LAS COINCIDENCIAS NO EXISTEN

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Boston, una de las más grandes y ajetreadas ciudades de Estados Unidos, rodeada de grandes edificios y empresas especializadas en diferentes ámbitos que juegan un gran papel para la economía no sólo de la cuidad sino del país entero. No era de extrañarse que tal cuidad y sus habitantes vivieran su día a día con un ritmo acelerado y frenético.

Para Regina Mills, si unos años atrás le hubiesen preguntado si le gustaría vivir en tal cuidad, su respuesta inmediatamente sería No. Pero una vez que pasas los grandes edificios, el horrible tráfico y el incesante bullicio de la gran cuidad y te centras en esas bellas partes que posee, su respuesta sería completamente diferente.

Boston Theater District, el oasis en el desierto para Regina Mills, Broadway, ópera, ballet, música. Todo lo que más le gustaba en un solo lugar, pero el mejor y más especial de todos para ella sería siempre la histórica Boston Opera House.

Era imposible no enamorarse de ese lugar...

Su fascinación y amor por el arte en especial por la música la llevo a convertirse en Musicóloga, para ella el apreciar y entender la música no era solo limitarse a escucharla o tocar algún instrumento, sé trataba de estudiar cada aspecto de ella, sus raíces, cimientos fundamentales, la sociedad en que fue creada e incluso su relación con el ser humano.

La pasión y el amor de ella hacia su profesión la llevo a exigirse más allá que los demás, a darlo todo incluso aún para cumplir cada uno de sus objetivos y superar cada obstáculo, manteniendo intacta esa dedicación, emoción y curiosidad que tuvo desde la primera vez que escucho a su madre tocar el concierto de Tchaikovsky con su violín.

Logrando ser una crítica de renombre a los 30 años, exitosa aún siendo considerada joven, era la envidia y admiración de muchos y si ha tal éxito se le agrega que desde hace 4 años estaba casada con un hombre igual de importante y que comparte su amor por la música y que la ama con igual intensidad que ella a él, digamos que las miradas de envidia aumentaban.

Su vida era "perfecta" o al menos eso es lo que dicen la mayoría de las personas que los veían juntos y Regina no lo niega, sabe que es una mujer hermosa, con un físico y una actitud arrolladora, pero a amplificar todo eso era el hecho de ejercer la profesión que más amaba y llenaba de emoción su día a día.

Su matrimonio, es un factor de su vida que ha estado invadiendo sus pensamientos y no de la forma que más le agradaría. Últimamente no ha sido el mismo, la mejor manera de describirlo sería que las cosas se han enfriado un poco, su parte racional le dice que es algo temporal; en estos momentos ambos están concentrados en sus carreras y en cumplir sus metas, es claro que eso les llevaría tiempo aparte y que afectaría su relación. Pero aún así, seguía habiendo una pequeña parte de ella llena de dudas, esa voz que todo ser humano posee y que por más quiera no lo puede desaparecer o callar...

Igualmente, todo momento bueno o malo forma parte del encanto de un matrimonio, al menos eso se decía Regina así misma, era algo que su esposo le gustaba contradecirle, él en cambio pensaba que los pequeños detalles y coincidencias que formaban parte de su relación ayudaban incluso a formarla, era ahí donde su esposo insistía y aseguraba que la magia estaba. Pero Regina no pensaba igual o al menos en parte, ya que para ella las coincidencias no existían, simplemente eran tus decisiones las que contaban.

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-Hola Amor, ¿Que tal tu día en el trabajo? - Dijo Regina al ver a su esposo mientras descargaba su maletín sobre la mesa de la sala, ella en cambio acababa de llegar después de un largo día de clases en la facultad.

David Nolan, un hombre alto de expresivos ojos azules, cabello rubio oscuro y una sonrisa encantadora al igual que coqueta, el príncipe perfecto con el que muchas mujeres sueñan.

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