Único

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-¿Has visto quien es nuestro profesor?

-¡Lo sé! No estoy ciego. ¡Es...!

-¡...Itadori Yuuji!

-¡No me interrumpas!

-De acuerdo, lo siento.

La niña le sacó la lengua y volvió la cabeza hacia el hombre que salía de una tienda de dulces atiborrado de cajas de chocolate y galletas.

-Es un poco extraño. Se dice que logró absorber al Rey de las Maldiciones de grado especial, y no tuvo que morir. Pensé que iba a ser especial, pero ¿no actúa como alguien normal?

-Chiaki, los hechiceros también son gente normal. Solo tienen un trabajo un poco más pesado que los demás.

La niña suspiró.

-Tienes razón.

-Además, no eres diferente al profesor Itadori. -Shiro la miró de reojo-. Tienes una maldición de grado especial y también eres rara. Como el profesor.

-¡¿En qué soy rara, maldito enano?! -Chiaki levantó la mano para darle una bofetada. Shiro comenzó a reírse mientras se tocaba la mejilla-. ¡Mira, tú también eres raro! ¡Te golpeé y solo te ríes! ¡Maldito masoquista!

Shiro se encogió de hombros y empezó a caminar hacia donde el profesor Itadori desenvolvía un paquete de chocolate con una sonrisa dulce, como si el mero hecho de comer chocolate endulzara un poco su degradante vida de hechicero.

-Es que me gustas, Chiaki, y por eso te permito hacer conmigo lo que quieras. Me pondré un cartel en la frente para que las personas vean que eres mi dueña y yo soy de tu exclusiva propiedad -le guiñó un ojo.

-¡¡Shiro!!

Mientras Chiaki perseguió a Shiro con ganas de matarlo, y el único responsable de cuidarlos estaba atragándose con una barra de chocolate. Yuji se relamió los labios ante el dulce sabor, y la amargura que lo había acompañado durante toda la semana se disipó como el rocío de la mañana. Debería darse el gusto de comer cosas dulces todos los días antes de las misiones.

-¡Profesor! ¡Profesor, ayúdeme!

-¡No grites como si te estuvieran matando, enano! ¡Te aguantas las cosquillas peor que una niña!

-Pero es que... soy sensible.

Shiro había sido tacleado sobre la acera por Chiaki y, debido a las rápidas caricias de la niña en sus zonas sensibles, sus ojos color musgo estaban rojos y brillosos por las lágrimas. Si alguien pasara por ese lugar no sabría diferenciar el género de Shiro incluso teniendo a Chiaki al lado.

-Profesor, ayúdeme -rogaba entre risas, moviéndose tal cual culebra.

-Oh.

Yuji solo pudo exclamar, tenía la boca llena de chocolate, como si hubiese metido todas las barras de sopetón, lo que haría un niño que no quería convidar de su comida; mezquino y maldito. Se limpió la mancha de la boca mientras cerraba la bolsa redonda y pesada, deforme por la impresión de las cajas en su interior; y avanzó hacia sus dos pequeños y lindos alumnos.

Chiaki sintió la cercanía del hombre y se apartó de Shiro, volviéndose para mirar a su profesor. Reprimió una carcajada al ver sus dientes oscuros.

-Tiene restos de chocolate entre los dientes -comentó Shiro mientras se sacudía la ropa.

-¡Oh! -Yuji cerró los labios para pasarse la lengua por encima de los dientes. Estuvo solos unos minutos haciendo eso-. ¿Está bien ahora?

-Sí -dijeron al unísono.

-¡Bien! -Sonrió incluso con más emoción que antes. Procedió a guiar el camino-. Bueno, vamos, chicos. ¡Tenemos una misión!

Soledad » GoyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora