El último café.

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Las horas de vuelo hacia México y la impaciencia de María José son inversamente proporcionales; Por cada hora que dejaba atrás, más se removía ansiosa en su asiento de avión. Inspira profundo cerrando los ojos con la esperanza de encontrar en el aire presurizado un poco de paz. Mira hacia abajo y se dispone a preparar el café que le había traído hace tan solo un momento la azafata. Aunque María José y sus largas horas de desvelo preparando casos estaban acostumbradas a tomarlo amargo, la poca calidad del café de avión, la obligaban a tomarlo dulce. Pone dos terrones de azúcar y ríe de lado recordando que su hermana, sabia bebedora de café, la hubiera detestado por ello. Gira la cuchara y es entonces cuando los recuerdos llegan en torbellino.


José María mira un largo rato con su mano en el mentón, desde la ventana de su apartamento de soltero, la fina llovizna que caía sobre el atardecer mexicano. Siempre le había gustado invierno pero esta vez no podía lidiar con el frío. O más bien, con lo que no podía lidiar era con la soledad que estaba viviendo el último mes gracias al episodio del closet. Suelta la respiración que aparentemente estaba guardando y se da vuelta hacia el sillón. Una paulina pequeña pero estoica le da un sorbo a su café. Siempre habían sido el yin y el yang, la sangre latina de la morena no toleraba nada bien esta época del año y con la lluvia que la había atacado camino aquí, estaba que temblaba. María José recuerda cómo paulina con las dos manos agarraba la taza y la mantenía cerca de su cara en busca de calor. Finalmente paulina apoya el recipiente sobre la mesa.—Lo nuestro término, José María.


Esa frase tan dolorosa la trae al presente. La rubia toma de su infusión para contrarrestar la amarga añoranza y vuelve a ser testigo de cómo las emociones vividas en aquel momento encarnan en su cuerpo. Apoya la cabeza en su asiento y cierra los ojos volviendo a escuchar a paulina. Vuelve a aquel momento, a ver cómo la morena se para del sillón y mueve sus brazos energéticamente desplegando todo su enojo.


Sentado en un pequeño sofá con los codos apoyados en las rodillas distingue que paulina le pregunta algo.— Contesta, José María ¿Te arrepientes de algo? ¿De haber destruido nuestra familia? — Los ojos aguamarina de José María la miran dubitativos mientras paulina pone los brazos en forma de "jarra" esperando una respuesta —Contesta. — Paulina estaba tan eufórica que sus ojos parecían salirse de órbita.—No... — Dice José María cabizbajo con miedo de la reacción de la contraria y con un profundo dolor por haber llegado hasta este momento. Por su parte la morena le da la espalda un segundo, mira al techo e intenta tragar toda la angustia que se le había acumulado en la garganta. Hasta ese momento, paulina tenía la esperanza de que hubiera una solución, pero lo que ella no comprendía, es que la idea de una "solución" significaban cosas diferentes para ambos. La mexicana esperaba encontrar un manotazo de ahogado, algo que les permitiera revertir todo lo pasado, mientras que para José María tal cosa no existía. Él había recorrido un camino largo hasta llegar a la conclusión de no ocultarse más. Por error o por acierto, lo que había pasado en el vestidor, lo empujaron a ser valiente y expresar su verdad — ¿Si me arrepiento de ser transexual? —Paulina se sienta nuevamente y pareciera que la última palabra le doliera tanto que siente la necesidad de agarrarse el pecho — Y si, es lo que soy por mucho que te duela. Lo que no se nombra, sigue oculto y yo ya me cansé de estar oculto. — A José María se le empiezan a llenar los ojos de lagrimas — No me arrepiento de nada. Incluso de que me hayas encontrado con tu pollera ¿Sabes por qué? — La ira dentro de paulina comenzaba a crecer — Porque si nada de esto hubiera pasado, no sería quien soy hoy— Cualquiera que hubiera estado entre esos dos en ese momento hubiera podido desmenuzar la tensión en el aire como cuando para comer un algodón de azúcar, tienes que tomar un trozo y arrancarlo suavemente. Un trozo de traición, otro de vanidad y muchos de asuntos sin hablar. Sacar pedazo por pedazo hasta quedar en lo más ínfimo de sus almas. Ahí estaban ellos — No voy a mentirte, Pau. Me hubiera encantado que esto no fuera tan violento para vosotros. No se... —Hace una leve pausa y busca que sus ojos se encuentren— Cada día que iba al ministerio, los expedientes de mujeres transexuales golpeadas, violadas y arrestadas se triplicaban. — José María chasquea la lengua y ladea la cabeza pensando en todas esas mujeres — ¿Y sabes como caratulaban sus crímenes? como crímenes pasionales, bajo una justa causa o a veces ni siquiera eran culpables de lo que las imputaban. Joder paulina, yo podría ser cualquiera de esas chicas. Si tan solo la prensa se enterara, me destruiría, perdería mi trabajo y no tendríamos nada— El español rompe en llanto desconsolado mientras se tapa las cara con sus manos. Desde el sillón de frente, su ahora ex mujer, también lloraba porque, si bien no podía entender del todo los miedos de José María, le causaba un tremendo dolor ver a su persona así. "Nos tendrías a nosotros" pensó.

En un sollozo José María agrega — Pero sabes, en algún momento de toda esta pelea interna entre la libertad y la seguridad, la libertad empieza a ganar. Prefiero ser libre. Hablando con purificación me di cuenta que quiero ser libre— En cuanto el español nombró a su hermana, cualquier rastro de empatía que podía caber en el ser de Paulina fue borrado. Sus ojos cristalizados estaban rojos de furia.— Espera ¿Purificación sabía esto? — José María agacha la cabeza y asiente —Tu no te cansas de verme la cara ¿verdad? — se acerca a el — No, tu no te cansas de mentirme, de traicionarme. Tu y tu libertad todo muy lindo — José María se para y se miran frente a frente — Pero ¿nuestra familia que? —lo empuja levemente hacia atrás. — mira nada más, tu chismoseando con tu hermana que tinte van a usar en las uñas y yo soy la última en enterarme. No te confundas, José María — se aleja.— Lo mejor para nosotros será que yo me vaya a Madrid —Paulina se siente tan iracunda que empieza a apretar lo puños. Se sentía tonta por pensar hace un momento que quizás, lejanamente, podrían continuar su vida en México — Purificación ya preparo todo, tu y bruno podrán venir cuando gusten y nadie se tendrá que preocupar por el que dirá. Vamos, que tu mamá no se tendrá que preocupar de nada—— NO! —lo amenaza con el dedo índice — Ni se ocurra de meter a mi mamá en algo que tú solito hiciste— Las lágrimas comienzan a salir a flote y su temperatura corporal a elevarse — Eres tan egoísta que ni siquiera puedes reconocer lo qué haces.— ¡Esto ya estaba acabado Paulina!—— Tu y tu manipulación nos trajeron hasta aquí ¡Felicitaciones José María! — Grita — Lograste todo lo que querías ¡Y todo con ayuda de tu hermana! — Un sudor frío en la nuca hace que se siente para recuperar el aire. Las nubes en su mente se despliegan a sus ojos y le borran la visión por un momento. José María se acerca a ella preocupado — No me toques — pero su respiración se hacía cada vez más pesada y parecía que los pulmones de paulina no podían procesarlo. El español decide no escuchar la advertencia e intenta levantar el mentón de la contraria. Paulina no sabe en qué momento su cerebro le mando la directiva a su brazo, pero en lo que menos se dio cuenta, estaba esta estallando el cenicero que tanto odiaba contra el piso. Ambos retrocedieron y se miraron sin poder creer lo que había pasado.— No me busques más — Paulina agarra su bolso y sale del apartamento.

Alguien cierra fuertemente la puerta del pequeño tocador del avión y de un susto traen la mente de María José al cuerpo. Los altavoces le recuerdan que brevemente descenderán en las tierras de su ex esposa a la que no veía hace cinco años. La rubia no le tenía miedo a volar, pero debía que reconocer, que el aterrizaje la ponía un poco ansiosa y más todavía cuando, está vez, la acompañaría el vértigo del desamor y recuerdo del último café que le sirvió a Paulina.



Con mucho cariño para quien lea.
Lilie.

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⏰ Última actualización: Jul 02, 2021 ⏰

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