Parte 2

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Podía pasarme el día entero tumbada debajo del gran árbol al lado del lago mirando el cielo, podía estar contando cuantos aviones pasaban a lo largo del día, imaginando la vida de los pasajeros; dónde iban, si les esperaba alguien al final del trayecto, si iban a ver mundo o si simplemente eran viajeros en busca de algo a lo que agarrarse para que su vida tuviera sentido alguno, y por la noche me dedicaba a contemplar las estrellas, pensando en si había alguien en algún lugar de este mundo que estaba en la misma situación; mirando las mismas estrellas.

Pero siempre había un instante en el que volvía a la realidad, y volvía en un mundo en el que es más fácil morir que vivir, aunque a veces me planteaba si era lo mismo. Un mundo en el que cada día es exactamente igual, lo único que cambiaba era el grado de dificultad, aumentaba a medida que iban pasando los días, cada uno de ellos era más pesado que el anterior, y menos que el que estaba por venir.

Aún así seguía adelante, porque recordaba algunas sabias palabras que decían: “Que la dificultad te haga más interesante la escalada, que la vida no nos da nada que no podamos soportar, así que pelea por tus sueños, y si necesitas un empujón, yo te lo doy”. Al recordar esas palabras, cogía el colgante del bolsillo y lo apretaba con fuerza al mismo tiempo en que cerraba los ojos e imaginaba su cara sonriente, en ese instante algo en mí revivía, eran mis ganas de seguir adelante, eran las fuerzas que me daba ese recuerdo, esa preciosa sonrisa que iluminaba su cara, esos ojos color caramelo, portadores de felicidad, amor, dulzura y cariño. Era el recuerdo de mi madre el que me ayudaba a levantar después de cada caída.

Evidentemente, las cosas me iban peor desde el accidente, huérfana de madre y con un padre que no quería saber nada de mí, las cosas no podían irme muy bien, al contrario, empecé a comer sin parar, los kilos iban aumentando uno tras otro, 10 kilos de más llegué a pesar, me llegué a lastimar físicamente, llegué a estar al borde del abismo, pero en ese momento recordé todos los momentos felices con mi madre, eso me hizo recapacitar y poco a poco me fui recuperando, me apunté a atletismo y adelgacé los kilos que me sobraban y unos pocos más, simultáneamente mejoré mi capacidad física y mental, estaba mejor que nunca.

Para distraerme empecé a escribir un libro en el que narraba una historia irreal, pero al mismo tiempo dejaba grabados todos mis sentimientos, mis penas y alegrías, mis peores rabietas, mis risas, mis deseos y mis mayores miedos. Lo titulé Let’s die, but together .

Explicaba que no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita, que no hay que rendirse y dejar de correr hasta haber cruzado la línea de meta. Que sí, que la vida te ha dado de palos hasta romperte los huesos y dejarte en el suelo de rodillas, suplicando por tu vida, o por tu muerte, que más da. Que has soltado cientos de lágrimas por cosas que no se merecen ni una, que has gritado, has sufrido, y que has vuelto a caer por enésima vez . ¿Y qué?  Levántate más fuerte que nunca y grítale a la vida que eres indestructible, que te puede disparar, pero que no vas a caer. Que no vas a dejar que te pisotee. Grítale que has ganado la partida, y que suerte la próxima vez. En cuanto a amor no correspondido piensa que hay más peces en el mar, y no solo eso, sino que también hay muchos mares, e incluso  océanos en los que poder buscar.

Y sobretodo, no te menosprecies, que vales mucho más de lo que crees, que dejen de tener significado para ti las palabras “gorda, fea, tonta” , que seguramente la boca de la que salen es la más envidiosa de todas. También decía que vivieras para ti, no para los demás, que fueras quien tú querías ser, no quien los otros querían que fueras.

Todo eso fue de gran ayuda, volvía a ser yo. La pesada que quieras o no, seguirá ahí para cuando la necesites, la que si le importas de verdad, lo dejará todo para venir a sacarte una simple sonrisa.

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⏰ Última actualización: Mar 08, 2015 ⏰

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Shoot me down, but I won't fallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora