Capítulo Cuarenta

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—¡Debí saber que la loca mayor estaba detrás de todo esto!

El hombre uniformado toma a Logan del cabello y jala su cabeza hacia atrás para casi gritar contra su oído—: ¡Cállate maldito criminal!

—Señorita, el oficial Cabrera se encargará de escoltarlas a usted y a su madre a su residencia —anuncia el alto hombre que sostiene a Ian por los brazos, mientras señala con un asentimiento de cabeza a su compañero, quien acaba de entrar.

—De lo único que ustedes se encargarán, será de quitarles esas esposas de encima y ofrecerles una disculpa —la dureza con la que hablo me sorprende incluso a mí—. Yo no estoy secuestrada.

Los ojos de mi madre se entornan, y puedo notar como se oscurecen tanto como el cielo nocturno. Su mandíbula se aprieta, al igual que sus puños y ya soy capaz de notar la pequeña vena que salta en su frente cuando está por perder los estribos.

Casi puedo escuchar su amenaza en mi oído, casi puedo sentir el filo de sus uñan enterrándose en mi brazo. Y a pesar de que el miedo comienza a arraigarse en mi sistema, decido ignorarlo.

—Puede decir la verdad, él ya no volverá a hacerle daño —una pequeña sonrisa adorna el rostro del llamado oficial Cabrera.

—¿Acaso está sordo? ¡Que ellos jamás me secuestraron! Y no sé qué fue lo que ella les dijo, pero miente, yo ni siquiera soy menor de edad.

Los tres se miran con cautela entre sí, su ceño se frunce y cuando regresa la mirada hasta encontrarse con la mía, puedo leerlo con facilidad, no me cree nada.

Mi mano se extiende hacia él, sujetando mi identificación entre mis dedos índice y medio.

Con la mano temblorosa, él toma el documento y lo lee detenidamente. Podría asegurar que su piel ha palidecido un par de tonos y se gira hacia sus compañeros para mostrarles.

—No está mintiendo.

—¡Por supuesto que no! —exclama el pelinegro.

—Eso justamente lo que hemos tratado de decirles —habla Ian entre un quejido—, ahora quítennos esto de encima.

Noto la vergüenza en el rostro de los hombres, y cabizbajos buscan las llaves en el interior de sus bolsillos para liberarlos.

—¿Qué demonios se supone que hacen? —la voz de mi madre se alza varios tonos, pero intenta mantener la postura— Les prohíbo que los dejen libres.

—Usted no está en posición de exigirnos absolutamente nada —habla uno de ellos, mientras retira las esposas de las muñecas de Logan—, es más, deberíamos detenerla a usted en este mismo instante por hacernos perder el tiempo de esta manera.

—¿Es una pérdida de tiempo tratar de recuperar a mi hija?

—Lo es —asiento—, porque yo no volveré.

Un gemido sale de los labios de Ian en cuanto sus manos son libres de nuevo, y veo como soba con suavidad sus muñecas de inmediato, por lo que el policía que lo tenía sometido le ofrece una disculpa que apenas puedo percibir.

—¿Qué no ven que este hombre le lavó la cabeza? ¡Deténganlo!

—Ya basta, señora, no lo haremos.

—Les pagaré todo lo que quieran —la urgencia en su voz hace que el nudo que tengo en mi estómago se apriete tanto como para hacerme vomitar aquí mismo—, sólo díganme cuánto quieren.

La veo buscar algo desesperadamente en el interior de su bolso de mano, y murmura algo que no soy capaz de entender mientras lo hace. Sus movimientos son torpes y noto un temblor exagerado en ella.

Una Vez MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora