— ¡Horacio!
Logró escuchar que lo llamaban pero estaba intentando seguir concentrado en la lectura que tenía entre sus manos, dentro de poco enviaría su carta de solicitud para ingresar a la academia del FBI. Estaba a nada de cumplir los 19 años y aunque el reglamento de dicha organización dictaba que tendría que hacer primero una carrera profesional y conseguir experiencia en la misma para poder postular él tenía a alguien que pertenecía a la misma y le estaba apoyando para que se pudiera saltar esos pasos. Algo que aprendido en la familia con la que se encontraba viviendo es que el dinero lo lograba todo, para bien o para mal. Dejó uno de los libros que tenía a un lado de su portátil sobre el escritorio, no sabía cuantas horas estuvo leyendo acerca las diferentes leyes que existían en el país pero de lo que estaba seguro es que si seguía haciéndolo su cabeza ya no retendría más información, había llegado a su límite al menos por ese día.
Sabía que en el momento en el que decidiera entrar de manera definitiva a esa organización federal ya no podría salir de la misma y aunque la idea no le molestaba para nada, lo que sí lo hacía era el conocer la clase de personas para las que estaría trabajando. Se recostó contra el espaldar de su asiento y su antebrazo fue a cubrir sus ojos de la luz del foco que se encontraba en el techo y daba justo en frente de su cara, no estaba siendo nada fácil conseguir la motivación que necesitaba para no bajar el ritmo a la preparación que estuvo llevando durante el ultimo año y que tenía como único fin que el que no estuviera en desventaja frente a los que sería tener compañeros con casi el doble de conocimientos y experiencia. Tenía que admitir que después de enterarse de cómo en realidad se manejaban todos los asuntos internos del FBI la ilusión que sentía des pequeño por trabajar en lugar como ese fue disminuyendo poco a poco. Aún quería ser una de esas personas que se encargaran de defender al resto de las amenazas que enfrentaba la ciudad, como si de un héroe se tratara, pero la magia que sentía por aquella labor se perdió en ese momento. Dentro de todo, le agradecía a su padre por haberse contado cuando expresó sus intenciones de postular a la academia.
Un par de golpes contra la puerta de la habitación le alertaron de la presencia de alguien tras ella, no se molesto en contestar, ya que sabía de quién se trataba. A los minutos el sonido chirriante que hacía la perilla que nadie se animaba a cambiar sonó, por la entrada pasó Gustabo, confirmando las sospechas que había tenido hace unos segundos. Miro la hora que se mostraba en la parte inferior de la pantalla de su portátil, faltaba poco para que sea media noche, había acordado con él y con sus padres de que bajaría al salón para pasar el tiempo con ellos hace una hora y media pero se había le había olvidado por completo y la inconforme mirada que le dedicaba el otro le confirmaba que seguro estaban molestos. Suspiró y se colocó de pie, mientras el rubio miraba cada esquina de la que a veces funcionaba como oficina para su padre, él guardaba sus cosas para llevarlas de regreso a su dormitorio.
— ¿Estas seguro de que aún quieres ingresar al FBI? — tomo una foto enmarcada en donde al medio de muchas personas se encontraba un hombre de cabellos rubios muy parecidos a los que él tenía. La chaqueta azul con letras amarillas que llevaban encima todos los que salían en aquella imagen explicaba que estos eran agentes federales y aunque no estuvieran con la misma, al conocerlos a todos ya lo sabía de antemano. Volvió a dejarla en el mismo lugar del que la tomó cuando sintió al otro salir de la habitación y lo siguió. Horacio había cambiado mucho el último año, el entrenamiento físico al que se sometía a diario había resultado definiendo aún más su musculatura para alguien de su edad, ya no era ese niño que necesitaba que lo defendiera del resto de personas que se metían con él — Eres muy joven y tendrías que irte a Quantico, sería la primera vez que nos separamos.
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LOST - VOLKACIO - TINYVERSE
Random¿Y si alguien quisiera matar a tu Tiny? . . . . Es infinitamente más bello dejarse engañar diez veces que perder una vez la fe en la humanidad - Heinz Zschokke