Tú por mi, yo por ti

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-Vamos. No pueden verte así. -Kohaku lo jaló del antebrazo con firmeza, mirándolo de manera más terrible que podía: como si fuera un maldito fracaso.

Y es que lo era. Y aunque aún no estuviese borracho, Senkuu tenía una predisposición a ese tipo de vicios cuando estaba en lugares públicos, cada vez que se sentía frustrado porque algo no funcionaba como esperaba en el laboratorio.

Y eso ocurría muy seguido, últimamente. En el lapso de un año había muerto su padre, se había quedado sin fondos, y se comprometió con Luna, la hija del Dr. Xeno, para que este financiara sus más alocados proyectos. Pero, aunque el dinero no fuera ya un problema, a Ishigami Senkuu parecía perseguirlo la mala suerte en cada proyecto nuevo que hacía: los aparatos explotaban, se cortaba la luz, se cortaba el agua, se accidentaba, y un sinfín de cuestiones. Todo eso acompañado de que Kohaku, su guardaespaldas personal y amiga cercana, había presentado una carta de renuncia.

-Me importa una mierda. -replicó Senkuu, haciendo un inusitado esfuerzo para quedarse sentado frente a la barra del bar.

La había visto el día anterior, pero hacía bastante tiempo que no hablaba con la leona.

No desde que se comprometió, al menos. Kohaku había tomado una actitud sumamente distante desde que se enteró de eso, tras una reunión con el doctor Xeno.

"La familia Nanami me ofreció trabajo como guardaespaldas de su heredero, con un contrato mucho mejor." Kohaku explicó, mirando a través de él mientras Senkuu leía su carta de renuncia.

No tenía mucho sentido, pensó él. Ni cuando estuvo en la quiebra Kohaku renunció como su guardaespaldas. Y, por otro lado, su contrato era bastante permisivo: la leona podía estudiar para la universidad y entrenar artes marciales con regularidad, además de ausentarse cuando lo necesitase.

¿Qué más podría ofrecerle la familia Nanami?

"¿Pensaste bien en esto?" fue lo único que Senkuu preguntó, y tragó saliva para reprimir lo terrible que era que esto estuviese sucediendo.

Porque, aunque al científico le costara trabajo admitirlo, necesitaba a su guardaespaldas. O más bien, necesitaba a Kohaku. Necesitaba hablar con ella, saber de ella, y contar con ella.

Pero, por otro lado, sabía que era injusto mantenerla allí solo por su capricho.

"Sí." Kohaku respondió tras un extraño silencio, en el que Senkuu la miró detenidamente, sospechando de ella.

"Entonces te despediré. Así cobras el seguro." El peliverde dejó la carta sobre su escritorio. "Para mañana tendré tu carta de despido."

"Perfecto."

"Excelente."

Esas fueron las últimas palabras que intercambiaron antes de que Senkuu comenzara su jornada laboral rápidamente, terminara de trabajar a medianoche y volviera a su departamento con su chofer para comenzar a redactar el documento que le había prometido a Kohaku.

Entonces recordó la noche anterior a que la leona se enterara de su compromiso, cuando, a pesar de ser lo más razonable, Senkuu omitió el tema por completo, y prefirió escucharla hablar sobre cómo había salido en primer lugar en el torneo de kendo antes de quedarse dormida en el sofá de su departamento, sentada mientras abrazaba un cojín con un dibujo de la tabla periódica.

De eso habían pasado dos meses.

Dos meses y solo había visto a su prometida dos veces, que no había terminado por gustarle en ningún momento, o bien había ignorado deliberadamente mientras observaba a lo lejos a la leona, con su rostro inexpresivo y completamente aterrador.

Tú por mi, yo por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora