Prólogo

256 40 8
                                    

Qué alto…” – Pensó.

Sus pies estaban al filo, separando su vida y lo que provocaría su muerte.

Sus manos estaban aferradas al barandal, con fuerza.

Sus cabellos se movían de un lado a otro por el viento.

Sus ojos azules igual al cielo miraban el atardecer con tranquilidad.

Y dio un paso hacía al frente, miró abajo y el miedo recorrió todo su cuerpo.

El arrepentimiento se hacía presente, quería retroceder, realmente lo quería, pero esa voz, que se parecía tanto a la suya, si no fuera por ese tono tan extraño de hablar, le exigía saltar.

“¡HAZLO, HAZLO, HAZLO, HAZLO, HAZLO, HAZLO!”

- Cállate, por favor… – rogaba.

“¡SALTA, SALTA, SALTA, SALTA, SALTA, SALTA!”

- ¡Por favor, para! – Las lágrimas empezaban a brotar de sus ojos.

“¡MUERE, MUERE, MUERE, MUERE, MUERE, MUERE!”

-… ¿Por qué haces esto?

Por tu bien.”

- …

“Hazlo, salta, muere.”

- Está bien, Pogo.

Sin la más mínima duda se decidió, iba a saltar.

- GILIPOLLAS, VEN AHORA MISMO.- Esa voz, tan demandante, parecía haber sacado a Gustabo de su trance.

- ¿Super?

- ¡Que super ni que pollas, ven acá ahora mismo! – Esa voz, tan característica, parecía haber sido la luz en medio de la oscuridad - ¡¿Qué mierda crees que estás haciendo, idiota?!

El mayor se acercó al rubio, lo tomó del brazo, sintiendo así un alivio;

Mientras él sostenga su brazo, el contrario no saltaría.

Gustabo obedeció a su jefe, saltó el barandal estando esta vez del lado del peli negro.

Conway comenzó a regañarlo, pero el sonido se sentía tan tenue para Gustabo.

El rubio miró el suelo, está vez ya no había una gran caída, sino los impecables zapatos del Superintendente, y justo al frente de estos, estaban los zapatos tan gastados del zafiro.

- ¿Me estas escuchando? Este ya es tu tercer intento de suicidio. No puedes seguir haciendo esto, se supone que ya estás tomando tus medicamentos y yendo a terapia.- Con su mano tomó con delicadeza, a pesar del enojo que sentía, el mentón del menor, alzándolo para poder verle a los ojos.- Dime qué es lo que está pasando.

Gustabo calló por un momento.

“Te ves patético, tan débil…”

El rubio apartó la mano de Conway con algo de brusquedad.

- Bueno, y a usted que más le da.- Dijo mirando a otro lado.

- ¿Eres estúpido? – Preguntó con cierta molestia el mayor.

- ¿Qu-

- Ya te lo dije, gilipollas. Estoy enamorado de ti. ¿Acaso lo olvidaste? Creí habértelo dejado en claro las últimas 2 veces que te lo dije.

Gustabo se enojó. No era su culpa que el viejo se haya enamorado de él.

- No es mi problema, viejo.

Conway suspiró con fastidio. Tomó del brazo a Gustabo, y lo llevó al patrulla.

Subieron al auto en total silencio.

Gustabo miraba por la ventana, con toda la calma del mundo, como si su intento de suicidio no hubiera pasado.

- ¿Cómo supo dónde estaba? – Rompió el silencio.

- Te estuve siguiendo la última semana.- Respondió, como si nada.

- ¡¿QUÉ?! – Regresó a mirar con asombro y enojo a su superior, pero este no le devolvió la mirada.- ¡Eso es acoso, viejo pervertido!

- No tendría que hacer nada de eso si no intentaras hacer lo que tratas de hacer ¿Lo sabes, verdad?

- No está obligado a arruinar mi suicidio ¿Lo sabe, verdad?

Conway paró el carro de golpe, y miró en silencio al contrario.

Pasaron unos segundos y Gustabo comenzó a sentirse incómodo.

- ¿Qué, qué tengo en la cara?

El mayor en total silencio se acercó de manera rápida y peligrosa a la cara del menor.

Este reaccionó haciendo su rostro hacía atrás, pero no consiguió hacer más distancia con el rostro del contrario.

Los labios de Conway estaban a nada de tocar los de Gustabo.

- Yo hago lo que se me venga en gana.- Susurró contra los labios del rubio.- ¿Lo sabes, no?

Y se separó.

Los ojos de Gustabo estaban abiertos con asombro, sus mejillas, estaban bañadas en un color carmesí por la vergüenza, y su cara reflejaba enojo.

Conway sonrió.

El resto del camino fue en silencio.

Pasaron unos largos minutos en silencio, Gustabo no sabía a donde se dirigían, pero tampoco iba a preguntar, estaba enojado con el mayor.

- Gustabo, dime algo.

El zafiro no respondió, dejando que el mayor prosiga.

- No…- Pausó un rato, pues estaba buscando las palabras correctas.- No creo que lo que tengas sea simple depresión… Has estado en tratamiento, y ya van 3 intentos, es como si no me estuvieras diciendo algo.

Gustabo guardó silencio. Miró lo linda que se estaba poniendo la noche, por el reflejo de la ventana lograba mirar a su acompañante, y sonrió.

No se lo diría.

- Bueeeeno, es que me gusta mucho que usted me venga a salvar. Es mi caballero.- Dijo Gustabo con un tono divertido, mirando a Conway.

- Es algo serio Gustabo, no bromees.

- ¿EH? ¡Lo digo enserio! – Parecía un niño haciendo un berrinche.- ¡Yo soy su princesa y usted es mi príncipe! Como en las películas.

- Siempre he querido un final feliz, como en las películas.- Pensó el rubio.

El peli negro no respondió, haciéndole pensar al rubio que se había rendido, pero por curiosidad miró de reojo el rostro del mayor.

A pesar de que la oscuridad estuviera reinando el cielo, se apreciaba con mucha claridad el sonrojo en el rostro de Jack.

Gustabo sintió una punzada en su corazón al verlo así.

Giró su cabeza hacía otro lado, tratando de calmar su pulso.

El silencio los abrazó, uno calmante.

“Parece la noche más linda del mundo…”

Pensaron ambos.

Y una sonrisa inevitable se formó en sus rostros.

Sí, era la noche más linda del mundo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 03 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Mañana | Intenabo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora