ARREPENTIMIENTO

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Era un frio invierno crudo y desabrido, los copos de nieve danzaban al compás de una melodía dolorosa. En una bella casa, en el primer piso un hombre de piel de bronce con el cabello largo hasta la cintura de un negro azabache, con dos bellos ámbares incrustados en sus ojos, salteaba una guarnición de espárragos con gambas, mientras que, del otro lado de la cocina, marinaba un filete de salmón en extracto de naranjas, nueces y clavos. Preparando una cena ligera para su curioso invitado.

El sonido de la música proveniente del comedor, se fusionaba con las manos precisas del mexicano, con destreza picaba perejil como toque final para la guarnición. Paso un paño húmedo sobre sus manos con olores impregnados de la infusión de café con anís, apago el fuego y fue directo al horno, previamente calentado, metió el salmón y cerró la puerta, para volver detrás de los espárragos con gambas.

--¿Estas listo para la cena? –Comento Daniel rompiendo el silencio que albergaba en la cocina

El eslavo lo miró fijamente, fascinado por los ámbares ojos del mexicano; sus labios se curvaron en una nostálgica sonrisa, como si ya hubiera escuchado antes esa frase. –Creo que es momento de sentarnos a cenar. –Trago saliva, esa sería la noche definitiva para ambos.

-Adelante, tú eres el invitado --Daniel hizo un gesto con la mano invitándolo a pasar al comedor; se quitó el delantal poniéndolo sobre la barra, desenvolvió sus mangas y las abrocho con las mancuernillas que había guardado en su bolsillo.

Dmitry sintió una calidez en su pecho al pensar como su amado siempre lo procuraba. Daniel llevo a la mesa dos tazas con café, cargado sin azúcar y anís para su amado y con canela y piloncillo para él. Regreso a la cocina para traer los platos servidos, se sentó con entusiasmo de comenzar a comer.

Dmitry no caería en su juego de nuevo, su mente volvió a concentrarse en formular las palabras que le diría para terminar toda esta farsa de relación de una vez por todas, pero fue interrumpido por el sonido de una copa de cristal estrellándose contra la loseta proveniente de la cocina, provocando un sobresalto en él. Intento no prestarle atención, pero el sonido de un disparo del mismo lugar hizo que brincara del susto. Prefirió mantener las cosas tranquilas y no decir nada hasta que ambos terminaran de comer.

--Terminemos con esto, sabes que no vine solo por la comida --Comento Dmitry en un tono serio --Estoy aquí porque necesitaba mostrarte esto --Dmitry saco un sobre manila de su abrigo, en el que se podía sentir papel fotográfico

--¿Qué es esto? –Daniel tomo el sobre con minucioso cuidado

--Las fotografías de ti y Armin en Praga, paseándose juntos sobre el muelle –Contesto con rabia, su respiración se volvió mas agitada

--¿Enserio piensas que tengo algo con ese alemán? –Pregunto extrañado.

--Yo... estoy arto de ti y tus malditas mentiras –Era el momento que tanto había buscando, por fin había reunido todo el valor para decírselo

--Yo no he hecho nada indebido Dmitry, solo fui por negocios, estrategia que tu sugeriste

--Pero eso fue antes de que yo me enterara que habían sido amantes y siguen siéndolo

--Estas equivocado. Tu y yo estamos destinados a estar juntos por siempre, eso lo sabes.

--Ya no puedo mas con esto, si vas a seguir mintiéndome, es mejor que me vaya.

Un silencio inundo de nuevo el comedor. Daniel sonrió de manera triste, intentando comprender los celos del joven ruso. A veces rebasa su nivel de paciencia, pero ya se había acostumbrado a este tipo de escenas.

Dmitry se levanto de la mesa dispuesto a irse y dejar atrás todo, pero un fuerte agarre lo regreso a la mesa. Cerro los puños demasiado fuertes que sus uñas comenzaban a hacer pequeños cortes en las palmas de sus manos.

--Piensa lo que estas a punto de hacer Dmitry, a veces cometemos locuras por amor, pensando que esa será la solución a nuestros problemas. Pero esta situación es algo que solamente esta sucediendo en tu mente

--¡CALLATE DE UNA MALDITA VEZ!, tu no eres el, solo eres una alucinación, tu no eres el, no eres real.

Daniel lo miro con ternura, sobre sus labios se dibujo una sonrisa falsa, que intentaba ocultar su decepción. Era cierto que él y el hombre alemán de nombre Armin habían tenido algo que ver en un pasado, pero había sido hace tanto que ni siquiera lo recordaba

--¿Cuántas veces tenemos que volver hacer todo este montaje para que me dejes ir? –Pregunto Dmitry con dolor en su voz

--Hasta que lo decidas

--Pero ya no quiero volver a verte

--¿Entonces por qué volviste a llamarme?

Para Dmitry le era imposible no oler el suave aroma de su amado en cada rincón de la habitación, no escuchar su risa en cada centímetro de las paredes ni el sonido de sus zapatos en cada escalón de la casa que un día compartieron los dos. Las escandalosas risas y los silenciosos besos que guardan esas cuatro paredes que nadie las podría borrarlas, incluso la misma muerte.

Siempre se prometía a si mismo dejar de beber, que sería la última noche en que el seria poseído por el vodka y la tristeza, sin embargo, esa promesa jamás se cumplía y siempre regresaba a su casa, a lo que quedaba de ellos dos.

El latido de su corazón fue cesando, Daniel tomo su taza de café y le dio un suave sorbo, Dmitry hizo lo mismo, bebió del café que tanto ansiaba probar una vez más. Por mas que el intentara prepararlo, jamás le quedan igual que como lo preparaba Daniel

--Estaba demasiado molesto cuando te mate

--Lo sé. Me honraste demasiado al a ver arrancado mi corazón con tus propias manos y llevártelo, para conservar un poco de mí, contigo

Dmitry observo la mirada vacía de Daniel y sus bellos ámbares que le provocaban un nerviosismo por lo bellos que eran, pero esa mirada estaba muerta, pues por mas que su mente se esforzara por proyectar una réplica de Daniel, jamás se le compararía

--¿Por qué siempre regreso a nuestro hogar?

--Previene la negación y ayuda con la aceptación de nuestros actos Dmitry

--Lo que sentía por ti iba más allá de lo que cualquier persona podría llegar a sentir.

--La próxima vez que regreses, puedo preparar un poco de sopa de betabel, se lo mucho que te gusta

Dmitry le dio un ultimo sorbo a su café, degustando el amargo sabor del café y las notas acidas del anís. Al terminar su taza de café, se levanto de la mesa y se dirigió al asiento de Daniel, se acacho sobre sus pies, quedando casi a la altura de su amado mexicano, dio un suspiro observando sus resplandecientes ojos color ámbar. Alzo su mano para tocar su mejilla, para sentir su suavidad y ese calor que tanto ansiaba sentir, pero no lo encontró, ya jamás lo volvería a sentir. Daniel le dio una sonrisa, pasando su mano sobre los cabellos de su joven ruso como todas las veces lo hacía. Dmitry no respondió, con un nudo formándose sobre su garganta solo lo observo con tanto amor y desespero de sentir su calor

--Ven, te acompaño a la puerta –Daniel tomo de la mano a Dmitry dirigiéndolo hacia la puerta de salida

Dmitry tomo su saco y las fotografías, camino hacia la puerta, pero no pudo evitar voltear hacia dentro del comedor, ver las copas de cristal estrellados sobre la loseta y las paredes rociadas con sangre que un par de balas habían causado.

Con un terrible dolor en el pecho, Dmitry abrió la puerta; antes de salir se giró hacia atrás en busca de un último beso de despedida, pero para su sorpresa Daniel ya no estaba, ni su aroma, ni la luz de los pasillos o la melodía que provenía del comedor. Solo una fría casa abandonada a la obscuridad y soledad. Se sentía tan roto, pues era mas doloroso el aferrarse a su recuerdo que haberlo matado.

Dmitry comenzó a caminar, alejándose poco a poco de aquella casa que una vez fue su hogar, pero no sin antes darle una ultima mirada al ventanal que estaba cerca de un viejo árbol, ahí se encontraba de nuevo Daniel observándolo desde lo alto, con un vaso de tequila sobre sus manos.

Quizás la próxima vez será la ultima cena... 

Última vez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora