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El tiempo entre la noche y esa mañana era muy difuso para Ethan. Después de que Assaf lo dejara en los baños con mil y un pensamientos en su cabeza revisó su herida por sí mismo, y efectivamente se percató que era solo un rasguño con poca profundidad. No tenía casi ningún problema al caminar.

Elit, Kenia y Edith llegaron después con la cena y medicinas—incluyendo los supresores—no dijo nada cuando Kenia le sugirió no tomarlos para poder tener un köpek yavrusu pronto. Había escuchado la conversación entre inconsciencia de Assaf y el viejo doctor, no sabía si sentirse aliviado o presionado por la falta de un bebé en su vientre.

También preguntó acerca de la salud de los hombres de Assaf. Las omegas le contestaron que estaban bien y que los dos alfas que estaban en el hospital estaban libres de riesgo, se recordó visitarlos cuando pudiera, quería resarcir de alguna forma sus errores.

Cuando su cuerpo tocó la suave cama fue un soplo de calma para el ajetreó que había tenía todo ese día, apenas cerró los ojos su cuerpo se sumió en el cansancio de emociones.















Al otro día lo levantaron a la misma hora, desayunó y le dieron unos cubridores para tapar la mordida como había querido, era cuestión de tiempo para que se tornara. Recordó sus compras del día anterior y se sintió hipócrita al preguntar por ellas, Edith le dijo que habían recomprado sus cosas y que cuando llegara en la tarde los tendría en sus habitaciones. Apenas podía controlar sus manos para dejar de temblar al recordar la promesa de Assaf de convertirse en su vigilante número uno. Era claro que el alfa era una persona de carácter acérrimo, sería difícil objetarse a sus órdenes. Ya se había arriesgado demasiado.

Las omegas no le dieron ninguna ropa como usualmente lo hacían y siguió con su bata de pijama,  rezaba por que fueran ropas más casuales. Iba a preguntarles cuando un toque en su puerta los alertó.

Cuando dio el paso, el rostro del hombre anciano que casi no había visto desde que lo recibieron por primera vez en esa casa se asomó por la puerta. Era Berat si no recordaba mal su nombre, el abuelo de ese omega recesivo pelirrojo que había estado fuera del ojo de Ethan.

Hürrem, buenos días —anuncia el beta entrando por completo, en su mano llevaba un traje.

—Buenos días —contesta aún viendo las telas en la mano del viejo.

—El amir ha mandado esto para usted, es una ropa adecuada para el trabajo en la empresa —anuncia mientras lo extiende hacia él, Ethan lo toma en sus manos y lo examina. Era elegante pero casual, una simple camisa blanca con unos pantalón de vestir azules, en la otra mano del beta vio unos zapatos elegantes que casi le hacen soltar su desayuno al identificar la marca. Siempre había pensado que ese tipo de ropa era para esnobs ricos que desechaban su dinero por un par de pieles. Y ahora él la estaba usando.

—¿Te ha dicho algo más?—pregunta el omega refiriéndose al alfa, intenta ocultar el temblor en su voz.

El amir lo estará esperando abajo cuando termine de arreglarse —sonrió el beta. El castaño dudó por un momento si era verdad que era un familiar de ese pelirrojo;ya que, la calidez de la mirada de Berat contrastaba mucho con la fría que le daba su sobrino. Decidió no darle muchas vueltas y apurarse.



















Cuando estuvo listo bajó para encontrarse con el alfa. Ethan casi duda en sus pasos al ver al turco. Siempre vestía elegantemente pero con un toque casual y verlo usar un traje de cuatro piezas realmente agitaba a su omega por el atractivo de este. Haciéndole casi ignorar la mirada tosca que le dirigía el turco.

Mafia RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora