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—No se preocupe profesor, no volverá ha pasar esto.—hizo reverencia pero yo no—Vamos Honey, hazlo por mi.—susurro y yo rodó los ojos para pararme y hacer reverencia.
—No quería hacerlo, ¿Por qué me obligaste?—bufe frunciendo el ceño.
(...)
—¿Honey lista para irnos?—tomo mi mano.
—Si, solo tengo que dejar este libro en la biblioteca.—alce aquel libro.
—No sabia que leías, cuando tuvimos nuestro primer trabajo juntos odiabas los libros.—siguió mirando a este.
—Si me gustan, una cosa es que no me gusta los libros de la Universidad y estos si.—sonreí ladina.
—¿Y cual has estado leyendo?—caminamos hasta la biblioteca.
—Pues este libro se llama I hate you-Don't Leave me... Se trata de una estudiante de psicología que lucha por detener el dolor de un miembro familiar o pareja de un límite.—solté un suspiro al último.
—¿Kya estas que dices lo que te está pasando verdad?—fruncí un poco su ceño.
—No te estoy mintiendo Bunny, de eso se trata, lo relacioné con lo qué pasa en mi vida y... lo decidí leer, no hay algún problema creo.—alce los hombros y se quedó en silencio—Espérame aquí ya vengo.—entre a la biblioteca.
—Buenas tardes Kya, ¿Qué tal te pareció el libro?—sonrío amable la señora que tenía como unos 60 años.
—Me gusto mucho, vengo a dejarlo y voy a llevarme otro.—dije educada y ella asintió—Muchas gracias.—hice reverencia.
Me dirigí a los pasillos y empecé a caminar entre ellos para dejar el libro que ya había leído y llevarme otro.
—El dolor es inevitable, el sufrimiento opcional.—mire este libro detalladamente, lo cogí y lo abrí para ver aunque sea para leer él sinopsis—Nacemos llorando y también acuden lágrimas a nuestros ojos cuando experimentamos una gran alegría. En ambos casos significa que estamos vivos y que todas las oportunidades se hallan a nuestro alcance.—me quede pensando por unos minutos si me lo iba a llevar o no y al final decidí.
—¿Te lo vas a llegar querida?—hablo la señora y yo asentí.
—Si, me a llamado mucha la atención.— sonreí mirando el libro.
—Esta bien, entonces cuando termines lo traes ¿Verdad?—pregunto y yo asentí—Bien, que tengas un buen día mi niña.—sonríe y yo hice reverencia.
