Rescate

36 10 23
                                    

Mi cabello es revuelto por el viento. El frío quema cada parte de mi piel expuesta. Mis manos están aferradas a la baranda de aquel puente que tantas veces había compartido con él. Los recuerdos abarcan y golpean mi mente de una manera agobiadora. Me siento mal. Sola. Tengo una tristeza que hace que todo mi cuerpo tiemble. ¿Por qué? ¿Qué hice mal? ¿Por qué nadie me quiere? Aunque lo niegue y me esfuerce en ser feliz, estoy vacía. Intento encajar y no puedo. Simplemente soy la excluida que tiene amigos cuando hay trabajos difíciles en la escuela.

Tengo la vida perfecta. Vivo en una gran casa, con unos padres que siempre me suplen lo necesario y me dan las cosas que les he pido. Debería ser feliz. No tengo de qué quejarme. Siendo sincera, desearía que me pusieran un poco más de atención; que dejaran sus ganas de arreglar el jardín y para estar conmigo. Sé que es egoísta de mi parte, pero me siento fatal.

Cuando pensaba que las cosas iban a ir mejor, él tiene que irse. ¿De quién hablo? Mi ex novio. Simplemente dejé de gustarle. 18 meses se han ido a la basura. Pero está bien. Ambos estamos a un año de salir de la educación media para estudiar y convertirnos en personas independientes.

El tiempo avanza como aquella brisa que me rozaba esos días. Las clases se hacen más exigentes conforme pasan los meses. El último año es más difícil de lo que dicen. Pruebas, trabajos, y los nervios por la prueba que definirá nuestra carrera. El fin de esta etapa se siente.

A pesar del tiempo y los distintos chicos y fiestas en los cuales busqué descanso, el dolor de mi alma por esa ruptura no ha cesado. La noche trae preguntas a las cuales no puedo hallar respuesta. ¿Soy una tonta por no dejarlo ir? ¿Pensará en mí? ¿Por qué lo quiero tanto aún? No sé si crecí como persona después de esa relación o si sigo siendo igual de tonta después de todo. Desearía que las cosas hubieran sido distintas. Menos dolorosas. Menos dañinas. Menos destructivas. Ahora lo único que me quedan son los recuerdos. Como cuando veíamos las estrellas e imaginábamos dibujos con ellas. Es tan frustrante acordarme todos los días de él. Estoy cansada de todo. Del dolor, la soledad y la amargura.

Termino de calzar mis zapatos para mirarme en el espejo. Mi cabello corto y café está tan desordenado como mi corazón. Mis ojos negros se ven cansados y tristes. Mi piel está de un color increíblemente pálido por estar encerrada. Me pongo mi bufanda naranja y sin hacer mucho ruido salgo de casa. Mis padres no se darán cuenta de mi ausencia, deben estar dormidos, pues se acuestan muy temprano.

El camino hasta aquel puente se hace más largo de lo habitual. Y al llegar, nuevas preguntas me golpean. ¿De dónde puede venir mi ayuda? ¿De dónde saco las fuerzas para poder levantarme otra vez? ¿Acaso existe algo o alguien que pueda acabar con todo temor y llevar mis cargas?

De pronto, una melodía comienza a sonar. Logro distinguir algunas palabras: Mi ayuda viene de ti, estás aquí, ayudándome a superarlo, Tú llevas mi debilidad, mi enfermedad, mi quebrantamiento todo sobre tus hombros.

Camino buscando el lugar de donde proviene semejante música. Al encontrarlo, quedo extrañada, ¿una casa enorme con puertas abiertas? Sin pensarlo mucho, entré a aquel lugar. Las personas levantaban sus manos, mientras que en una pantalla se proyectaba la letra de dicha canción y un grupo cantaba adelante. Mi corazón latía fuerte. Busqué algún asiento para sentarme, ya que quería saber de qué iba todo esto. Mientras reposaba, las personas terminaban de sentarse para dar lugar a un joven adulto que comenzó a hablar.

Entre más decía, más me confundía. Dios, el mismo que uso para quejarme de algo. Aquel del cual la mayoría de personas se burlan y niegan su existencia. De Él hablaba. Decía que quería ser mi amigo. Relató sobre una muerte en la cruz y del amor que expresó para el mundo.

