El maestro tocó mi hombro, salí para ver que necesitaba.
-Extiende los brazos.
Mi corazón dio un giro, no podía haber visto la herida. Los extendí, mi pulsera se había aflojado, la herida estaba ahí, a la vista.
-Eso no ha sido un accidente.
Apreté los labios, qué le iba a decir...
-Mira Sofía, aquí, esto no es nada irrelevante, vamos a tener que llamar a tus papás.
Asentí fingiendo que entendía. Volví al salón y simulé que nada pasaba, hasta que llegué a mi casa.
-Recibí la llamada de tu coordinar-dijo mi mamá cuando contesté su llamada.
-Ah...
-¿Para qué quiere hablar con nosotros?
-Mmm no sé.
Mentí. No sabía si ella pretendía que se lo dijera, pero yo no podía.
-Tu papá está muy molesto, dudo que los lleve a comer hoy.
Me destrozó, llevaba planeando aquella salida mucho tiempo, corrí a esconderme al baño.
Me tiré al piso, me había estado arreglando para salir así que prácticamente me arranqué la ropa, no quería sentirme así, me sentía furiosa, todo aquello era mi culpa, me eché a llorar, a llorar con sentimiento desgarrador con el que sólo se llorar en algunas ocasiones. No podía creer que todo aquello había pasado sólo en un día ¿Qué clase de vida era esa? Claro, aquello no podía ser vida.
-Soy un fracaso-me decía. Mi voz sonaba vacía, ausente, quebrada, pasé una hora en el baño. Respiré aire, salí tomé una tijera, mi móvil y regresé al baño, me corté, sabía que era lo único que me quedaba por hacer, no sabía cómo calmar el dolor de otra manera, estaba llorando sentada en el suelo, mordiendo una toalla por el dolor, mientras rasgaba mi piel.
-Soy un fracaso-era lo que me decía.
Soy un fracaso...