Prefacio

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20 de diciembre de 2018

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20 de diciembre de 2018.
Apartamento vacacional Strauss – González.

Muchas cosas estaban por perder el control, y no quería siquiera imaginarme las posibles consecuencias de mis actos.

Sabía que no iba a ser fácil, pero no tenía otra opción. Mis manos estaban atadas. E iba a tener que hablar antes de que empeorara aún más. Tenía que darles lo que querían o si no...

—¿Estás bien, cariño? —di un salto sobre mi asiento en cuanto la escuché, y me di la vuelta para encontrármela de pie en el marco de la puerta.

Bloqueé la pantalla de mi teléfono con un movimiento rápido para evitar que viera los mensajes que me habían puesto nervioso de pies a cabeza. Su sonrisa desapareció en cuanto se dio cuenta de que aún no había respondido a su pregunta, y juntó ambas cejas, confundida.

Me apresuré por querer soltar cualquier excusa, y por no pensar con claridad, solté una pequeña parte de lo que estaba sucediendo.

—Hay un problema con la compañía y...

—¿Qué sucede? ¿Está todo bien?

No pude evitar sonreír al escucharla. Ella había estado allí conmigo en los primeros pasos de la empresa, y para ella era como otro hijo más. Siempre se preocupaba ante cualquier problema y buscaba soluciones, aun cuando no era su obligación.

Tenía que solucionar mi mierda. Por el bien de todos.

—¡Sí, sí! Por supuesto —me apresuré, poniéndome de pie y tomando mi chaqueta del sillón—. Un problema menor, es todo. Iré a ver y volveré en un rato, quédate con Adelaide y...

—¿Quedarme en casa? Adelaide está muy entretenida leyendo y yo me aburro como una ostra. No tengo ganas de tocar nada del trabajo, así que vamos, te acompaño.

No, no, no, por favor.

Por desgracia, no tuve siquiera tiempo de decirle que podía manejar el problema falso yo solo, porque en cuestión de segundos tomó un par de zapatos bajo la cama y se los calzó con rapidez.

—Por tu cara pálida, Hermann —volvió a hablar, rebuscando entre las prendas colgadas en el armario—, sé que algo va mal, y no tengo planeado dejarte solo. Hicimos una promesa, ¿recuerdas?

—Lo sé, pero en serio, no es necesario...

—En lo que sea, juntos hasta el final. Y no planeo romper esa promesa después de más de veinte años juntos —sentenció. Se puso el abrigo rápidamente y se detuvo a mirarme antes de salir de la habitación—. Iré a avisarle a Adelaide y luego nos vamos.

Fuerte [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora