Renadío

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Es increíble como es que el tiempo no espera a nadie. Hace mucho, él solía ser un muchacho algo torpe y taciturno, con brazos muy largos para su cuerpo. Ahora era un soldado. Alguien entrenado para sobrellevar estos horrores. Solía ser "el hijo bastardo" de la reina Virian. Ahora era huérfano.
El tiempo era injusto, ya que no le debía nada a nadie. Ni siquiera al chico de cabellos plateados cuya vida pendía de un hilo. Así de cruel era este. Solo esperaba que Helios fuera quien le concediera más.
Ezra apretó la mano de Bastian con una combinación de ternura y desesperación. Hace tres días que no despertaba. Una ola de cólera pura lo atravesó. "¿Cómo es que un padre le pudo haber hecho esto a su hijo?".
Todo estaba mal. La batalla en la isla había sido inevitable, y sin embargo se sentía como un error. El debate interior era casi tan vívido cómo está misma. Era algo de las muchas cosas que no lo dejaban dormir en la noche, como la idea de que cierta sonrisa tan fascinante no fuera a formar parte de su vida nunca más.
Se volteó a ver el rostro casi inerte de Bastian con cierto recelo. La verdad era que le dolía. Le dolía el no haber podido hacer nada por nadie. Estaba gélidamente pálido, con el cabello completamente enmarañado y revuelto sobre la almohada. Su pecho se alzaba y caía débilmente. 
Lo único que podía recordar de lo que pasó inmediatamente después de la batalla estaba borroso. Sangre. El calor del cuerpo inmóvil de Bastian apretado contra su pecho mientras luchaba por que lo dejaran subir al barco. La forma en la que Emil lo había secundado. Como se había quedado estupefacto al oír la autoridad en su voz. Solo había fragmentos.
Habían perdido mucho. Y lo seguían haciendo. No había sentido este vacío desde que su madre desapareció. Ezra había llorado. Sumido en la oscuridad, con su cabeza entre sus manos, había sollozado desconsoladamente. Por su madre. Por Bastian. Emil. Elyon. Incluso si mismo. El abismo no dejaba de extenderse.
Soltó la mano de Bastian para secarse una lagrima gorda y silenciosa que bajó rodando su mejilla con cautela. Respiró hondo y se incorporó. Luego se preguntó si Emil estaría sintiéndose igual. La respuesta era obvia.
Estaba apunto de irse, cuando oyó el más leve quejido. Seguido de un murmullo. —No te vayas. —dijo Bastian, con voz ronca y desacostumbrada. Ezra sintió que todas sus facciones se iluminaron.
—Despertaste —respondió, con un tono igual de suave. Sintió que una sonrisa se colaba entre sus labios. Por Helios, tenía tantas ganas de abrazarlo, y decirle que lo sentía, y que...
—Esa es la sonrisa. —Bastian también le dedicó una. Cansada y tenue, pero la más sincera que pudo haber dado. Era un rayo de luz en una tormenta devastadora.

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Sinceramente tenía esto en la cabeza desde hace un rato y decidí escribirlo :)))

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