Capítulo Uno

671 42 54
                                    

Septiembre de dos mil veintiuno, el estadio rugía ante la oportunidad de presenciar el partido de inicio de la liga alemana. La mitad de la grada lucía un vibrante amarillo dorado, marca evidente de sus esfuerzos por animar al Dortmund, cuyos jugadores estiraban ya en una de las esquinas del campo. La otra mitad, roja como la sangre, pero claramente menos dramática que esta. Los locales coreaban ánimos para el Bayern, que jugando en casa, cargaba sobre sus hombros una agridulce comodidad con un oscuro brillo de presión, responsabilidad y expectativa.

El Allianz Arena protegía a sus pupilos en el vestuario principal, donde las últimas indicaciones del míster rebotaban en las paredes embaldosadas, alcanzaban a los jugadores, y resbalaban sobre las equipaciones de la mayoría de ellos, que con la mente ya en el césped trataban de no alejarse del punto de concentración que les exigía el juego.

Los jugadores que lucían el amarillo entraron al vestuario, bebieron algo de agua y atendieron a las últimas instrucciones antes de reunirse en el túnel de vestuarios con el equipo rival, cada uno en su respectivo lateral y sin interactuar entre ellos. La excesiva competitividad, la lucha por el título de emperadores de Alemania, que ya empezaba a borbotear, cociéndose a fuego rápido desde el primer partido.

Unos ojos cristalinos volaron desde el lateral rojo, buscando una mirada que lo correspondiera entre las filas del Dortmund. Aun así, Marco Reus mantuvo los ojos fijos en el suelo, como si las baldosas que pisaba fueran realmente de interés, aunque sabía perfectamente que lo hacía única y exclusivamente por evitar la mirada que recorría el equipo en su busca, esos ojos que habiendo examinado al milímetro hacía ya tantos años, recordaba perfectamente, con ese verde azulado tan claro, que al dejar pasar la luz, a veces parecía incluso transparente.

Los vítores de los espectadores se fortalecieron al comenzar a ver los primeros jugadores saliendo del túnel de vestuarios. El ambiente era abrumador, tantas voces rompiéndose a la vez sobre los veintidós hombres que comenzaban a pisar el césped.

Robert Lewandowski devolvió la mirada al frente, convencido de que, por algún motivo, su amigo estaba demasiado concentrado con el comienzo de la liga como para corresponder su mirada.

Ambos equipos se encontraban ya, completos, sobre el campo, y Marco había conseguido, por fin, despegar los ojos de la punta de sus botas, que estarían ya desgastadas por completo si realmente fuera posible. Su mirada voló a la grada, después, una vez se hubo colocado en su posición, miró al campo rival, que se encargó de darle al alemán un vuelco al corazón. Ahí estaba Robert, a un par de metros de él, de nuevo, buscando su mirada con insistencia. Marco contuvo un escalofrío que electrizó su espalda, y pese a sus intentos por evitar esa situación en concreto, sonrió, algo nervioso, pero con esa sonrisa suya, torcida, tan característica, y que tanto llenó al dorsal número nueve del Bayern. Robert apretó los labios, intentando, como solía hacer, ocultar esa fina sonrisa que acabo escapándose sin remedio. Sonrió, complacido y ahora sí, preparado para el partido que se le venía inminentemente encima.

(...)

Reus temblaba bajo la lluvia hirviendo que espolvoreaba la ducha sobre su cuerpo. En aquel momento, nadie hubiera podido distinguir qué era agua, qué era sudor, y qué eran lágrimas. No por haber perdido, ni mucho menos; el partido se había saldado con un empate, justo para ambos equipos, que se habían dejado la piel aquella noche en el Allianz Arena. El delantero del Dortmund sentía que se ahogaba, que retener en su interior todo aquello que buscaba desesperadamente una vía de escape, comenzaba a hacérsele imposible. Ya no era capaz de contener las lágrimas, su llanto se había desbordado en el mismo instante en el que se había quedado solo. Todos parecían llevar prisa, él se hubiera quedado atrincherado en aquel vestuario solo por no tener que arriesgarse a ver de nuevo esos ojos brillantes que lo volvían loco, aquellos ojos que un día habían abandonado el equipo del amarillo brillante para perseguir su sueño en Múnich.

Pide Un Deseo [Marco Reus y Robert Lewandowski] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora