Capítulo I

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-Mi amado hijo, mira, ven con tu madre a admirar las flores.

El pequeño niño no podía aún hablar ni comprender del todo lo que la mujer le decía, pero veía los brazos blancos de su madre extenderse hacía él y era esa la señal inequívoca de que habría de correr a su abrazo.

-Mi pequeño Xie Lian, tu futuro será tan hermoso como este campo de flores.

Como si fuese una niña, la reina tomó entre sus dedos diferentes flores de colores, las amarró entre si y las colocó encima de su hijo.

-La corona más hermosa para el príncipe más extraordinario.

Su sonrisa se iba desdibujando producto del sueño que fluctúa en los ríos de la ilusión.

¡Ayúdame, por favor!

¡Necesito tu protección, escúchame!

-...

Si salgo de esta, prometo darte 3 inciensos y las ofrendas más exquisitas.

-...

¡Poderoso príncipe coronado de flores, ayúdame!

-¿Gege? – preguntó San Lang apenas abriendo sus ojos y notar borrosamente que en la cama roja solo estaba él. Lentamente revisó toda la habitación, efectivamente, no había nadie. No era normal eso, el dios nunca salía de la adorada habitación sin dar señales de dónde iba a estar.

-Seguramente algo surgió en el templo. – Dijo San Lang con cierto disgusto. ¿Por qué los dioses tenían que ser tan requeridos?

Se tiró en la cama con el rostro apagado, molesto de no poder despertar a lado del príncipe.

Mientras tanto, el mencionado heredero del extinto reino de Xianle corría por entre las nubes a una velocidad impresionante, volando mientras sus ropas blancas se perdían en el firmamento de la mañana.

-Estoy seguro de que vino de por aquí. Espero que San Lang pueda perdonarme por haberme ido sin decirle nada.

Contempló el vasto panorama verde. Un camino despejado, seguramente un camino de transeúntes.

-Qué raro, no recuerdo que haya un templo dedicado a mí por esta zona.

No se inmuto, no era tan inusual que otros dioses eran llamadas en otras regiones que no fuesen las suyas, pero que alguien solicitara la ayuda del dios de la basura eso sí que era nuevo. El rumor últimamente había cambiado de sobremanera, el dios ascendido tres veces era una poderosa divinidad marcial pero que su mala suerte le había dado fama de atraer la desgracia, solo se podía aspirar a la buena fortuna si era adorado junto a un rey fantasma vestido de rojo. Adorar a un fantasma no era muy bien visto. Sin embargo, al parecer una persona no le importó esto, sino que pidió su ayuda específica.

-Ahí está.

Vio la escena abrirse más cercana, una mujer estaba sujetándose arduamente a una rama gruesa mientras la movía salvajemente frente a un grupo de tres hombres, dos de estos traían un cuchillo en la mano y un tercero con una cuerda. No parecían muy amigables con la señorita.

Un estruendo sacudió la tierra cuando hizo aparición, los hombres se giraron tras sus espaldas asustados y la mujer aprovechó la oportunidad para tirarse al suelo, justo a un lado de su carreta que no tenía bestia de carga.

-Hola. – Dijo con tranquilidad.

-¿Y-y-y tú q-q-quien eres? -Tartamudeó uno de los ladrones que intentaba parecer confiado y empuñaba con ambas manos el cuchillo.

-Pasaba por aquí cuando me pareció que estaban teniendo una conversación con la señorita ¿estaban intentando ayudarle con su carga? ¿o es acaso que hay algo más que les atañe con ella?

El desfile de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora