Capítulo 1: Bienvenidos a Clearwater

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Grace.

Los gritos de los neandertales que tengo por hermanos me despertaron. En serio que lo hacían a propósito para molestarme, ellos saben bien que el hecho de que me despierten con ruidos muy altos me pondrá de mal humor por lo que quede de día. Poco a poco seguido de sus voces que ya habían bajado el volumen, noté mi cabeza pegada al cristal de la parte trasera del auto de Evan y la música rock que estaba puesta. Fui adaptándome a mi alrededor aún con los ojos cerrados para tratar de disminuir el dolor de cabeza que me causaría la forma tan brusca de despertar, seguida por la horrible música a base, prácticamente de gritos, que se escucha en el auto.

- Ya no finjas Grace, sabemos que te estás deleitando con las canciones, pero deberías observar el hermoso paisaje que nos rodea - habló Ethan desde su lugar frente a mí, en el aciento del copiloto.
- Déjame en paz- gruñí por lo bajo, pero lo suficientemente alto para que se me escuchase.
- ¿Y esa es forma de hablarle al idiota de tu hermano?- cuestionó Evan imitando la voz de mamá.
- Ey! - exclamó Ethan propinándole a Evan un coscorrón por encima de la nuca .
- Me están creando un tremendo dolor de cabeza- abrí los ojos frotándome las sienes- ambos deberían comportarse,y como les dijo papá antes de salir de casa, no molestarme.
- Ya vas a empezar con tus episodios de princesa mimada por papá- Evan se volvió a mirarme por un segundo mientras hablaba.
- Ya vas tú con tu manifestación de celos, porque papá me quiere más que a tí- respondí con cara de satisfacción.
- Perdona- intervino Ethan- ¿qué edad tienen ambos, seis años?
- En el fondo también estás dolido - me dirigí a él, y luego a ambos apuntándoles con el dedo índice- ambos lo están.Superen ya que soy la princesa de la casa.
- Ok ok, princesa Grace de Noexistelandia, ya llegamos- habló Evan, mientras aparcaba frente a una pequeña tienda 24 horas.

Por primera vez desde que salimos de casa miré hacia afuera, y sí que se notaba que ya no estábamos en Greenville, afuera todo era verde excepto la tienda, y algunas pequeñas construcciones alrededor. Este es el centro del pueblo, recuerdo vagamente lo que veo.
Mamá nos ha enviado de vacaciones con sus padres, los abuelos Marta y John. ¿El objetivo del viaje? que mis hermanos pasen tiempo con los abuelos antes de comenzar su vida de universitarios el próximo año, y yo venía con ellos "para salir del encierro de mi habitación", las anteriores, sus palabras, no mías.

Evan fue el primero en bajar del coche, seguido por mí y luego Ethan, quién rodeó el auto quedando a nuestro lado.
-¿Hace cuánto no veníamos?- preguntó
- Tres años, el verano antes de comenzar el instituto- respondió Evan con expresión nostálgica.
-Vaya y no ha cambiado nada,todo está exactamente como lo recuerdo - volvió a hablar Ethan mirando a nuestros alrededores.
- Umjum- asentí- ¿Entramos?
- Como diría don Quijote: Adelante! - gritó Ethan con emoción.

Caminamos en dirección a la tienda, le tomé la mano a Evan quién iba en el medio, y Ethan le dio unas palmadas en la espalda. ¿Por qué hacemos esto?
Bien.. la última vez que vinimos a Clearwater, él conoció a Mariana, la hija de los dueños de la tienda a la que estamos a punto de entrar. Ambos se enamoraron, pero resulta que al final de ese verano se separaron, Evan lo terminó. No quería mantener una relación a distancia porque según él, sería muy difícil.

Terminó su noviazgo y dejó destrozada a la chica y a sí mismo. En mi opinión fue un cobarde por no atreverse a desafiarlo todo por mantenerse junto a quien amaba, pero eran unos críos por aquel entonces, y ya esa era una historia pasada.

Ahora vuelve a estar frente a su pasado, y si no fue lo suficientemente valiente para mantenerse aquella vez, ahora lo tendría que hacer y dar la cara.

Unos pasos antes de entrar, hice que nos detuviéramos
-Si no te sientes listo para esto, podemos hacerlo luego, cuando llevemos un tiempo aquí - le dije poniéndolo frente a mí.
- Gracias enana, pero prefiero hacerlo ahora, así le entro con todo a este pueblo- me peinó con su mano.
- Un momento muy emotivo, pero ya sabes qué pienso de que me llames enana - comenté haciendo un mohín con mis labios.
- Ya tenía que salirte lo de niña mimada, no? - bromeó interviniendo Ethan.
- Siempre - respondió por mí Evan, por lo que les saqué la lengua a los dos.

Entramos riendo a la tiendita. Mariana estaba detrás del mostrador, al sonar la campanilla de la puerta levantó la vista y no pudo disimular su sorpresa al vernos, en especial a Evan.

-Evan- murmuró aún anonadada.
- Hola Mariana - saludó mi hermano con una mano y luego llevó esa misma mano a su nuca. - ¿Cómo has estado? - continuó.
- Bi..bien- agitó la cabeza un poco y volvió a hablar- Hola Ethan y, Grace, ¡cómo has crecido!
- Hola -respondimos al unísono.
-Tú también estás cambiada Mar- habló Evan mirando fijamente los ojos de esta.

...Silencio incómodo...

-Bueno, nos vamos, pasamos para saludar, y aún no hemos llegado a la casa de los abuelos -habló Ethan moviendo a Evan, quién se había quedado como petrificado mirando los ojos de Mariana.En estos momentos con sus miradas se decían todo.

- Eeh sí, ya nos vamos- esta vez hablé yo- hasta luego Mariana. 
- Hasta luego chicos- rompió el contacto visual y se dirigió a nosotros.
-Nos vemos- se despidió Evan.

Al fin salimos de allí, no sé para quien fue más incómodo todo aquello, si para ellos o para mí y Ethan.

- ¿Estamos bien?- preguntó Ethan dirigiéndose a su mellizo.
- Sí, eso creo, aún tenemos que hablar, así todo mejorará.- afirmó en respuesta, por lo que seguimos nuestro camino.

Finalmente llegamos a la casa dónde todo, hasta lo que me alcanza la vista, está igualito. 
En la entrada después de pasar el gran portón, nos recibieron los abuelos y  Summer, el perro Golden retriever del abuelo. Era un cachorro monísimo la última vez que lo ví, pero ahora se le ve gigante, no podría cargarlo otra vez, ni aunque quisiera.

En el interior de la casa, el olor a lavanda de velas aromáticas, fue el primero en recibirnos.
El salón tiene algunos arreglos, pero el piano del abuelo sigue en su lugar, sobre el cual hay algunas fotos familiares. Seguido por el pasillo que da a la pequeña biblioteca en la que me enamoré por primera vez de un personaje literario, el baño de abajo y más allá la cocina, con puerta al patio trasero.
Al pie de las escaleras para llegar al segundo piso, está Winter, la gata persa de la abuela, tan hermosa como siempre y más peluda que antes.

Comimos pastel y después subimos a muestras habitaciones. Por primera vez desde que vengo tengo habitación para mí sola, y no tengo que compartir una con los mellizos, es un castigo dormir entre ellos. Pareciera como si estuviera en un campo rodeada por tractores que nunca dejan de funcionar, y eso sin contar que a veces lanzan patadas y golpes.
Mi cuarto está hermoso, con papel tapiz blanco, una mesa sobre la que hay una biblia, mi biblia. Recuerdo haberla dejado en mi última visita a esta casa. La cama matrimonial que antes ocupaba mamá y encima en la pared, la ventana que da a uno de los jardines laterales.
La casa está rodeada por jardines que mi abuela se ocupa de plantar, llenándolos de flores. En el patio hay una pequeña fuente que se mantiene cristalina y con algunos peces nadando en ella. Y un poco más allá de esta, dos grandes árboles que se unen por una hamaca colgante.
Ellos serían los mayores testigos de lo que estaba a punto de pasar.

En esa fuente se reflejaría mi sonrisa y unas semanas después, en esa hamaca lloraría hasta quedarme dormida.

***

Never Be The Same [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora