Y era fría, y era oscura, y un aire vaporoso y espeso exhalaba de ella acompañado por un leve sonido peculiar parecido a un eco resonando en las cupulas de una catedral vacía.
Colocó una mano en la roca áspera, notó que estaba fría y húmeda. Sintió una repulsión que recorrió su cuerpo revolviendo sus entrañas, asumió que era algo asqueroso como se asume de aquello que se toca sin poderlo ver, la sensación en su piel, que al contacto se erizó, no le mentía.
Parecía raro, la oscuridad de aquella cueva era tal que nada en su interior se veía, -pero era curioso- decidió entrar. El sonido, aquel que provenía de dentro, le atraía, parecía hablarle. Entró en ella, como Alicia, fascinado con lo que allí encontraría.
Volteó, miró hacia atrás, una luz: tenue y parpadeante en el fondo, pero oscuridad de dónde venía, no era la luz del día. Sintió miedo y una presión en su pecho crecía.
Era un croar, empalmados en el aire y resonando en las paredes sinuosas y húmedas de aquel lugar. Un croar de decenas de anfibios provenientes de todas direcciones, más intenso cuanto más se adentraba. Parecía un canto dispar y a destiempo, aunque cada nota parecía caer en el lugar que le correspondía.
Estaba sucio, sudoroso, las rodillas le ardían y las muñecas cubiertas de lodo le advertían que cesara su búsqueda, que regresará por donde venía y, quizá, jamás volverían. Pero el sonido se definía, - Estoy loco. - Pensó.
Creyó entender lo que el cantar de los sapos decía.
Siguió más, -aún- las paredes eran más estrechas, sus hombros chocaban contra las piedras, en un par de ocasiones se golpeó la cabeza. ¿Qué era aquello? Lo vio: la luz parpadeante, era clara no como el sol que quemaba la vista. Y eso, eso eran voces, cientos, miles a la par, enlazadas unas con otras, aunque todas gritando lo mismo. Quiso retroceder y chocó contra una pared, volteó y miró aquel lugar cerrado, lleno de rocas y la luz clara siempre al otro extremo frente a él.
Y el aire caliente llenó sus pulmones y sintió sofocarse y la opresión en el pecho seguía. Se arrinconó entre la pared de rocas, aquella que fue su entrada ya no más su salida. Se sintió débil, diminuto. Ahora lo veía.
Y las voces crecían, se cubrío sus oídos y rezó. Rezó como cuando niño, alzando una plegaría deseando ser escuchado.
Y gritó, gritó con las fuerzas que le quedaban, con sus pulmones vacíos y aquellas fuerzas que de vivir le nacían. Y sus gritos se perdían entre las voces que de la cueva salían.
Y la cueva era fría, y era oscura y un aire vaporoso y espeso exhalaba de ella.
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La cueva de los sapos
Mystery / ThrillerHay voces que claman ser escuchadas, aquellos que entre susurros las escuchan no siempre pueden retornar al camino que abandonan por intentar comprenderlas.