-Ésta puede ser la salida a tu dolor, tu amargura, tu soledad, tu confusión, tus miedos. Tal vez te has topado en tu andar con personas que te dicen lo mismo y no creas que la religión pueda cambiar tu vida y sacarte de aquel profundo hoyo. Pues déjame decirte algo, ¡esto no es religión! Es Jesús, viniendo a la tierra, por amor a ti, a tu familia, a tu vecino, a tus amigos. Es Cristo rompiendo el velo del pecado que nos separa de Dios para ser amigos de Él y de paso ganar una vida eterna. ¿Estás dispuesto a dejar que Él cargue con tus problemas? ¿Estás dispuesto a dejar en sus manos ese dolor con el que lidias? ¿Estás dispuesto a renunciar a tu carne todos los días? Bastián, Joaquín, Francisco, Adriano, Miriam y todos los que están escuchando. -Es mi nombre, pienso. -Dios tiene los brazos abiertos para aceptarte otra vez, está dispuesto a trabajar en ti para moldearte conforme Él quiera. Tu vida no será color de rosas como algunos lo describen. Será difícil, sí, ¡pero tú tienes la confianza de que hay alguien que vela por ti, que te ama incondicionalmente y que irá contigo a donde sea! Si tan solo abres tu corazón a Él y desees ser cambiado para Su gloria. Quien quiera dar un acto de fe y aceptar a Cristo en su corazón, venga hacia adelante. Los líderes orarán con ustedes.

Estaba entre la espada y la pared. Mientras miraba mis manos pensaba, ¿Será real todo esto? ¿Es la salida que he estado buscando desde que tengo 13 años? Levanté mi mirada y vi al resto de personas. Una nueva melodía comenzó a sonar. Vi alrededor y muchas personas estaban llorando, otras tenían una sonrisa en su rostro, y en otras, su cara de confusión era evidente.

Estuve pensando toda la noche y el día siguiente en las palabras de aquel hombre, en la sensación que había en la iglesia, en aquellas personas desgarrando su alma.

Comencé a asistir con frecuencia al templo y de a poco fui conociendo al Dios del que solo sabía su nombre. Instalé una biblia en mi celular y la leía cada ciertos días.

A las dos semanas, decidí aceptarlo en mi corazón. Comprendí lo pecadora que soy y cuán necesitada estoy de Él. Al terminar la prédica, una melodía muy suave acompañó mis pasos. Allí, una mujer comenzó a hablarme.

- ¿Cuál es tu nombre?

-Miriam. – Dije con la voz entre cortada y los ojos llorosos.

Tomando mis manos, comienza a hablar. -Miriam. Dios te ama inmensamente. Sabe lo mucho que estás arrepentida de tus actos, y valora que quieras tomar el camino estrecho. Repite estas palabras conmigo: Dios, sé que te he fallado. Sé que he hecho cosas que no te agradan. Ahora soy consciente de mis errores y quiero dejarte entrar a mi corazón. Moldéame conforme sea Tu voluntad y dame la fortaleza para servirte hasta que nos veamos. En tu palabra dice que quien confiese que Cristo es el Señor y salvador, será salvo. Y confieso delante de ti que soy pecadora y que quiero que Tú seas quien reine mi vida. En el nombre de Jesús, amén y amén.

Mientras ella pronunciaba esas palabras, podía sentir un fuego quemándome desde la cabeza hasta los pies. Me sentía libre, aceptada y amada.

-Felicitaciones. -dijo la mujer. - En este momento hay fiesta en los cielos. No será fácil, y habrá un nuevo y largo camino por recorrer, pero a los hijos de Dios todas las cosas le ayudan para bien.

Al salir de la iglesia me sentía distinta. Tenía ganas de gritar y correr sin parar. Pasé al puente en el cual escuché el cover de la canción que me trajo a Cristo. El gozo en mi corazón era tan grande que grité a los cuatro vientos: ¡Gracias Dios, gracias!

Cuando llegué a casa, me vi al mismo espejo de aquella vez. Y grande fue mi sorpresa al ver que mi mirada estaba distinta. Una alegría se distinguía. Mi Dios estaba comenzando a restaurarme.

Años después...

La prédica termina para seguir con una alabanza. Es el cover en español de Shoulders, de For King & Country. La misma que me trajo a este lugar. Me pongo de pie y tomo la mano de mi esposo. Juntos vemos el resto de vidas que están siendo cambiadas mientras cantamos.

Ya terminada la reunión, una vocecita llama mi atención. Era mi hija que venía de la clase infantil.

-Mamiii, te extrañé muucho. - Dijo mientras me abrazaba.

Al salir para volver a nuestro hogar, vuelve a hablar.

-Papi, ¿puedes llevarme en tus hombros?

-Todas las veces que quieras, mi pequeña.

Una gran alegría me inunda. Al verlos caminar a casa, pienso en como Dios carga con nuestras debilidades y quebrantamientos, y nos da la ayuda que tanto necesitamos. Gracias Dios.

Basadas en canciones ~Priscila MDonde viven las historias. Descúbrelo ahora