El reino estaba de fiesta, la hija de lo reyes al fin había nacido, por la enorme felicidad que les causaba tener una princesa en las líneas de Etiopia hicieron una enorme fiesta en su honor; los reyes abrieron las puertas del castillo dejando pasar a sus pueblerinos, los que tenían mas suerte podían desde lejos a la bella bebé, los murmullos de la belleza de la niña no se hicieron esperar al igual que los cumplidos por el nacimiento de aquella niña.
La noticia llego a los oídos de varios reinos que no dudaron en ofrecer a sus hijos como prometidos para la nueva princesa, Cefeo y Casiopea, los padres de la niña, negaron rotundamente las propuestas, pues sabían que ellos solo querían a su hija para poder fortalecer el reino de las propuestas.
La pequeña niña de cabellos rubios fue creciendo y haciéndose mas agraciada con forme el paso de los años, se había vuelto fuerte e independiente, todo eso iba de la mano con su belleza, su rostro fino, ojos claros y la bella melena rubia que llegaba hasta la cintura.
A pesar de todo eso, también tenia la humildad y la inocencia que la hacia mas pura ante todos los hombres y mujeres del reino; pero a todo eso, su madre siempre presumía su enorme belleza a quien se le cruzara, siendo ese uno de sus peores errores que iba a cometer y que probablemente se arrepentiría por el resto de su vida.
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Las olas del mar movían aquella caja, la mujer trataba de su pequeña criatura no se mojara, asi para evitar que se enfermase y muriera, pues en medio del mar no va a poder conseguir una cama y un trapo limpio al igual que el agua.
Aun así aquel dios de enorme cabellera celeste les cuidaba, se tenia que hacer responsable de su hijo aunque eso no le hacia gracia, pues quería seguir disfrutando de la vida sin ataduras para después poder hacerse cargo del puesto que había decidido tomar cuando se repartió el mundo con sus dos hermanos; con un pequeño ademan de su mano hizo que aquella caja llegara a una isla, al ver que estaban seguros siguió haciendo lo que quiso en el Olimpo y en le mundo.
La joven mujer salió de la caja con el niño en brazos, estuvo vagando por el bosquecillo que tenia esa isla, hasta que se topo con un hombre, vestía demasiado elegante para ser un pueblerino, por lo que dedujo que era de la realeza; el hombre al toparse con tan bella dama se enamoro tan perdidamente de ella, pero al ver el pequeño tumulto que llevaba en brazos la vio con duda, la mujer abrazo el bultito de tela contra su pecho, recibiendo así la ayuda de aquel desconocido, sin contar que también que tenia algo en contra del pequeño niño de la mujer.
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Sus manos pasaban lentamente por su cabello, quitando así de cualquier nudo que tuviera, suspiro para después ponerse aquella pequeña tiara de oro en su cabeza, salió de su habitación y fue directo al comedor donde estaban sus padres, Casiopea, su madre, como siempre le elogio por su infinita belleza, su padre, Cefeo solo se limitaba a tomar su vino lentamente mientras escuchaba las palabras repetitivas de su mujer.
La joven solo ignoro las palabras de su madre para poder comer y de allí irse a pasear a los jardines del palacio o tal vez no...
Dio las gracias por la comida y se levanto, le dio un beso en la mejilla a su padre y salió a los jardines, cuando se alejo lo suficiente, saco otras ropas, se quito su vestido y se vistió con aquellas ropas de pueblerina, sin mas salió del castillo por una de las enormes enredaderas de las paredes; cuando sus pies tocaron el lado apuesto de los jardines, lo sintió como un triunfo, pues si quería salir siempre iba uno de sus guardaespaldas, cada que alguien se le acercaba, siempre terminaba siendo asustado por los guardaespaldas. Pero esta vez ella podría disfrutar de todo lo que sucedería, los colores, costumbres de su bello pueblo.
