, todo lo que sé, es que vi mis manos llenas de sangre y no supe qué hacer. Tampoco me moví cuando abrieron la puerta con una patada, o cuando pusieron esposas en mi muñeca.
No podía reaccionar porque no terminaba de entender qué había ocurrido.
Algunas horas después fui más consciente de mí misma. Estaba sentada en una incómoda y fría silla, de esas que son baratas porque tienen el único objetivo de sostener un culo que muy probablemente irá a la cárcel.
"Te lo preguntaré una vez más. ¿Por qué lo hiciste?", observé a la detective que se encontraba parada frente mío, con sus manos apoyadas en la mesa que intentaba separarnos.
"Si hubieras estado ahí, si lo hubieras visto...", por un momento bajé mi mirada hacia mis manos: habían sido torpemente enjuagadas después de que se extrajera el ADN, pero aún quedaban rastros de sangre bajo mis uñas. Volví a dirigirme hacia ella, con una cínica sonrisa en mis labios, el orgullo en mis ojos y la rabia en mi voz. "Apuesto a que habrías hecho lo mismo".
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Historias múltiples y cortas
RandomSimplemente quiero sacar algunas ideas de mi cabeza. Si estás leyendo sólo espero que disfrutes.