CYJ

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Recordaba bellas flores, de todos los tipos, de muchísimos colores, un amplio campo verdoso decorado de cientos de ellas, el sentimiento de libertad haciéndome sonreír mientras pajarillos azules volaban a mi alrededor entonando una melodiosa sinfonía que me hacía sentir que flotaba y era uno con el viento.

Que dichoso era por poder respirar ese aire puro que llenaba mis pulmones y me hacía sentir vivo.

El viento golpeando mi rostro brindándole espasmos de alegría a todo mi cuerpo.

Cerraba los ojos y sentía que la naturaleza se fundía conmigo; los sonidos, los olores, la escena...

Solo faltaba una sola cosa para que fuera perfecto.

Compañía.

Hubiera sido perfecto tener a alguien con quien compartir todo aquello, ¿por qué estaba solo?

Apenas recordaba un sentimiento de tristeza empezar a invadirme por ese hecho, de que estaba solo en un lugar tan idílico. ¿Era un regalo el poder disfrutar de todo aquello por mi cuenta? ¿O era un castigo?

Me hubiera gustado poder disfrutar aún más de aquel sueño...

Pero la realidad siempre es muy distinta, y lamentablemente, cruel.

No hay flores bonitas, pajaritos cantores, ni olores dulces.

En su lugar habían máquinas conectadas a mi cuerpo, una camilla de hospital y alguien dormido sobre mi regazo.

Cuando abrí los ojos con dificultad debido al foco demasiado luminoso en el techo, después de haber abandonado aquel campo de mariposas, confusión total y un desconcierto abrumador estremecieron mi cuerpo.

Entendía que había estado soñando y que lo que mis ojos presenciaban en aquel entonces, ya no era un sueño. Lo que no entendía era; ¿por qué estaba en un hospital?

Luego me di cuenta del chico pelimorado, este estaba sentado a un costado de mi camilla, dormía sobre mis piernas, su rostro refugiado en sus brazos que se apoyaban en mí sobre las sábanas blancas. ¿Lo conocía? ¿Quién era?

Me removí un poco incómodo por la posición de aquel chico, pues era sugerente y me sentía invadido. Al parecer eso lo despertó.

Soltando unos cuantos quejidos, se talló los ojos y estiró sus brazos por encima de su cabeza.

En ese momento exacto pude apreciar su rostro. El chico era muy apuesto, también parecía ser alto, intenté recordarlo, pero no se me venía un nombre a la mente. Tal vez a él podría preguntarle qué demonios había ocurrido y por qué estaba allí.

Por alguna razón, aquel muchacho se quedó mirando un punto muerto en la habitación. Exactamente, una de las cortinas de la ventana; se veía apagado, sus ojeras eran pronunciadas y su expresión reflejaba una melancolía contagiosa que sentí yo también al verlo.

Me daba profunda pena y no sabía porque. Se veía demasiado indefenso y vulnerable, tal vez algo roto. Me preguntaba que habría pasado, quién era y por qué había estado así sobre mí.

El chico suspiró, se levantó de la silla en la que estaba sentado y le dio una última mirada a la ventana antes de mirarme a mí. Nuestros ojos se encontraron y sentí una extraña ansiedad recorrerme por la columna.

Con aquellos mismos ojos tristes suyos, nos quedamos mirando el uno al otro sin decir nada, yo porque no sabía qué decir o cómo iniciar, y él... No lo sabía. Conté segundo tras segundo hasta que se volvieron veinte.

En el segundo veintiuno su ceño se frunció ligeramente, en el segundo veintidós su expresión se acentuó y en el veintitrés vi a sus cansados ojos comenzar a brillar y cobrar vida, emoción en ellos, como si esos luceros muertos estuvieran encendiéndose. Vi a esos ojos marrones hacerse cada vez más grandes hasta que fueran dos grandes orbes brillantes, que por alguna razón, empezaron a producir y secretar lágrimas.

WE LOST THE SUMMER PT. I [Soojun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora