Y me pregunte si el amor de Edgar era demasiado puro...
O si yo era demasiado egoísta.
Por qué el cruzar de sus piernas podía decirlo todo sin decirme nada.A la madrugada le cantaba, al atardecer le suspiraba.
Y mientras que a la noche le dedicó versos logro despedirse de la luna a quien no lograría volver a ver.
A mí querido Edgar que tuvo que aprender a jugar con otras reglas.
A mí odioso Edgar que me obliga a tragar la duda hasta que muera en mi garganta.
Al pequeño que llora y desea ser abrazado.
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La Biblia de los inadaptados
Short StoryPersonas tontas, dentro de la imaginación de una tonta, siendo narrados por la misma tonta